No está entre las más populares de HBO, pero debería estarlo. La amiga estupenda es una de las mejores series de todo el catálogo de Max y también una adaptación literaria intachable; un reto difícil desde su concepción, porque el libro en el que se basa la primera temporada está considerado como el mejor del siglo. Y su autora es un enigma.
Esta producción italiana podía haber sido un relato ambicioso y pretencioso. O peor aún, aburrido -el pecado capital de la ficción-, pero la traslación a la pantalla de la gran saga de Elena Ferrante de la mano de Saverio Costanzo es preciosa, fiel, honesta, potente, elocuente y emocionante. Es imposible resistirse a este retrato una vez se entra.
La historia nos lleva en su inicio hasta un barrio humilde de Nápoles en los años cuarenta del siglo pasado donde vemos crecer a dos amigas: Lila y Lenù. Un retrato social de la época, donde no faltan la pobreza, violencia, el caciquismo, machismo y la misoginia propios del contexto sociocultural y el tiempo histórico en el que crecen sus protagonistas.
Ese entorno violento, criminal y opresivo ha sentado las bases de obras como El padrino o Los Soprano, pero a diferencia de aquellas, centradas siempre en la experiencia de los amos de la mafia, en La amiga estupenda se explora el punto de vista femenino: cómo deciden enfrentar los retos, adaptándose y usando las herramientas que cada una tiene a su alcance para construir vías de escape.
Ese punto de vista es lo que distingue a esta serie (y los libros) de otros relatos similares: la mirada del mundo desde los ojos de esas Dos amigas y el poderoso vínculo que las une. Y las separa. Porque su amistad está en el centro de todo, con una dinámica volátil, impulsiva, dependiente y competitiva, en la que cada una es fuente de frustración para la otra, por representar aquello a lo que aspiran y no pueden tener.
Pero también, y sobre todo, cada una es fuente inspiración para la otra. Se alejan para siempre buscarse y volver a encontrarse, mientras se anhelan y se rechazan, se odian y se necesitan, intentando diferenciarse y al mismo tiempo construirse a la medida de la otra.
Cuando ven su reflejo en la mirada de su amiga estupenda' la imagen que tienen de sí mismas se transforma; para bien y para mal, porque esa opinión es la única que importa, la familia y el resto del pueblo son insignificantes.
La historia es la de Lila y Lenù como individuos, la de su relación de amistad mientras crecen, y la del Nápoles en el que se ambienta.
Esa cultura del crimen organizado de los camorristas adquiere más protagonismo en la cuarta temporada, en la que Elena regresa al barrio y abre los ojos realmente a lo que está ocurriendo: de dónde proviene el dinero de los Solara y las víctimas que se ha estado cobrando en el pueblo. No solo por la violencia inherente al negocio, sino por la epidemia de la adicción que ha esparcido entre familiares y conocidos.
Tras una tercera entrega en la que estuvieron separadas la mayor parte del tiempo, en esta cuarta temporada, la serie hace que Elena (Alba Rohrwacher) y Lila (Irene Maiorino) vuelvan a reencontrarse, a apoyarse y acompañarse en momentos difíciles.
Y aunque el sentimiento de inseguridad e inferioridad de Elena al compararse con Lila nunca la abandona, ya sea fruto de la madurez o por necesidad, afortunadamente para el espectador pasan más tiempo juntas. Y esos siempre han sido los mejores momentos de la serie.
En todas sus temporadas, la serie ha ido entretejiendo hábilmente el contexto histórico, y esta no es la excepción. Incluye además en un brillante episodio el terremoto ocurrido en Nápoles en los años 80, un momento que sirve para que Lila le explique a Elena sus miedos, un terror incontrolable causado por la ansiedad y por un trastorno de personalidad no diagnosticado que décadas después habría podido tratar.
En la edad adulta, ambas siguen buscando poder y control para escapar al destino que estaba escrito para las mujeres de su barrio cuando nacieron. Lenù lo ha buscado académicamente, a pesar de la ironía de ser una autora feminista que se descubre a sí misma como una mujer dependiente de hombres como Nino.
Lila, por su parte, se ha servido de su inteligencia (envidiada por todos) para identificar profesiones de futuro que le han permitido ser una pionera y conseguir el dinero y la influencia necesarios para enfrentarse a los traficantes de droga y matones fascistas que siguen dominando la ciudad décadas después. Duele imaginar adónde podría haber llegado si hubiese tenido las mismas oportunidades que Elena.
He visto cuatro episodios de esta cuarta entrega, la última de la serie, y os puedo asegurar que sigue siendo una serie emocionante, ambiciosa y excepcional, que se encamina para dejarnos uno de los finales más perfectos de la ficción televisiva.
Los episodios nuevos de 'La amiga estupenda' están disponibles los martes en Max.