En las semanas previas al estreno de la quinta temporada de The Crown, varias figuras, entre ellas la actriz Judy Dench o el ex primer ministro John Major (que en esta entrega está interpretado por Johnny Lee Miller), se han manifestado en contra de la serie, y la han acusado con calificativos como "injusta, sensacionalista y cruel". Resulta paradójico, porque es la misma serie a la que otros describen como propaganda a favor de la monarquía.
La muerte de Isabel II revolucionó la audiencia de la premiada serie de Netflix en todo el mundo. En los días posteriores al fallecimiento de la reina a los 96 años, se dispararon en la plataforma.También creció el recelo en torno al retrato de la vida pública y privada de la familia real británica, un recelo preventivo, ya que esta entrega se centra en un período complicado y de grandes crisis mediáticas para la monarquía del Reino Unido.
Después de haber visto la temporada completa, no podría decir en ningún contexto que la serie es sensacionalista ni cruel con sus personajes. Por el contrario, siempre consigue humanizarles con esas reimaginaciones de los dramas domésticos que pudieron ocurrir a puerta cerrada, porque muestra a ese grupo de personas que disfrutan de múltiples privilegios heredados como víctimas que sacrifican su individualidad y la libertad de sentir y hacer.
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Lo que no se podrá decir después de ver estos episodios, es que se deshonra la imagen de Isabel II, porque esta es quizá la temporada más cariñosa, respetuosa y comprensiva con su figura. Algo que se materializa con la presencia vulnerable de Imelda Staunton, y la oportunidad que le da el guion de expresar sus emociones e ideas. Una interpretación con la que tendrá posibilidades de conseguir el Emmy, como anteriormente lo hicieron Claire Foy y Olivia Colman.
Como ya es marca de la casa, esta entrega también literaliza sus metáforas, y construye cada episodio alrededor de un incidente histórico importante para la familia real o una mirada al pasado del personaje en el que se centra la narrativa, porque si hay algo que caracteriza a la serie (además de su imponente producción) es su magnífica estructura episódica, con la que se hace fácil recordar cuáles son nuestros episodios favoritos en cada entrega. Algo que se agradece, porque no es usual en las series originales de Netflix, diseñadas para el consumo en maratón.
La narración de los diez episodios de esta temporada abarca seis años, desde 1991 hasta el inicio de verano de 1997, semanas antes de la muerte de Diana de Gales, interpretada en la ficción por una espectacular y empática Elizabeth Debicki, cuyo personaje es el centro de la temporada.
Una época marcada por la crisis de la imagen de la corona, que como institución era cuestionada públicamente como caduca e irrelevante, porque las tradiciones victorianas de la familia real mantenían atrapados a sus miembros en ámbar mientras el mundo estaba en constante movimiento y transformación.
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Esta percepción se agravó con los varios escándalos mediáticos que se produjeron en ese período, empezando por la separación y posterior divorcio de Carlos y Diana, que dejaron de ser intocables para los medios, pero en los que también hubo libros, filtración de conversaciones privadas y polémicas entrevistas de miembros de la familia real en la televisión pública. Sin duda, una época difícil a nivel personal para Isabel II.
Habrá, por supuesto, espacio para la controversia con algunas tramas, especialmente, algunas relacionadas con Carlos y un artículo publicado por el Sunday Times en 1991, y otra de Felipe de Edimburgo. En ambas, la serie le permite a Isabel II salir airosa y con gran dignidad, siendo muy memorable su escena final en el episodio seis, vinculado a la historia de los Romanov, uno de los mejores de la temporada.
Todo esto hará que disfrutemos de una de las actividades favoritas de los seguidores de The Crown: buscar en Internet los hechos históricos y los nombres de las figuras que aparecen representadas en los episodios, para encontrar las imágenes reales de los eventos que vemos en pantalla. A quienes creen necesario que Netflix especifique que esto es una serie de ficción y no un documental, solo les preguntaría si necesitan más pruebas que ver a Dominic West como el príncipe Carlos.
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