¿Qué pasaría si mezclaras en una coctelera las clásicas comedias románticas y el día a día de la comunidad LGTBI en la Barcelona contemporánea? No hay que esperar demasiado para descubrir cuál es la respuesta. El 7 de diciembre Smiley llega a Netflix diez años después de su estreno en el teatro de Barcelona y de viajar por todo el mundo para contar la historia de Álex y Bruno, dos hombres que no se soportan y que pronto descubrián que son incapaces de olvidarse el uno del otro.
En su adaptación audiovisual, el universo de Smiley se expande a otras realidades del colectivo e incluir en su historia a lesbianas, drag queens, personas de avanzada edad y, sí, también heterosexuales. Guillem Clua, Premio Nacional de Literatura Dramática y guionista de Los renglones torcidos de Dios o la miniserie El inocente, quiere que “la mayor historia de amor que he vivido jamás” llegue a tanta gente como sea posible.
SERIES & MÁS habló con el escritor catalán sobre el largo viaje de Álex y Bruno a la pantalla, los retos de escribir una comedia romántica clásica adaptada al mundo de hoy, el error que cometió la película Bros o la reciente queja de Brays Efe, que lamentó que ni Bosé ni Smiley contaran con actores de la comunidad LGTBI para interpretar a personajes que sí lo son.
Smiley nació como obra de teatro hace 10 años. ¿Hubo intentos previos de adaptar la obra de teatro en otros formatos?
Cuando la obra tuvo tanto éxito en Barcelona y en Madrid hace años, surgió la posibilidad de hacer una película. Estuve trabajando en un guión y por varios motivos el proyecto se cayó. Luego se volvió a levantar, luego se volvió a caer. Al final el guión acabó en manos de Sony Pictures, que lo estuvo moviendo durante unos años en Estados Unidos. La película no salió y recuperé los derechos de Smiley antes de la pandemia. Justo ahí fue cuando Netflix se aproximó y me planteó hacer una serie. Les expliqué que acababa de recuperar los derechos de la película y que quería intentar hacer la película. Tampoco pudo ser, y ahí fue cuando nos decidimos a hacer la serie.
¿Te has encontrado muchos más intentando vender historias LGTB durante tu carrera?
La verdad es que nunca he tenido ningún problema a la hora de contar historias LGTB. En mi trayectoria como dramaturgo no ha sido un problema en absoluto y he explotado mucho este tipo de historias, porque me interesan mucho y creo que tenemos una responsabilidad de darles visibilidad. Siempre que he estado en cine o tele y he tenido capacidad de decisión de introducir historias de este tipo, lo he hecho, ya sea en las telenovelas en las que he trabajado o en las series de prime time. Siempre he tenido un interés y un afán explícito para que eso pasara.
Viendo Smiley pensé en Algo para recordar, la historia de amor de dos personajes que no se ven hasta el final de la película. Aquí Álex y Bruno no llegan a esos extremos. ¿Te dio miedo en algún momento el reto de hacer que la audiencia apoyara un romance que, en cierto modo, está viendo indirectamente?
Eso está muy bien visto. Al escribir la serie fue nuestra principal preocupación. En los tres primeros capítulos, sobre todo en el dos y en el tres, estamos siempre con ellos. Después hay un largo espacio de tiempo en el que están separados. Como guionista tienes que mantener la tensión romántica entre los dos, no solo no se ven sino que además empiezan a tener otros intereses románticos. Creo que eso fue de las cosas más difíciles a la hora de hacer la estructura de la serie.
¿Cómo fue el proceso de crear esa convivencia entre lo nuevo y lo viejo, entre las convenciones de la comedia romántica y el retrato de la comunidad LGTBI, de una forma que sea fiel para el colectivo y al mismo tiempo accesible para un público más general?
Todo eso estaba ya en la obra de teatro. La intención era coger los mecanismos narrativos de la comedia romántica clásica. Había referentes explícitos a Howard Hawks y las comedias de los años 30, 40 y 50, pero también de Nora Ephron o películas más recientes. Queríamos subvertirlos de algún modo porque estamos contando una realidad ajena a esa tradición, como es el caso de las historias de amor entre personas LGTBI. Parece una cosa complicada de hacer, pero al final es muy sencillo porque estás contando la misma historia desde otro lugar. El mecanismo de la comedia romántica es archiconocido. Lo único que pasa aquí es que, “oh, casualidad”, la historia de amor está protagonizada por dos hombres. Eso implica también contar la realidad, mi realidad como hombre gay. Es algo que puede resultar muy novedoso para una parte del público, porque Smiley se dirige a un público mainstream más amplio que no está acostumbrado a estas realidades.
Parece algo novedoso, más atractivo y hace que se puedan identificar con historias que en el fondo ya saben cómo van a terminar. No estoy haciendo spoilers, pero seguramente una comedia romántica acabe con un beso. A lo mejor no (ríe). Queríamos que desde esa comodidad pudieran consumir una realidad a la que no están acostumbrados. Creo que ese fue también uno de los grandes secretos del éxito de la obra de teatro, que lo ha sido en todo el mundo: la suma de algo muy conocido, el mecanismo narrativo de la comedia romántica, con algo que no lo es, como la realidad LGTBI.
El fracaso de Bros en cines este otoño ha sido muy comentado en los medios especializados. ¿Crees que el streaming es un entorno menos hostil para las historias LGTBI?
En el streaming, al haber tanta oferta y al haber tanta tanto producto disponible, es mucho más fácil que se cree un contenido específico para cada nicho. Eso no quiere decir que no haya un interés en que este tipo de historias vayan más allá de esa comunidad concreta y de ese target en particular. Smiley tiene una intención explícita para que vaya más allá y está construida desde el principio para que así sea. En el caso de Bros creo que el problema es que estaban vendiendo algo que no era. Yo he visto la película y me he dado cuenta de que seguía siendo una película muy de nicho, con unos referentes culturales y humorísticos muy concretos de un hombre, gay y judío de Nueva York que a lo mejor no podía ser extensible a un público más mainstream.
¿Cómo fueron las conversaciones con Netflix a la hora de vender Smiley?
Es que creo que Smiley es muy fácil de vender. Luego a lo mejor no es así, pero somos muy honestos con lo que hemos hecho desde el principio. Estamos vendiendo una historia de amor y no nos avergonzamos de decir que es una comedia romántica. Utilizamos los mecanismos de la comedia romántica, del amor y del desamor, queremos hacer reír, pero también queremos emocionar muchísimo. Es algo de lo que estoy muy orgulloso y que me gusta hacer también en teatro. Lo contamos como lo que es. Al menos yo, desde la escritura y el desarrollo de la serie hasta ahora que la estamos vendiendo, intento ser muy honesto con lo que es Smiley.
Hace unas semanas Brays Efe se quejó de que tanto Bosé como Smiley estuvieran protagonizadas por actores heterosexuales. Como persona del colectivo, pero también como el responsable de tomar esas decisiones de casting, ¿entendiste la reivindicación de Brays?
Es muy legítimo y muy valioso que haya una parte del público LGTBI que tenga esa necesidad de verse representado en los personajes de su propia comunidad por parte de actores que también sean LGTBI. Lo veo legítimo y es muy útil también para mí como creador a la hora de abordar un casting. Si un personaje es un hombre gay y el actor también lo es, y yo lo sé porque está fuera del armario, hay un montón de cosas que no le tengo que explicar y de referentes que él ya conoce. Es algo que me facilita también las cosas a la hora de dirigir o de construir un personaje. Pero tampoco creo que sea una condición sine qua non, como puede serlo en el caso de personas racializadas o personas trans. Eso es impepinable.
La orientación sexual tiene otras connotaciones. Si realmente nos pusiéramos esa obligación de que los personajes gays tendría que ser interpretados por hombres gays, también implica que tienen que estar fuera del armario al 100%, que tienen que ser visibles, que tienen que decir eso en una entrevista de trabajo… Hay muchas connotaciones que son muy conflictivas y que no tienen por qué mandar por encima de otras consideraciones a la hora de elegir un reparto.
Las historias LGTBI que se cuentan en cine o televisión suelen ser relatos contemporáneos. ¿Te gustaría adaptar la historia de Emil y Xavier, el hilo viral que escribiste en 2018 sobre dos amantes que murieron en la Primera Guerra Mundial?
Sí. Tengo la intención cuando tenga tiempo y haya la oportunidad de intentar levantar una película con esa historia. Es una superproducción de época con Guerra Mundial de por medio en Rumanía, invierno, nieve.. Es complicado, pero ahí hay una película. Siempre lo he dicho y voy a hacer un esfuerzo para que eso ocurra.