El pasado mes de mayo Elena López Riera entró a pasar de un exclusivo club: los directores españoles que han enseñado sus películas en Cannes. A sus 40 años, la alicantina sigue los pasos de Arantxa Echevarría, la anterior cineasta en ser invitada al festival de cine más importante del mundo con su ópera prima. El camino de Carmen y Lola también empezó en la prestigiosa Quincena de Realizadores antes de acabar recibiendo el Goya a la mejor dirección novel. Es aún pronto para saber si López Riera se llevará también el "cabezón" a casa, pero la cineasta ya puede estar más que satisfecha. Tras su paso por algunos de los festivales más prestigiosos del mundo (Toronto y San Sebastián recogieron el testigo de Cannes), El agua llega el viernes a los cines españoles.
Para su estreno en el largometraje, López Riera ha decidido poner en imágenes las leyendas que le contó su abuela. El agua lleva al espectador a un viaje al verano de un pequeño pueblo de la Comunidad Valencia. Una tormenta amenaza con volver a desbordar el río que lo atraviesa. Una vieja creencia popular afirma que algunas mujeres están predestinadas a desaparecer con cada nueva inundación porque tienen "el agua adentro". El agua es la historia de Ana (la debutante Luna Pamies), una adolescente que está deseando salir de su casa y que vive con su madre (Bárbara Lennie) y con su abuela (Nieve de Medina) en una casa a la que el resto del pueblo mira con suspicacia. Sus impulsos se dividen entre el chico que acaba de conocer y la tormenta que amenaza su futuro.
SERIES & MÁS habló con la directora alicantina en el Festival de San Sebastián sobre las motivaciones detrás de su debut, la relación del ser humano con lo extraordinario o la necesidad del cine español de trascender la cuestión de género en la industria.
[La debutante española Elena López Riera seduce a Cannes]
Pregunta. ¿Cómo llegas a estas leyendas del agua y a estas historias de Orihuela?
Respuesta. Principalmente por mi abuela. Lo bonito de las historias un poco fantásticas y un poco legendarias es que no todo el mundo tiene que conocerlas o compartir la misma versión. Yo las he conocido por mi abuela. Igual se las inventó, no lo sé, pero me da igual. En el momento en que una historia se cuenta, ya existe. Lo interesante es cómo cada una se va apropiando un poco de esa tradición y de esa historia, las personaliza y les pone sus propios detalles. Es importante que las historias signifiquen cosas, más allá de que las hayamos aprendido de una cierta manera, las hayamos vivido o no. Que todos se puedan sentir identificados habla de la potencia que tienen las historias. Es como el cine o como los libros. Tú te puedes apropiar de esos personajes, de esas historias y contársela a otra persona y cambiar el relato.
P. ¿Tu abuela vive?
R. No. Contar esta historia es mi pequeño homenaje a todas las abuelas. Para mí sigue viva a través de esas historias. Es la única manera que tienen de seguir vivas, mi abuela y todas las que vinieron antes que nosotras. De eso va un poco la película. Durante mucho tiempo esas historias, por desgracia, se consideraban no importantes porque las contaban las mujeres. Eran historias paralelas, porque se contaban en la cocina o en el patio. No son considerados relatos importantes, entonces no queda constancia histórica de ello. Esa es mi reivindicación con la película.
Mi abuela por ejemplo era analfabeta. Sabía escribir, pero poquito. Lo básico de la gente de esa generación: su nombre y su firma. Por el hecho de no saber leer y escribir, ¿significa que no son personas cultas? ¿Significa que no tienen derecho a formar parte de la historia? Pues no. El problema es que el mundo nos ha intentado contar que, si no estás en los libros, no eres importante. Este es mi pequeño homenaje a todas esas personas.
En el momento en que una historia se cuenta, ya existe. Lo bonito es cómo cada una se va apropiando un poco de esa tradición
P. La película pasa por el realismo mágico, el costumbrismo y una parte casi documental. ¿Tuviste claro desde el principio que querías hacer algo multigénero o fue algo que fue surgiendo mientras escribías?
R. A mí lo que me ponía era la idea de mezclar los géneros y hacer justicia a esa forma de contar historias que tenían esas mujeres. Lo que me fascinaba de esos cuentos es ver lo revolucionarias que eran. Contaban las cosas sin ningún tipo de reglas. A veces hay miedo en la industria a mezclar géneros, cuando es algo que está presente en la cultura popular de una manera mucho más viva que en el cine.
Tenemos miedo de lo que piensa el público, pero el público es mucho más abierto a nuevos formatos y a que se rompan esas fronteras de lo que puede parecer a simple vista. Esta película es una reivindicación de la mezcla de géneros. Cuando sacas a las cosas de su frontera es cuando las pones en peligro y cuando empiezan a ser más interesantes. Tenemos que hablar y establecer diálogos con otros géneros y con otras personas.
P. Almodóvar hace exactamente eso en Volver.
R. Claro. Soy muy fan de Almodóvar, pero claro, ¿quién no lo es? Alguno habrá, porque siempre hay gente para todo (ríe). Creo que él es uno de los claros representantes de como la cultura popular y lo mitológico no son tan ajenos. La gente está como loca creyendo en el horóscopo y en el yoga, o yo qué sé en qué. Es lo que me llama la atención. Almodóvar integraba en Volver las dimensiones realistas y las imaginarias de forma muy orgánica. Todo el mundo necesita un poco de épica en su vida y quiere que le pasen cosas extraordinarias. Todos, aunque nos dé miedo, queremos haber tenido una experiencia sobrenatural. Mira el éxito que tiene Cuarto Milenio. ¿Quién no quiere vivir algo extraordinario?
Todo el mundo necesita un poco de épica en su vida y quiere que le pasen cosas extraordinarias. Aunque nos dé miedo, queremos haber tenido una experiencia sobrenatural. Mira el éxito que tiene 'Cuarto Milenio'
P. La fe y la religión también son una manifestación de eso y una parte importante de la película.
Por supuesto. Cada uno tiene su manera de apelar a lo extraordinario, ya sea creer en Dios, en el horóscopo o en la criptomoneda (ríe). La gente necesita creer en cosas extraordinarias para pensar que su vida no es tan anodina porque la vida es jodida. Para mí la gran enseñanza de las mujeres, e insisto en hablar de las mujeres porque son las que me han criado, es cómo encontrar maneras de salir a una vida que es jodidamente dura (cuidar de la casa, de los hijos, trabajar) a través de la poesía.
P. ¿Te ves haciendo una película de género puro y duro?
R. Ni creo ni espero hacer nada puro en mi vida (ríe). A mí me gusta lo impuro. Hay algo de lo fantástico que me interesa muchísimo. Soy una rata de filmoteca. He visto muchas pelis y ni muchísimo menos pretendo inventar cosas nuevas. Yo con copiar bien, ya me conformo. El género me encanta y sobre todo lo que más me gusta son los fantasmas. Espero que los fantasmas sigan estando en mi vida y en mis películas muchos años.
P. Hay una tendencia en el cine español de los últimos años de apostar otra vez como actores por gente que no se ha puesto nunca delante de una cámara. ¿Por qué decidista combinar actores profesionales y no profesionales en El agua?
R. La misma respuesta que en la pregunta anterior. Me gusta mezclar las cosas. Me interesa muchísimo confrontar las etiquetas y ponerlas en peligro. En el caso de El agua las únicas actrices profesionales que hay son Bárbara Lennie y Nieve de Medina. Las demás también lo son ahora, diría. Me hace mucha gracia esto de actores no profesionales. Los míos ya lo son, porque han hecho ese trabajo de enfrentarse a un rodaje. Es algo que últimamente me han preguntado mucho. Me imagino que habrá gente que le sorprenda o que incluso no le guste, pero es algo que se ha hecho siempre en el cine. Ojalá me hubiera inventado yo, pero no.
La cuestión de género está muy bien, pero también habría que hablar de la cuestión de clase, de la gente racializada, y de cómo no todo el mundo tiene acceso a hacer películas.
P. ¿Crees que puede haber rechazo por parte de los actores profesionales al regreso de este fenómeno?
R. Sí que he sentido que hay una cierta reticencia a la mezcla. No quiero ponerme a citar nombres, pero gente como Almodóvar o Carlos Saura lo han hecho. Albert Serra también lo acaba de hacer con Pacifiction, la mejor película que se ha hecho en este país en muchísimos años. Albert lo explica muy bien cuando habla de la puesta en escena y de la dirección de actores. Lo más interesante es encontrarse en un lugar vulnerable, sacarlos de su zona de confort. Confrontar a personas que tienen un método, una información y un bagaje con otras que no los tienen te permite explorar una realidad diferente.
A partir de ahí estás saliendo de tu zona de confort. Es muy complicado generalizar. Hay algo que tiene que ver con la intuición de cada persona en concreto. Si hay algo de lo que estoy orgullosa con esta película es que creo que cada personaje está encarnado por la persona que le correspondía y no por otra. Algunas son profesionales y otras no, pero todo ha sucedido de forma muy orgánica. Hay gente que tiene ese bagaje, que es súper importante y respeto absolutamente la tradición actoral y la formación, pero a mí me interesaba ese diálogo entre las dos partes.
P. Llevamos años con la narrativa de las directoras en el cine español. De repente llega a 2022. Tenemos a Carlota en Sundance, a Carla en Berlín, tú estás en Cannes, Rocío Mesa estrena su debut en San Sebastián. ¿Nos estamos acercando al momento en que no haga falta, entre comillas, insistir en las mujeres directoras porque ya son una realidad?
R. Ojalá podamos hablar de cine y no de la circunstancia de que las mujeres llegan al cine, claro, pero todavía nos queda trabajito. Espero que deje de ser un tema. Yo añadiría algo más. A mí no me molesta en absoluto hablar de esto, porque es lo que nos toca y yo la hago muy contenta y muy feliz. Ojalá llegue el día en que no tengamos que hablar de cuota de pantalla o que no tengamos que hablar de lo extraordinario que es que las mujeres lleguen, pero espero todavía más aún que llegue el momento en que no tengamos que hablar de mujeres y de hombres, de personas trans y de personas cis. El día que no tengamos que hablar de géneros será ya la utopía total.
La cuestión de género está muy bien, pero también habría que hablar de la cuestión de clase, de la gente racializada, y de cómo no todo el mundo tiene acceso a hacer películas. Lo triste de esta situación es que ni siquiera tienes el horizonte de poder hacer una película. Esto es un problema político que va mucho más allá.