En un inesperado giro del destino han sido dos directores argentinos, Mariano Cohn y Gastón Duprat, los primeros en unir en una película a dos de las mayores estrellas en la historia del cine español: Penélope Cruz y Antonio Banderas. La culpa la tiene Competencia oficial, una salvaje sátira sobre los procesos creativos, las luchas de poder, el esnobismo cultural y la estupidez humana que se presentó a concurso en la última edición del Festival de Venecia. Este viernes 25 de febrero llega por fin a los cines españoles y SERIES & MÁS ha hablado con los responsables de la comedia más divertida de la temporada.
En el nuevo trabajo de los responsables de la aclamada El ciudadano ilustre, un empresario multimillonario decide financiar una película de autor con la esperanza de encontrar una trascendencia inalcanzable en el mundo de los negocios. Una célebre y excéntrica directora de cine de autor recibe libertad creativa absoluta para dirigir una película protagonizada por dos actores que no pueden ser más opuestos entre sí: un actor que ha triunfado en Hollywood y un maestro de la interpretación forjado en el teatro. Los ensayos de la producción se convierten en un auténtico campo de batalla para los egos de las tres caras del proyecto.
Cuestión de ego
Para Antonio Banderas, “los egos en el mundo del arte son fluctuantes gracias a la propia constante de nuestra profesión, que es el éxito y el fracaso. Cuando tienes mucho éxito, el ego se infla, y cuando tienes un fracaso, se disminuye. Es un elemento raro”. A lo largo de sus cuatro décadas como actor profesional, el malagueño sabe lo que es tocar el cielo y el infierno. Los responsables de Competencia oficial insisten en que utilizan el rodaje de una película para hablar de unos temas universales que en realidad van mucho más allá de las profesiones artísticas. “Los juegos de poder no ocurren solamente en nuestra profesión”, continúa Banderas. “Lo más claro sería la política. Ahí es donde realmente se pegan hostias de verdad como estamos viendo últimamente en la Comunidad de Madrid y en el Partido Popular. Así Mariano y Gastón tienen otra gran película que hacer”, bromea.
Penélope Cruz ganó la Copa Volpi por su interpretación en Madres paralelas, pero el jurado presidido por Bong Joon Ho confesó en una rueda de prensa que habían intentado que el premio también fuera por su interpretación en la comedia. Las reglas no lo permitieron. La excéntrica Lola Cuevas pasa a formar parte de la larga lista de personajes ilustres en la carrera de la actriz madrileña. “Teníamos cinco personas de referencia en mente, pero no podemos nombrarlas”, sonríe la intérprete. “No todas eran mujeres, ni estaban en nuestra profesión, ni les conocíamos a todos. Nos lo pasábamos muy bien viendo vídeos y pasándonos entrevistas y material de estos personajes. Mariano y Gastón me contaron historias de otros directores y directoras que todavía me cuesta creer que hayan pasado”.
“Queríamos retratar esa superioridad moral que sienten ciertos artistas que creen que son los que más sufren. Es algo que nosotros hemos criticado desde siempre y que en esta película queríamos plasmar. Hay mucho artista que se piensa de una escala superior”, explica Duprat. “Con Lola Cuevas construimos una artista conceptual, una directora de cine capaz de tomarse todo tipo de libertades”. Entre ellas, enfrentar a los actores de sus películas para sacar de ellos lo que necesita para hacer la obra que tiene en mente.
Heridas de guerra
Banderas lo confirma. “Eso sí lo he vivido, ver a directores que enfrentan a actores para conseguir un objetivo. Yo hice una película sobre boxeo y el director venía a los distintos tráilers de maquillaje y le contaba al actor con el que yo tenía que pelearme que yo había hecho dicho tal o cual, cuando en realidad no había dicho nada. Después venía donde mí y me decía que el otro me había cortado la mejor toma que yo había hecho, te gastó una broma y no tienes sonido, tienes que doblarlo. Llegábamos al ring y nos queríamos matar. Nos dábamos de hostias, pero a todo pan”, cuenta el actor sin dar nombres. No es demasiado difícil resolver el misterio gracias a las pistas que ha dejado en su historia. La película en cuestión es Jugando a tope, la historia de dos boxeadores amigos que se tienen que enfrentar por primera vez en sus carreras. El director era Ron Shelton y su compañero de reparto Woody Harrelson.
Los más de treinta años en Hollywood del actor han dejado incontables batallas que parecen sacadas del guion de Cohn y Duprat. “La película es una anomalía y no refleja un comportamiento razonable o normal que suelas encontrarte en un rodaje, pero hemos visto cosas alucinantes”, confiesa el actor de La máscara del Zorro y Entrevista con el vampiro. “Yo he visto actores que iban con un incienso detrás todo el rodaje: un tío que iba con un botafumeiro molestando a todo el personal. Estábamos oliendo el incienso todo el puto día porque a este loco se le ha ocurrido que le viene bien a su personaje. Y se lo concedieron. Cosas así sí que ocurren”. Desde detrás de las cámaras también han llegado más incidentes. “Cuando era más joven hice mucha acción y he visto como los directores programaban las escenas duras al final del rodaje. Si me pasaba algo, los cabrones tenían la película ya”, ríe resignado Banderas.
La primera colaboración real de dos grandes de España
La comedia hispanoargentina supone, por fin, el primer encuentro en una película de dos de los actores más internacionales del cine español. Penélope había sido la madre en la ficción de Antonio en Dolor y gloria, pero nunca llegaron a compartir plano. La única vez que habían rodado juntos fue un fugaz cameo en Los amantes pasajeros, de nuevo a las órdenes de Pedro Almodóvar. Los actores se conocen desde hace más de treinta años, cuando ambos eran vecinos Nueva York. Él estaba rodando Philadelphia y ella vivía con su pareja de entonces, Nacho Cano, mientras estudiaba inglés.
Penélope fue la primera en llegar al proyecto y en sugerir a Mariano y Gastón a Antonio como el actor perfecto para interpretar a Félix Rivero. “Como nadie nos juntaba, ya era algo raro. Mucha gente me lo preguntaba. Es raro que a Antonio y a ti no nos juntasen, no tiene ni pies ni cabeza”, explica la actriz. “Ella me llamó a mí y me dijo que tenía un proyecto de estos argentinos. Yo acababa de ver El ciudadano ilustre y me había encantado. Se produjo una reunión en Londres y ahí empezó todo”, continúa Banderas. Los cineastas se pasaron varios meses dando forma al guion con las sugerencias de su flamante triángulo protagonista, completado por su colaborador habitual Óscar Martínez. “Agradecí mucho que eso se produjera así. Los directores no siempre trabajan con los actores de una forma tan íntima”, reconoce el actor español.
El único obstáculo de la producción llegó en forma de los seis meses de parón obligatorio que impuso la crisis del coronavirus. Para Mariano Cohn, ese inconveniente tuvo sus ventajas. “Aprovechamos para montar la primera hora y trabajar en la segunda. Es un tiempo que no tienes nunca como director porque empiezas y terminas y después ya te encuentras con lo que hiciste. Acá pudimos compartir entre todos la primera hora de la película”. Su compañero detrás de las cámaras explica cómo descubrieron que “si seguíamos así la película iba a durar tres horas cuarenta minutos. No nos habíamos dado cuenta de que estaba pasando eso. En postproducción puedes cortarla, pero no es lo mismo que si lo haces desde el principio. Nos sirvió para no tener que mutilar cosas”.
Los caminos que recorren los personajes de Competencia oficial son sorprendentes y tortuosos. “No queríamos hacer una película blanca sobre este tema”, reconocen los directores. “o apelábamos al romanticismo por el cine. Queríamos hacer una cosa más picante y ahí intervinimos todos y ahí todos apuntamos nuestras gotitas de maldad”. El que avisa no es traidor.
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