Todo director llega a un momento de su carrera en el que decide abrirse en canal con una película. Sacar sus demonios interiores, mostrarse a su público. Algunos lo hacen desde la autoficción, otros usando su universo personal… Ahí están Fellini, Alfonso Cuarón, o Pedro Almodóvar, que en algún momento han mirado a su vida de forma directa para ajustar cuentas o poder mirar mejor a lo que les quedaba de carrera.
El último en hacerlo es Paolo Sorrentino, que con Fue la mano de Dios -que se estrena este viernes en cines antes de llegar a Netflix el 15 de diciembre- ficciona su infancia y un hecho que le marcó de por vida, la muerte de sus padres cuando era adolescente y cómo él se salvó por quedarse viendo un partido de Maradona. "He decidido que era el momento de afrontar mi pasado. Además, las películas me ayudan. En el momento en el que acabo una película me olvido del tema después. Después de 35 años de dudas, Fue la mano de Dios me ha permitido plasmarlo y olvidarme de él", contaba a este periódico en el pasado Festival de Cine de San Sebastián.
Para este filme lleno de emoción y en el que incluso se muestra contenido en su despliegue visual, Sorrentino ha encontrado la ayuda de Netflix, que le ha dado libertad para Fue la mano de Dios, la misma que le dieron a Cuarón o a Scorsese, aunque él deja claro que no existe la libertad absoluta en ningún sitio. "No existen los cheques en blanco. Ni para mí ni para Cuarón ni para nadie”, aclara y confiesa que fue “ver la película de Cuarón, de alguna manera, lo que me empujó a hacer mi película. Cuando vi ‘Roma’ decidí que quería hacer una película más personal, más pequeña. Escribí a Cuarón para felicitarlo, es una obra maestra. Y gracias a Netflix he podido hacerla, pero no existen los cheques en blanco".
El director le debe todo a Maradona, también su carrera como cineasta, que “seguramente, si no hubiese existido Maradona no hubiese sido director”. “En mi casa no había libros ni se veían películas ni se iba al teatro. Mi primer contacto con el espectáculo elevado fue a través de Maradona. Para mí, como para muchos napolitanos, Maradona es una especie de divinidad. Tiene un poder semidivino. Maradona no llega a Nápoles, Maradona se aparece, se materializa en Nápoles. Cuando se presenta en el San Paolo surge de una gruta, como si fuera la de Belén, y se materializa en público", añade.
En un momento en el que se dice que el fútbol y el cine son cada vez menos influyentes, Sorrentino se niega a creerlo. "Yo no creo que el cine y el fútbol estén perdiendo peso. Yo no pienso tanto que la vida sea mediocre, sino que es aburrida. Y el fútbol y el cine ayudan a escapar de este aburrimiento. No es casualidad que la duración de una película y de un partido de fútbol sean, normalmente, de unos 90 minutos, que es el tiempo perfecto para escapar de la realidad", apunta.
En mi casa no había libros ni se veían películas ni se iba al teatro. Mi primer contacto con el espectáculo elevado fue a través de Maradona
Muchos han dicho de Sorrentino que bebe del cine de otro maestro, Federico Fellini, algo que él rechaza frontalmente, ya que "nunca se deben hacer comparaciones entre películas. Es algo muy simplista. En este caso en concreto no se puede hablar del ‘Amarcord’ de Sorrentino, porque mi película es una película muy realista, mientras que ‘Amarcord’ es una serie de hechos fantásticos". Eso sí, muchos creen que igual que Fellini fue nominado como director y guionista en los Oscar por aquella película, Sorrentino podría conseguir lo mismo. De momento, ya es uno de los favoritos en la categoría de Mejor película internacional.
También niega tener eso que llaman un universo propio. "No soy consciente de tener un estilo 'sorrentiniano'. Si tuviera que rodar una escena en esta sala, poco podría hacer: la cámara habría que ponerla en un sitio y se podría rodar de una determinada manera. No es que el estilo 'sorrentiano' me obligue a hacerla de una forma. Además, en el rodaje de una escena hay siempre cincuenta personas de la 'troupe' que están molestando. Quizás me estoy haciendo mayor y demasiado vago como para sentir la necesidad de hacer cosas extraordinarias", zanja sobre el estilo de su película más sobria.
A su paso por el Festival de San Sebastián aprovechó para dar una ‘masterclass’ a alumnos que estudian cine, aunque Sorrentino tienen claro que "el cine no se puede enseñar”. “No creo que simplemente tenga que tenerse una historia que contar, porque cualquiera podría escribir un libro o hacer una película. Lo importante es cómo contarla. Lo que puedo enseñar es cómo contar esas historias. Y enseñar a saber lo que vale la pena contar, porque muchas cosas no merece la pena contarlas".
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