Aguantar en Netflix es un reto. Más que un reto, últimamente es una misión casi imposible. La plataforma ha empezado a cancelar casi todas sus series a partir de la tercera temporada, y aquellas que aguantan son ya veteranas en un catálogo que casa semana estrena nuevas ofertas para que el consumo no decaiga. Sólo hay que ver el número de temporadas de una serie para ver cuáles son las joyas de la corona de la plataforma. Stranger Things, La casa de papel… todas renuevan rápidamente porque son absolutos fenómenos de masas. Entre esas veteranas destaca una, porque si renueva, además de por ser un éxito, es por su calidad aplastante.
Se trata de The Crown, que el próximo 15 estrena su cuarta temporada, con la que confirma que es la mejor serie de Netflix. Para qué andarse con rodeos. La serie creada por Peter Morgan ha demostrado temporada tras temporada que nunca falla. Es una ficción en la que todo está bien. Su repaso a la historia de Inglaterra a través de la figura de la reina Isabel II es brillante. No ha habido temporada mala, y algunos de sus episodios son históricos.
Morgan es uno de los escritores británicos más brillantes, y ya demostró cómo diseccionar la monarquía a través de un suceso como la muerte de Lady Di en la excelente The Queen. Aquí Netflix le ha dado tiempo y medios para realizar un retrato de lo que ocurre dentro de las cuatro paredes del palacio de Buckingham. Tras tres temporadas sobresalientes, Morgan y Netflix se enfrentaban al reto más complicado, ya que en esta cuarta temporada tocaba introducir a dos personajes tan emblemáticos como complejos: Lady Di y Margaret Thatcher.
Lo primero era encontrar a las actrices que dieran vida a semejantes emblemas de la historia británica. Para la princesa del pueblo han elegido a una desconocida, Emma Corrin, y el resultado no podía ser mejor. Corrin despliega encanto, carisma. Enamora al público como lo hizo la Diana real, y tiene esa mirada triste que tanto la caracterizaba. Su aparición es una bocanada de aire fresco y se come sus episodios. Vemos su fragilidad, su necesidad de ser querida, sus ganas de foco. El tercer episodio de la temporada, Cuento de hadas, en el que se ve cómo se deteriora el matrimonio y lo mal que se lo hicieron pasar es una de esas joyas que regala siempre The Crown.
Para dar vida a Thatcher han optado, sin embargo, por una actriz tan carismática como Gillian Anderson, la mítica Scully de Expediente X, y aquí el resultado chirría. Su Thatcher es caricaturesca, excesiva y hasta un poco chanante. No han sabido naturalizar sus movimientos ni su forma de hablar. Han optado por la imitación en vez de por la interpretación, y eso resiente a la serie. Es de las pocas cosas cuestionables de esta brillante cuarta temporada, pero da rabia que un personaje tan jugoso se deje escapar. También se deja escapar porque no atizan todo lo que debieran. Todas las cosas cuestionables de su gestión se pasan muy por encima, aunque se ve sus enfrentamientos con la reina Isabel.
Cuando más cuestionan su labor es en el mejor capítulo de esta temporada, Fagan, en el que cuentan la historia real de un obrero que se coló en la residencia de la reina hasta llegar a su cuarto y hablar con ella durante cinco minutos. Un hecho que conmocionó al mundo y que The Crown utiliza para realizar el episodio que más cerca va a estar de una mirada social. Fabula sobre qué ocurrió en esa visita, y muestra la vida de un obrero destrozado por las políticas económicas de la primera ministra y al que nadie escucha. Otro episodio para el recuerdo, como el que descubre a las primas expulsadas de la familia real.
The Crown es imbatible. Lo es por su nivel de producción, por su brillantez en todos los departamentos técnicos, por sus interpretaciones -Olivia Colman está incluso mejor que en la anterior temporada-, pero sobre todo por encontrar siempre la forma de emocionar y contar episodios de la historia británica para todos los públicos. Lo que hace es tan complicado que hasta los detractores de la monarquía caen rendidos ante esta joya que siempre acaba ‘salvando’ a sus protagonistas -aunque esta temporada puede que sea la que menos guste en la casa real-. Dios salve a Peter Morgan, y ojalá siga tan en forma para las dos temporadas que quedan de esta serie que es, sin duda, la mejor del catálogo de Netflix.