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Han pasado cuatro semanas desde la llegada de Los Bridgerton a Netflix y el nuevo fenómeno (y van....) surgido de la factoría de series de Shonda Rhimes sigue en boca de todos. También de nuestros redactores, que no se ponen de acuerdo en las virtudes y, sobre todo, los defectos de este viaje a la Inglaterra de la Regencia. 

A FAVOR

Daniel Mantilla: El mayor pecado de Shonda, un ejemplo de empoderamiento e independiencia en Hollywood, es saber exáctamente que te pide el cuerpo

Shonda Rhimes ha arrasado con todo en la puesta de largo de su primera serie para Netflix. Supongo que aquí es cuando debería insertar el famoso gif de *Pretends to be shocked* (es decir, finge estar en shock). La plataforma de streaming ha pagado el mayor contrato de la historia de la televisión a la creadora de Anatomía de Grey para hacer exactamente lo que está haciendo Los Bridgerton desde su estreno: dar conversación, subir las temperaturas (falta nos hace) y captar la atención de millones y millones de hogares en todo el mundo durante ocho horas. Parece sencillo. No lo es.

Vivimos tiempos fascinantes en el medio en el que todo el mundo -hasta los autores y actores más prestigiosos que en el pasado no hubieran tocado la televisión ni con un palo- quiere hacer caja con las plataformas de streaming. Se pasan a la tele, pero no dejan pasar una oportunidad para recordarnos que lo que hacen ellos en realidad se parece muchísimo a lo cinematográfico y que en realidad no sienten que estén haciendo una serie. Ejem. Jamás leerás eso a Rhimes, ama y señora de una factoría audiovisual que ha bebido hasta emborracharse de los esquemas clásicos de la televisión y que no parece tener ningún interés en huir de ellos. Su pretensión es conseguir el cariño de toda esta gente y de eso Shonda va más que servida. Y si algún día le falta, ya está ella para recordárselo: su productora no se llama Shondaland en vano.

Se puede acusar a la todopoderosa ejecutiva de revisitar una y otra vez la misma fórmula. Es una acusación comprensible. La esencia de su forma de ver la televisión, incluso en aquellas series (como Los Bridgerton) en las que se limita a poner su nombre y su sello de aprobación, está en todos sus productos: sexy, culebronera, divertida pero no hilarante, diversa delante y detrás de las cámaras y con tendencia a explotar la radiofórmula a base de covers (porque ella no se va a gastar los dineros en que escuches de verdad a Ariana Grande, no lo necesita para que vengas a ver su serie). Eso, en manos de otros directores y guionistas, lo llaman autoría.

Ningún artista debería cargar sobre sus hombros con la responsabilidad de traer la diversidad a la televisión, pero si alguien puede presumir de ellos es precisamente ella. Y no me hables de empoderamiento, que estamos hablando de la productora mejor pagada de la televisión, una figura que ha inspirado a figuras como la actriz Ellen Pompeo a exigir lo que es suyo.

Los Bridgerton es lo que es, un divertimento que te hace desconectar del mundo durante una hora. Su mayor pecado es saber exactamente que te pide el cuerpo y asegurarse de dártelo. Si Shonda lo consigue una y otra vez con sus series será por algo, como deja claro la reivindicación que hizo mi compañero Javier Zurro hablando de los supuestos placeres culpables, una etiqueta condescendiente y vacía que deberíamos enterrar de una vez por todas.

Asumo y acepto la crítica de la supuesta falta de modernidad de la serie a pesar de que, y que conste en acta, no he escuchado a ninguno de sus responsables venderla como tal. En lo que jamás podré estar de acuerdo es en las críticas hacia la supuesta “diversidad de pasarela” de las series de Shonda Rhimes. Por supuesto que buena parte de sus actores podrían estar sacados de una revista de moda, pero Shonda es guionista y productora, no dueña de una varita mágica con la que cambiar el sistema. Hay una razón por la que existe la expresión “guapo de tele o guapo de la vida real”.

Ningún artista debería cargar sobre sus hombros con la responsabilidad de traer la diversidad a la televisión, pero si alguien puede presumir de ellos es precisamente la productora de Scandal, Cómo defender a un asesino y Anatomía de Grey. Cristina Yang (asiática), Miranda Bailey (afroamericana de físico no normativo), Callie Torres (bisexual), Olivia Pope (la primera protagonista absoluta de color de una serie generalista en varias décadas), Annalise Keating (bisexual, afroamericana, empoderada sexualmente a los 50) y ahora el duque racializado deberían ser carta de presentación más suficiente para la culpable indirecta de una revolución de la diversidad que ya, le pese a quien le pese, es imparable. Y no me hables de empoderamiento, que estamos hablando de la productora mejor pagada de la televisión, una figura que ha inspirado a figuras como la actriz Ellen Pompeo a exigir lo que es suyo. La independencia de la mujer empieza en lo económico. Y ahí doña Shonda Rhimes es un modelo a seguir.

Anthony Bridgerton apunta a protagonista de la segunda temporada de la serie. Netflix

EN CONTRA

Javier Zurro: Shonda, no nos engañes, Los Bridgerton no es tan moderna ni tan diversa

Madre mía cómo está todo el mundo con Los Bridgerton. Todos hablan de ella. Es la última obsesión de Netflix (hasta que dentro de dos semanas tengamos una nueva por la que cambiarla) y como se preveía está arrasando. Jugaban sobre seguro, era la primera apuesta de Shondaland, la productora de Shonda Rhimes y una de las mujeres que mejor conoce la industria del audiovisual del momento. Ella fue la creadora de Anatomía de Grey y Scandal, dos fenómenos con millones de espectadores. Bueno, de hecho, la primera sigue en emisión con su temporada número 100 y su enésima tragedia que sacude al hospital.

La productora fichó por Netflix por un pastizal, y viendo lo que se está hablando de su primera apuesta, el dinero ha merecido la pena. Y eso que no es ni siquiera su creación, sólo ha producido la serie de Chris Van Dusen, con el que ya había colaborado en sus anteriores ficciones. Antes de atacar a Los Bridgerton hay que ser honestos. Shonda es un seguro de vida, sabe lo que quiere el espectador y crea series que enganchan. Es una creadora inteligente. Hasta aquí lo bueno, porque sus series son tan inteligentes como tramposas.

Shonda Rhimes produce y hace la misma serie una y otra vez, y en el fondo no es más que la actualización del culebrón de toda la vida. Anatomía de Grey no es una serie de médicos, es una serie en la que lo que nos interesa son los salseos entre los protagonistas. Ella lo adorna con unos cuantos casos truculentos y muchas catástrofes -¿cuántas cosas han pasado ya en el Grey Sloane Memorial?-. Tengo la teoría de que si a los protagonistas de Anatomía de Grey les pones unas enaguas y unos trajes de época sería la misma serie que Los Bridgerton.

Lo que más me molesta de 'Los Bridgerton' es su diversidad de pasarela. Nos han vendido la serie como aquella que rompía incluyendo personajes negros en una historia donde ellos no tenían hueco. Primero tengo una duda moral en torno a la propuesta… ¿es blanqueo del pasado esclavista y racista o empodera? Pero más allá de eso me parece todo postureo.

Como ella es lista y astuta, nos la ha vuelto a colar. Nos ha vendido que había hecho una serie de época moderna, diferente y desprejuiciada… Bueno, pues ninguna de las tres cosas. No, meter música moderna tocada por un cuarteto de cuerda no es moderno. Eso lo hace hasta el programa de Bertín. Vamos, algunos de los que han alabado ese guiño posmoderno ven el We will rock you de Destino de caballero y lo mismo se asustan. O las Converse de la María Antonieta de Sofia Coppola. Vamos, que ni en lo estético, ni en la puesta en escena, ni en los adornos rompe nada. Sólo nos lo ha vendido mejor.

De las tramas ni hablemos. El culebrón de toda la vida con enaguas. Jane Austen meets Gossip Girl. Porque esto ya lo habíamos visto en Gossip Girls, sólo que las pijazas eran en el siglo XXI, y mucho más malas, lo cual daba más gracia. A Serena y Blair no le duraban dos asaltos estas señoritas en busca de marido. Por supuesto los tiempos han cambiado, y quieren hacernos creer que estas mujeres son mucho más empoderadas que las de otras series de época… Tampoco. Sólo es la máscara de modernidad que Shonda se apaña en ponerle a todo. Lo vende con su ‘toque’ y algún discurso actual para esconder que es un culebrón en el que lo que todos quieren es que la chica y el chico acaben juntos. Y no pasa nada, pero que no nos engañen.

Lo que más me molesta de Los Bridgerton es su diversidad de pasarela. Nos han vendido la serie como aquella que rompía incluyendo personajes negros en una historia donde ellos no tenían hueco. Primero tengo una duda moral en torno a la propuesta… ¿es blanqueo del pasado esclavista y racista o empodera? Pero más allá de eso me parece todo postureo. El protagonista negro está buenísimo -ya suena como nuevo James Bond- y todas las chicas son modelos de pasarela que siguen el canon de belleza que Shonda no quiere romper, sino que quiere lucrarse con él. Hay una protagonista gorda, pero es el alivio cómico de la serie y se la mira con condescendencia. ¿Por qué no hay gente fea en Los Bridgerton? Pues porque en el fondo es el mismo culebrón de siempre, aspiracional y con un reparto hecho para forrar carpetas. Y Shonda lo sabe, porque ella no da puntada sin hilo, pero que no nos intente engañar.

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