Todo el mundo habla de ella. De Mare of Easttown. De Kate Winslet. De la serie que nos ha volado la cabeza durante siete semanas y que ha ido creciendo y creciendo hasta convertirse en el fenómeno que nadie esperaba. Quién nos iba a decir que íbamos a desear que fuera lunes de nuevo (como ocurría con otro éxito de HBO, Juego de Tronos). Pero los lunes era el día que nos juntábamos con Mare, con esa policía con malas pulgas que resultó ser mucho más que un arquetipo de novela de detectives. Porque aunque todos hayamos disfrutado con los giros de la serie creada y escrita por Brad Ingelsby, una vez hemos visto sus siete episodios nos hemos dado cuenta de que descubrir al asesino era lo de menos.
Por supuesto que teníamos ganas de conocer su identidad, de ver quién había asesinado a la pobre Erin y descubrir los motivos, pero el crimen ha sido el mejor caballo de Troya para hablar de temas mucho más importantes. Mare of Easttown es una serie sobre el duelo. Sobre el proceso de aceptación de una madre que ha perdido a un hijo. Lo ha hecho sin subrayados. Dosificando la información. Otros hubieran contado en la primera escena lo que le pasa al personaje de Kate Winslet, pero aquí hasta el segundo episodio no entendimos bien qué le ocurría y lo que provocaba esas dinámicas familiares tan extrañas. Qué bien que hayan evitado la tentación del flashback, de los recuerdos, de explicitar lo que nunca se cuenta. Una inteligencia que se ha mantenido hasta llegar a ese plano con el que cierra Mare of Easttown, unas escaleras a un desván que son un símbolo perfecto del viaje que supone la serie.
El viaje de Mare, que por fin ha empezado a superar el suicido de su hijo. Lo ha hecho a través del caso policial, pero sobre todo lo ha hecho ayudando a la comunidad de mujeres que la acompañan. Porque ese es el otro elemento clave de la serie, mostrar una comunidad devastada por el machismo, por matrimonios forzados a los 18 años. Las mujeres de Easttown son supervivientes. Desde las niñas que se prostituyen para pagar la operación de su bebé, a la enferma de cáncer que sigue buscando a su hija sin que nadie le haga caso. Los maridos son borrachos, infieles, machitos. No hay nunca subrayados sobre lo cabrones que son los hombres, pero vemos lo que les ocurre a todas las generaciones de mujeres de ese pueblo.
Es precioso el trío generacional que muestra la serie. Con la madre de la protagonista -maravillosa Jean Smart- como principal como apoyo de toda la familia. Eje central y mujer resiliente como tantas mujeres en tantos pueblos de todo el mundo. Una abuela que en su vejez descubre la ilusión de echar un polvo con otro hombre. En el medio está Mare, incapaz de acertar. De superar su trauma. Madre joven y abuela aún más joven. Y por último Siobhan, el rayo de esperanza que ofrecen las nuevas generaciones. Porque la nostalgia es reaccionaria, y ella tiene claro que su madre y su abuela no vivieron mejor que ella. Vivieron atadas a lo que les dijeron que debían hacer, y muchas chicas de su edad siguen haciéndolo. Ella rompe con todo. Lesbiana, moderna, y con ganas de salir de allí. Chúpate esa, Ana Iris Simón.
Las mujeres de Mare of Easttown son las absolutas protagonistas. Queda claro en el montaje final que muestra a todas ellas. Las mujeres que han sostenido con su trabajo a todo el pueblo y han sido pagadas con cuernos y golpes. Con insultos. Sin recibir un sueldo por ello. Ellas han conseguido sobrevivir apoyándose las unas a las otras. La experiencia de una como bálsamo de otra. La sororidad como ejemplo de resistencia y hasta de revolución. El poder de lo común, de las redes vecinales y feministas frente a todo.
Esta sororidad se ejemplifica de forma perfecta en ese final en el que Mare acude a consolar a Lori. Cuando ella ha empezado a superar su duelo, es su amiga la que sufre algo parecido. Y no estará su marido -quien ha provocado todo-, ni la familia de su marido para consolarla. Sino la amiga a quien no quería volver a ver. Su abrazo en el suelo de la cocina condensa la esencia de la serie y es una de las escenas más potentes y emocionantes del año.
Una escena que no sería lo mismo sin ellas, sin Kate Winslet y Julianne Nicholson, dos fuerzas de la naturaleza. Se ha hablado mucho de la gran interpretación de Winslet, soberbia como siempre, pero lo que hace su compañera es un prodigio que debería ganar todos los premios posibles este año.
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