Hace 20 años las salas de cine vivieron dos acontecimientos históricos. Los estrenos de las primeras entregas de dos sagas como El señor de los anillos y Harry Potter convirtieron aquellos últimos meses de 2001 en uno de los más rentables de la historia reciente. Las salas estaban a reventar para ver las dos adaptaciones de dos obras de culto con millones de seguidores en todo el mundo. Ambas fueron el comienzo de dos franquicias exitosas que trasladaron el culto por las obras literarias a sus versiones cinematográficas.
Las dos han celebrado estas dos décadas del estreno de su primera película de la misma forma, con un reestreno en una salas que se encuentran en un momento radicalmente diferente al de 2001. En España, donde Harry Potter y la piedra filosofal volverá a los cines este viernes, siguen sin resucitar del todo. Las salas viven dependientes de un gran estreno que llena, pero sin que el resto de películas funcionen. La gente no ha vuelto del todo, pero sin embargo el reestreno de la trilogía de El señor de los anillos fue un éxito rotundo que ahora quieren repetir con el del filme dirigido por Chris Columbus.
Un proyecto con el sello Spielberg
En 1997 el productor David Heyman buscaba un libro infantil para realizar una adaptación al cine con posibilidades de convertirse en una franquicia. Rápidamente llegó a La piedra filosofal, la primera entrega de Harry Potter y comenzó una negociación que acabó con J.K. Rowling vendiendo las cuatro primeras novelas por menos de dos millones de dólares. Tocaba encontrar un director. El primero en mente fue Steven Spielberg, que estuvo vinculado al proyecto en sus inicios, pero que dejó el testigo a Chris Columbus, experto en filmes para toda la familia como Sólo en casa. Según se supo después, Spielberg apostaba por una película de animación en vez de una de acción real, y pensaba que sería mejor fusionar varios libros en una sola película, algo que desde la productora desecharon.
Las elecciones de Rowling
Tras la confirmación de que Spielberg no iba a dirigir la película, hubo muchos rumores sobre qué habría pasado. Los más maliciosos apuntaban a que había sido la escritora la que había dicho que no al director de Tiburón, algo que ella misma se encargó de negar después y dejó claro que ella nunca había tenido poder de decisión sobre ninguno de los directores a cargo de las películas ni había vetado a nadie. En lo que sí tuvo que ver fue en el reparto, Rowling puso una condición para las adaptaciones, que los actores y actrices fueran ingleses. Eso hizo que se quedara fuera del proyecto Robin Williams, fan de la saga literaria y que se había ofrecido para el papel de Hagrid. También se dice que la elección de Alan Rickman como Snape fue de ella.
El miedo al crecimiento
La decisión de hacer una película por cada libro y de que fueran de acción real en vez de animación traía una gran complicación: el reparto. Los chavales elegidos crecerían y los ritmos de producción de una obra como esta son largos, por lo que se encontrarían con que en la tercera película de la saga parecerían actores de Al salir de clase, treintañeros haciendo de adolescentes. Por eso se intentó que las películas llegaran cada año. Fue así en las dos primeras, las fundamentales para que los niños no crecieran demasiado. Luego llegaron siempre cada dos años como tarde, lo que hizo que viéramos crecer a sus tres jóvenes protagonistas -Daniel Radcliffe, Rupert Grint y Emma Watson- delante de nuestros ojos.
Harry sin ojos verdes
Los fans de las sagas literarias son muy exigentes. Esperan que cada detalle de sus libros favoritos estén en la pantalla, y cuando esto no ocurre se llevan una gran decepción. Con Harry Potter todos destacaron la gran fidelidad de la adaptación que hizo Steve Kloves, que había realizado con anterioridad dos guiones estupendos, los de Los fabulosos Baker Boys y Jóvenes prodigiosos. Sin embargo, hubo algo que los fanáticos destacaron y que rápidamente destacaron. Dos señas con las que J.K. Rowling describía a dos de sus protagonistas, Harry y Hermione y que no estaban en las películas.
Harry Potter, según el libro, tiene unos ojos verdes como su madre, algo que no ocurre en las películas. Hermione, por su parte, tiene unos dientes delanteros realmente prominentes, algo que tampoco pasó en la adaptación. Esto tiene una explicación, y es que las lentillas verdes que el colocaron a Raddclife le provocaron una reacción alérgica, mientras que las prótesis dentales que pusieron a Watson hicieron que no se la entendiera nada de nada.
Un andén para la historia
Uno de los momentos más mágicos del libro es cuando Harry accede a través del andén nueve y tres cuartos de la estación de King's Cross en Londres para subir al Expreso de Hogwarts cada 1 de septiembre. En los libros ese andén está entre las plataformas 9 y 10, sin embargo, lo que se ve en las películas no corresponde a dichos andenes, sino que todas las escenas se rodaron entre el 4 y el 5. Por lo que los fans absolutos de la saga acuden a ambos lugares para hacerse las fotografías. De hecho, debido al éxito de las películas se colocó un carrito que simula que entra en el mundo mágico entre los andenes 9 y 10, aunque con la última reforma de la estación se encuentra antes de entrar.