Reflejos, crisálidas encerradas y cajas con heces. La simbología en Secretos de un escándalo es tan elocuente que alcanza la literalidad. En la última película de Todd Haynes, Natalie Portman interpreta a Elizabeth, una actriz de televisión que ha sido contratada para interpretar en una TV Movie a Gracie (Julianne Moore), una mujer cuya relación sexual con un niño de 12 años cuando ella tenía 36 la llevó a la cárcel.
24 años después, Gracie y Joe (Charles Melton) siguen juntos, y aceptan que Elizabeth pase un tiempo con ellos para preparar su personaje. Lo hacen con la esperanza de que al ser testigo de cuánto se quieren pueda contar "la verdad" en su película, para cambiar así la percepción de la opinión pública que se escandalizó con "su historia de amor prohibido".
Portman es una actriz que interpreta a un personaje que a su vez es una actriz que está preparándose para llevar a la pantalla a un personaje basado en una persona real en la ficción. Esa persona está interpretada por Moore, una actriz que está interpretando a un personaje inspirado en una persona real: Mary Kay Letourneu, una profesora estadounidense de 34 años que fue condenada por violar a Vili Fualaau, su alumno de 12, con quien tuvo dos hijas mientras estuvo cumpliendo condena en prisión.
Saber que todo está inspirado en una historia real le añade una capa de incomodidad extra a este juego metatextual, pero lo más efectivo para crear esa sensación de disonancia cognitiva de que detrás de los pasteles y los vestidos de volantes todo huele a podrido, se consigue con las elecciones estilísticas de Haynes, que recurre a diálogos ridículos, zooms y una acentuada música melodramática propios de una película de sobremesa.
Porque a pesar de lo escabroso del tema que trata, Haynes es consciente de que está haciendo una película, y que su principal vocación es entretener. Al fin y al cabo, así es como consume el espectador de hoy el true crime: como un producto de entretenimiento, como una narración protagonizada por personajes arquetípicos y no por personas reales. Y esa fascinación es precisamente lo que quería explorar Samy Burch en su guion.
['Avatar: La leyenda de Aang', una gran serie de aventuras y digna heredera del anime original]
El tono se mueve permanentemente en una cuerda floja que descoloca al espectador obligándole a preguntarse a cada paso si está empatizando con alguien en pantalla. En ese caso con quién, por qué, y si buscar un porqué a las cosas es realmente relevante.
Secretos de un escándalo no es un biopic sino una exploración del carácter explotador del arte inspirado en personas reales. Por un lado se pregunta si los actores, guionistas y directores tienen la responsabilidad de consultar a los sujetos que inspiran su trabajo. Y por el otro si conseguirían algo con ello.
Especialmente en el caso del true crime, que ha pasado a leerse en clave narrativa y por tanto se espera que haya causa y consecuencia para racionalizar lo injustificable. Como si los criminales fuesen personajes que necesitan motivaciones.
También metacine. Es un estudio sobre la actuación y la manipulación, pero sobre todo un retrato de las mentiras que alguien es capaz de contarse a sí mismo hasta creerlas por completo, como mecanismo de supervivencia emocional para unos y social para otros. Por eso, el momento más potente de toda la película es ese en el que uno de los protagonistas se da cuenta de que es un personaje en una obra dirigida por otra persona.
Este juego multicapa conforma una de las películas más complejas y perturbadoras de los últimos años; una experiencia que incomoda cuando el espectador se descubre a sí mismo riendo cuando menos lo espera y disfrutando del duelo de manipulación y seducción entre Elizabeth y Gracie en esta retorcida reinterpretación de Persona que hace Haynes. Especialmente, en ese momento en el que la película mueve el foco en otra dirección obligando al espectador a mirar su propio reflejo y preguntarse si no se había fijado en lo realmente importante.
'Secretos de un escándalo' está actualmente en cartelera.