La tecnología ha transformado la manera en que nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos. Sociólogos como Sherry Turkle, reconocen sus beneficios al acortar distancias y proporcionar inmediatez en la comunicación, pero también señala que "puede generar sentimientos de aislamiento y desconexión".
Entre las críticas que se le hacen a las interacciones digitales, está la falta de profundidad emocional que caracteriza a las relaciones cara a cara. Las virtuales serían, por tanto, interacciones siempre superficiales y jamás auténticas, derivando en un sentimiento de vacío y soledad.
"Lo que más lamentamos es que nunca tuviera amigos, ni conociera el amor, ni marcara la diferencia en la vida de los demás", dice Robert, padre de Mats Steen, a Benjamin Ree, director del documental La singular vida de Ibelin, ganador del premio del público en el Festival de Sundance.
Mats Steen murió en 2014 a la edad de 25 años. Gran parte de su vida la pasó inmovilizado, como consecuencia de haber nacido con distrofia muscular de Duchenne, una rara enfermedad hereditaria que actualmente no tiene cura.
Su familia lo conocía como una persona inteligente y cariñosa, pero sufría al verlo volverse cada más retraído y aislado, jugando al World of Warcraft la mayor parte del tiempo que estaba despierto.
A sus padres les parecía triste que su hijo hubiera pasado su corta vida frente a una pantalla. Que hubiera fallecido sin haber hecho amigos. Que nunca hubiese establecido ninguna relación significativa con nadie. Que nunca se hubiera enamorado.
Estaban equivocados.
Después de la muerte de Mats, Robert y Trude, sus padres, encontraron una nota que les había dejado su hijo: la contraseña de su blog, para que entraran a dejar una nota a sus lectores avisando de que no volvería a publicar porque había fallecido.
Entonces, ocurrió algo que jamás podrían haber imaginado. Empezaron a recibir correos electrónicos de gente de toda Europa, con mensajes cariñosos de homenaje a Mats, a quien llamaban Ibelin. Eran jugadores de World of Warcraft. Y miembros de su comunidad de amigos en Azeroth.
Sus padres desconocían que Mats llevaba una activa vida digital y que había dejado una profunda huella en las personas con las que jugaba.
Mats pasó 18.000 horas jugando a World of Warcraft y, en ese tiempo, ayudó a todos los que conoció, dio consejos que cambiaron sus vidas, construyeron amistades reales, tuvieron peleas reales y se preocuparon los unos por los otros. Eran amigos.
El gremio de World of Warcraft al que pertenecía Mats, que se hacía llamar Starlight, había guardado registros de las interacciones textuales de todos: 42.000 páginas de registros, que incluían conversaciones y descripciones de personajes escritas por Mats y sus amigos mientras jugaban.
Con ese material, las publicaciones de su blog, y actores que leían los diálogos, Ree y su equipo hicieron animaciones inspiradas en los modelos de personajes de Blizzard. Así se reconstruyó la vida de Ibelin, la vida virtual de Mats, que tal como revela el documental, fue una vida plena.
Para Mats, jugar en WoW no era una simple afición, era su vida. Era el lugar en el que podía moverse libremente y escapar de las limitaciones del mundo físico. Para Matt el mundo virtual siempre fue real.
La singular vida de Ibelin es un documental imprescindible, emocionante, emotivo e inspirador que os devolverá un poquito la fe en la vida. Podéis verlo en Netflix.