"Nuestro objetivo es convertirnos en HBO antes de que HBO se convierta en nosotros". La frase se le atribuye a Ted Sarandos, jefe de contenidos de Netflix, en el completo perfil que Nancy Hass publicó sobre la compañía en GQ a comienzos de 2013. Netflix quería ser HBO, aunque sólo en parte. Y lo consiguió del todo. Desde aquel anuncio ha cincelado una reputación inmejorable como productor de grandes series, que distribuye a través de la Red.
La imagen de marca es tan positiva que un buen puñado de tuiteros españoles convirtieron en tendencia el hashtag #HolaNetflix a los pocos minutos del anuncio oficial de su aterrizaje en nuestro país, culminado hoy. El futuro ya está aquí. Pero antes fue el pasado.
Con 18 años de vida a sus espaldas, Netflix extiende su presencia en el mapamundi y cuenta con más de 70 millones de abonados
La empresa, fundada por Reed Hastings y Marc Randolph en 1997, operó en sus orígenes como un videoclub online que mandaba DVD a sus clientes por correo postal. Hoy, con 18 años de vida a sus espaldas, Netflix extiende su presencia en el mapamundi y cuenta con más de 70 millones de abonados que ya no esperan a que el cartero llame dos veces porque basta con entrar en la aplicación de turno y servirse a placer.
No es TV, es HBO
"Convertirse en la HBO" es el factor que mejor explica tan vertiginosa expansión. Si la compañía de cable más prestigiosa de los EEUU trascendió los límites del medio televisivo –su eslogan "No es televisión, es HBO" es ya un mito del marketing mediático– fue gracias a hitos de la ficción seriada como Los Soprano y todas las que seguirían su estimulante estela.
Así que Netflix dejó de vender/alquilar contenidos audiovisuales de otros para, además, generar algunos propios. Sus ejecutivos no tuvieron dudas a la hora de elegir las series para paladares delicados como la principal apuesta de negocio. Con todo, las dos firmas libran actualmente una guerra de incierto resultado en cuanto al concepto mismo de la venta en serie: mientras Netflix sirve todos los capítulos de sus nuevas temporadas a la vez –el binge-watching o banquete para espectadores en busca de un buen atracón de capítulos–, HBO se decanta por estrenos semanales que, como muchas de las entregas de Juego de tronos, aspiran a convertirse en grandes acontecimientos mundiales. Hambrientos frente a adictos con paciencia libran, pues, el combate de la definición de un modelo.
'Narcos', cabeza de cartel
House of Cards no podrá verse a través de Netflix España hasta que queden libres los derechos de emisión que actualmente posee MoviStar+. Tampoco, y por idénticos motivos, Orange Is The New Black, la vivaracha criatura de Jenji Kohan sobre una cárcel de mujeres. Las dos omisiones suponen una importante merma en el atractivo del lanzamiento, si bien el resto del catálogo depara, en general, un ramillete variado de series maduras y complejas. El banquete está asegurado.
'Narcos' resume los primeros pasos en el negocio del narcotráfico de Pablo Escobar, en una pieza espectacular que remite al Scorsese de 'Uno de los nuestros'
Y el plato principal se titula Narcos. El capítulo de arranque resume los primeros pasos en el negocio del narcotráfico de Pablo Escobar y es una pieza espectacular que remite al Scorsese de Uno de los nuestros. La narración, sin embargo, se construye desde la perspectiva de un policía de la DEA que se establece en Medellín y está poblada de actores brasileños que destrozan el acento colombiano. Los peligros de la mirada unívoca y tópica del "amigo americano" quedan atenuados, sin embargo, por un pulso vibrante y unas tramas meticulosas de las que resulta imposible despegarse.
De Wachowski a la tercera edad
Los Wachowski, responsables en su día de la saga cinematográfica de Matrix, se han sumado a la nómina de cineastas seducidos por las tentaciones experimentadoras de la última edad dorada de la serialidad en pantalla pequeña. Su Sense8, también accesible para los suscriptores españoles de Netflix, se queda por desgracia muy corta frente a las mejores muestras del género.
Los hermanos intentan, sin el menor éxito, imprimir un tono intenso a una especie de drama global sobre personajes dispersos por el planeta aunque interconectados de forma misteriosa. El resultado es caótico por culpa de una estructura inexistente, aunque al menos tiene el interés de ver a Miguel Ángel Silvestre en lides internacionales de altos vuelos.
El espectador que huya del artificioso énfasis de los Wachowski puede decantarse por un par de interesantes comedias. Una de ellas, Unbreakable Kimmy Schmidt, es la última creación de una experta en humor televisivo como Tina Fey –Saturday Night Live, Rockefeller Plaza–, quien ha gestado una obra colorista, amable y con una premisa muy potente aunque de dudosa perdurabilidad: una paleta de Indiana secuestrada durante quince años intenta acomodarse al loco ritmo de Nueva York.
Por su parte, Grace and Frankie cuenta como principal baza con intérpretes septuagenarios, liderados por Jane Fonda y Lily Tomlin. Las protagonistas son dos mujeres antagónicas obligadas a convivir tras la traumática noticia que les dan sus respectivos maridos –encarnados por Martin Sheen y Sam Waterson– en una escena cómica memorable que constituye el detonante del invento. Éste sigue en buena parte el camino del atrevimiento temático abierto por Transparent, la excelente producción de Amazon. No obstante, el acabado visual y discursivo es bastante más pobre.
Daredevil cierra la parte más destacable del muestrario con el que Netflix presenta sus credenciales en territorio español. Se trata del primer fruto que deparó el acuerdo alcanzado con Marvel para distribuir las versiones de algunos de sus cómics y narra la doble vida de un abogado ciego que, escondido tras una máscara, protege a las víctimas de toda suerte de delitos.
Creada por Drew Goddard, 'Daredevil' huye del esquematismo en el que suelen incurrir las adaptaciones cinematográficas de aventuras superheroicas
Creada por Drew Goddard, Daredevil huye del esquematismo en el que suelen incurrir las adaptaciones cinematográficas de aventuras superheroicas y apuesta por una narrativa cadenciosa, armada con escenas de larga duración y pletóricas de verosimilitud, sin que por ello falten pasajes de acción tan brillantemente rodados como los cinco minutos finales de su segundo capítulo.
Éstas y otras producciones originales escriben el prólogo de la vida de Neflix en un país que es superpotencia mundial en el campo de la piratería. Están por verse los efectos que tiene sobre los hábitos de consumo la combinación de una oferta variada con un precio más bien asequible. En lo que eso se dilucida, la compañía de Reed Hastings continúa su expansión territorial e intenta revolucionar también el negocio del cine produciendo películas de prestigio que puedan vivir al margen de las salas tradicionales.
Pero ésa es otra historia… en caso de no ser la misma: la de los banquetes audiovisuales que parecen darse con gusto, en cualquier momento y lugar, los espectadores del siglo XXI.