Spiderhead tiene todos los vicios de las películas originales de Netflix de su tipo. Buena producción, un cartel estelar delante y detrás de cámaras (dirigida por Joseph Kosinski, con Chris Hemsworth, Miles Teller y Jurnee Smollett-Bell) y una premisa con potencial desaprovechada a pesar de su duración. Pero, a pesar de que es un producto efímero diseñado para autodestruirse en nuestra memoria en cuanto acaba, los actores se lucen y es entretenida. Nos podemos dar por servidos.
Basada en un relato de George Saunders (Lincoln in the Bardo) publicado en The New Yorker, adaptado para la pantalla por Rhett Reese y Paul Wernick, responsables de Deapdool y Bienvenidos a Zombieland, esta historia de ciencia ficción en la que un grupo de reclusos han aceptado someterse a una serie de experimentos farmacológicos a cambio de una reducción de sus penas, y una estancia en una institución en la que gozan de ciertas libertades y calidad de vida impensables en una prisión.
Al mando de esos experimentos está Steve Abnesti, el personaje interpretado por Hemsworth, trasunto de esos gurús tecnológicos multimillonarios que tras la fachada de trato familiar a sus subordinados son el vivo retrato de la sociopatía. La película lo identifica desde el inicio como su villano sin lugar a confusión ni grises posibles y nada que lo redima, porque para empezar es la cara visible de una gran empresa farmacéutica.
El avatar del otro bando es Jeff, el personaje de Miller, un hombre atormentado por el crimen que cometió, que tiene desde el inicio una gran conexión (y mucha química) con Lizzi (Jurnee Smollett-Bell, Territorio Lovecraft), otra de las reclusas, quien también carga con el gran peso de la culpa. Entre los tres son capaces de elevar un material que se queda a medias en todo, que es más liviano de lo que debería y que huye en dirección contraria (y a toda prisa) de la posibilidad de ahondar en los temas que su interesante premisa pone sobre la mesa.
Las drogas están diseñadas para hacer sentir a los reclusos irracionalmente extasiados, excitados sexualmente o llevando sus niveles de angustia a extremos insoportables, mientras están solos o con una pareja bajo el efecto de la misma droga. Y sabiéndose observados por Abnesti y algún otro de sus compañeros, como en los experimentos de Stanley Milgram. Hay muchas implicaciones éticas y morales detrás de las situaciones de las que somos testigos, empezando por los límites del consentimiento, pero la película no está interesada en ahondar en ellos.
A pesar de algunos deslices que banalizan situaciones de forma muy incómoda, Kosinski no cae en la sexualización de los cuerpos ni en la violencia gráfica, eligiendo sugerir antes que mostrar en todos los casos. El lastre se encuentra en un guion que tiende a la caricaturización y una dependencia del diálogo expositivo que deja momentos que rozan el ridículo. Esto alcanza su momento culmen en un tercer acto apresurado en el que las respuestas se sirven como si fuera un buffet libre.
Spiderhead deja la sensación de que podría haber sido una propuesta de ciencia ficción sólida y fascinante que elige quedarse en el entretenimiento pasajero. Pero es una opción bastante decente para quemar dos horas frente a la pantalla, porque ha sido diseñada para distraernos como si fuese una de las drogas de Abnesti.
'Spiderhead' está disponible en Netflix.
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