En La voluntaria, su nueva película, Carmen Machi interpreta a una doctora jubilada que siente que su nueva vida está vacía. En la vida real, la situación de esta madrileña de 58 años no podría estar más en las antípodas. Todavía no nos hemos recuperado de su hilarante aparición en Amor de madre y la actriz está ya de vuelta con un personaje provocador y fascinante en La voluntaria, la segunda película como directora de Nely Reguera (nominada al Goya por María y los demás).
Cansada de su vida de jubilada, y de compararse con sus amigas que son abuelas, Marisa decide viajar a un campo de refugiados griego donde, a su parecer, necesitan a gente exactamente como ella. Al llegar allí, descubre una realidad que no habría podido imaginar y que le lleva a explorar los límites entre el amor y la necesidad de sentirse útil.
Carmen Machi e Itsaso Arana se desplazaron a un campo de refugiados griego en plena pandemia para participar en un drama que explora la moralidad de los actos de solidaridad incluso allí donde son más necesarios. SERIES & MÁS habló con las actrices durante el pasado Festival de Málaga de su paso por una complicada producción que acaba de aterrizar en los cines españoles.
La voluntaria se rodó en un campo de refugiados en Grecia. ¿Cómo afecta personal y profesionalmente eso al trabajo de una actriz?
Itsaso Arana: Cuando me hablaron del proyecto me dio mucho miedo, porque la casuística de tener que ir a un campo de refugiados para hacer una película es moralmente debatible. Creo que la película se pregunta precisamente todo eso y explora la moral que hay detrás de esos actos de solidaridad con los demás. Para una actriz también es extraño tener que meterte en la vida cotidiana de un campo.
La voluntaria está intentando retratar una realidad mucho más compleja y grande de lo que una película puede contar. Era un reto muy difícil y rodar allí me generaba mucho respeto. Pensé: “llegaremos a lo que se pueda y me enfrentaré a ello con humildad y con muchas contradicciones”. Estuve hablando con gente que ha estado trabajando de voluntaria allí y me recomendaron usar todas esas dudas que me generaba, porque justo eso era lo que vivían todos los días. Esa mezcla de frustración y contradicción de saber que tú al final volverás a tu vida y ellos se quedan así. El sitio en el que rodamos sigue ahí y mucha gente está todavía lejos de su casa.
Carmen Machi: A mí me pasó algo parecido. Recuerdo el primer día que fuimos de visita al campo. Yo me decía: “qué raro esto”. La gente que estaba dentro del campo estaba viviendo su realidad. Nosotros estábamos en una posición de privilegio. Estábamos ahí por trabajo, pero luego nos podíamos ir a tomar una caña primero y a dormir en una cama estupenda en un hotel después. Realmente es así cómo funciona. Te genera mucha contradicción, porque no sabes cómo lo van a vivir ellos. Pero fueron encantadores y muy hospitalarios con nosotros. Es una sensación extraña, pero a la hora de rodar te tienes que olvidar de todo eso.
La voluntaria tiene un personaje muy atípico y complejo en el centro de la historia. ¿Qué fue lo que te llamó la atención del personaje?
Carmen: Nely Reguera me mandó un guion. A mí me había gustado su primer largo, María y los demás. Me hizo mucha ilusión que pensara en mí para la película. Creía que yo podía ser Marisa y quería saber cómo lo veía yo. El personaje era muy atractivo. Todo el paquete me convencía: el guion, la directora, la temática, rodar fuera… Luego pasaron los años hasta que la película empezó a rodarse. El proyecto se transformó y volví a descubrir a Marisa mientras avanzaba el rodaje. Me gustaba la idea de hablar de una mujer así en un momento de su vida en el que está recién jubilada y no sabe muy bien qué hacer con su vida. Era una doctora que siempre había estado muy activa y pendiente de los demás, y que de repente se queda de brazos cruzados porque nadie la necesita.
La evolución del personaje es muy peculiar. Al principio crees que está en el campo de refugiados por un motivo, pero el espectador acaba descubriendo que todo es más complicado de lo que parece.
Carmen: Ese era uno de los grandes mimbres del guion. Marisa está en una edad clave para una mujer. A mí me parece un momento fabuloso, porque ha llegado un momento en el que te puedes quitar de encima una serie de responsabilidades. Puedes empezar a centrarte en otras cosas y disfrutar de otra forma con la vida. El problema es ese momento de transición en el que todavía no has llegado a esa conclusión y sientes un vacío que te paraliza. La jubilación no tiene por qué ser el final de nada, puede ser un principio de otras muchas cosas. Creo que debe ser así, pero hasta que te das cuenta, pueden pasar muchas cosas por tu mente.
Queremos darle sentido a todo lo que hacemos en todo momento, y creo que eso es un error. Precisamente creo que esa es una de las razones por las que Marisa acaba en un campo de refugiados. Quiere darle sentido a su vida. Es una transición difícil y que formaba parte del guion desde el principio. Nely lo ha vivido cerca, y era una de sus mayores preocupaciones.
Rodando la película descubrí más cosas que no tenía en mente al principio, como que Marisa había sido una persona muy luchadora y muy reivindicativa durante toda su vida. Hay rastros de esa mujer que había luchado por la mejora de las condiciones en la sanidad pública, tanto para los pacientes como para los profesionales. Marisa siente que las normas están para cambiarlas, pero al mismo tiempo se está metiendo en un terreno que no le pertenece y que tampoco entiende.
Caro representa la burocracia. Marisa simboliza más la frustración de ver cómo ayudar es más difícil de lo que parece. ¿Cómo veis ese choque entre las dos?
Itsaso: Cuando leí el guion pregunté quién iba a interpretar a Marisa. Me dijeron que sería ella y pensé: “madre mía, que le tengo que parar los pies a Carmen Machi”. Es curioso, mi personaje al principio resulta casi irritante para el espectador, pero creo que es algo con lo que había que jugar. Yo he intentando no juzgar a nadie, pero la propia película acaba demostrando que Caro tiene razón en su actitud. La película va de primeras con el personaje de Marisa, pero cuando avanza la historia y van pasando más cosas, empieza a dejar claro que se está metiendo en aguas pantanosas.
Creo que Caro no es un personaje particularmente agradecido, pero es importante para ayudar a que se comprenda la parte de los límites y la burocracia en la historia. Está cansada y frustrada. Yo intenté añadirle una capa de incomodidad. Ahora está en un momento más funcionarial y burocrático después de haber superado los apegos sentimentales que surgen cuando experimentas algo así. A veces se pregunta por qué sigue ahí, pero siente que todavía está aportando algo a una situación muy difícil.
Carmen: Marisa no termina de entender al personaje de Caro, pero yo como Caro lo tengo muy claro. Quizás sea por la interpretación de Itsaso, pero me la imagino perfectamente llorando en soledad sin tener que verlo en la película. Debe ser muy difícil tener que ser la persona que tiene que decir “no” todo el rato, porque si está ahí es porque ella también quiere ayudar. Caro toma las decisiones difíciles que nadie quiere tomar, pero que son necesarias. Las mujeres como Caro son muy importantes en la vida y en las instituciones. Tienen que existir, porque muchas veces son los que ponen los pies sobre la Tierra.
Marisa comparte muchas escenas con el niño refugiado con el que se obsesiona. ¿Cómo fue el trabajo con el actor infantil?
Carmen: La manera de trabajar de cada uno es muy diferente. A mí me gusta conocer a los personajes a medida que trabajo con ellos. No soy una de esas actrices que trabaja demasiado antes de empezar en el rodaje. En este caso la relación con el niño era muy parecida a la de los personajes en la película. El actor era increíble. Creo que no he visto a ningún actor infantil que controle tan bien el raccord como él. Tampoco a muchos actores adultos que lo sepan hacer tan bien. Él es hijo de un policía y tenía muy incorporado la disciplina y el rigor a pesar de no haber trabajado nunca como actor. Lo llevaba todo al milímetro. Era muy responsable, era una cosa muy curiosa de ver. La barrera idiomática era un problema. Yo no hablo sirio ni griego, y mi inglés tampoco es muy bueno. Él no hablaba español. Era difícil, pero creo que eso favorecía a la película y lo jugué a favor de esa relación de los personajes.
La película tuvo una producción complicada. Hubo retrasos, un cambio de campo de refugiados en el último momento… ¿Cómo afectan esos imprevistos al trabajo del actor?
Itsaso: Creo que la producción también es una profesión muy creativa y en esta película determinó muchas cosas de la propia historia. La voluntaria tenía muchos condicionantes: el COVID, el campo,.. Muchas cosas podían fallar. Nosotras sufríamos algunas consecuencias, pero el problema era de los compañeros de producción. Intentábamos tener un espíritu de adaptación. Había muchísima incertidumbre. Estábamos en Grecia en un mundo pandémico y en un campo de refugiados. Había mucha figuración también, que estaba días sueltos, y eso tampoco es fácil de controlar.
Carmen: Todos los rodajes se complican siempre, pero este fue más difícil porque estabas fuera de casa y en un lugar donde los niveles de COVID eran altísimos, mucho más que aquí. También hubo problemas de logística, pero eran más asuntos de dirección y producción. En un rodaje estás siempre saltando obstáculos y resolviendo problemas. Lo raro es que salga bien.
Marisa se jubila voluntariamente. Carmen, tú has decidido lo contrario, trabajar muchísimo. ¿Cuál es el impulso que te lleva a estar tan activa últimamente?
Carmen: Ahora estoy en unos meses sabáticos. Precisamente este año me di cuenta de que estaba siendo demasiado. Encadené muchas películas por diferentes circunstancias. Aquí ha influido mucho también el COVID: proyectos que se pararon, otros que se retrasaron… Se me han acumulado muchas películas y he acabado algo cansada. Me dije: “voy a estar unos meses sin hacer nada”. ¡Lo que no había pensado es que iba a tener que promocionar seis películas! Aún así, me siento muy feliz.
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