Un coche abandonado del que sale la voz ahogada de una joven. Pide ayuda. Que alguien la saque de allí rápido, antes de que ellos vuelvan. Una imagen desasosegante con la que empieza la película La escuela católica, la película de Stefano Mordini sobre uno de los crímenes machistas más espeluznantes de las últimas décadas en Italia. Un suceso que conmocionó al país y que se bautizó como ‘La masacre del circeo’. Un caso que, además, también supuso un antes y un después en la consideración de la violencia machista, ya que fueron dos jóvenes de clase baja las víctimas. Una de ellas murió, la otra sobrevivió y la encontraron en el maletero del coche de sus torturadores.
No es de extrañar que el filme, que se ha presentado fuera de concurso en el Festival de Cine de Venecia, abra con esa imagen, ya que la fotografía que un periodista sacó de una de las supervivientes saliendo del maletero de aquel coche es una de las más icónicas y a la que siempre se vuelve para hablar de la masacre del circeo. Un crimen en el que tres hijos de familias adineradas y poderosas de roma secuestaron y torturaron a dos chicas: Rosaria Lopez, de 19 años y Donatella Colasanti, de 17.
Los autores fueron Angelo Izzo e Gianni Guido, que fueron detenidos, y Andrea Ghira, que consiguió huir y convertirse en una leyenda. Una versión italiana de Antonio Anglés. Al ver las fotos de los tres criminales muchos se hicieron la misma pregunta: cómo esos tres chavales con cara de niños buenos habían podido cometer semejante barbaridad. Ahí entraban los prejuicios. Cómo tres niños de familia bien podían hacer eso. La respuesta estaba en el entorno en el que se habían criado y los valores que habían mamado. Se demostró que todos tenían vínculos con la extrema derecha y habían estado en actos fascistas.
Los tres planearon cómo llevarse a las dos jóvenes a la casa de veraneo de uno de ellos, en Circeo, a 30 kilómetros de Roma, donde las violaron y torturaron. Asesinaron a una de ellas y a la otra la dejaron en el maletero del Fiat 127 dándola por muerta. La película no cuenta sólo la vida de estos tres jóvenes, sino de todos los chavales que asistían a la misma escuela católica y que forjaron su identidad en una burbuja machista, homófoba y claustrofóbica. Un lugar donde todo se arreglaba con dinero y donde nunca se les castigaba por sus errores. Se creían impunes. Familias donde la madre era sólo una vasija para dar hijos, madres de casa o esposas abnegadas. Todo, además, en una época convulsa en Italia, con el auge de la extrema derecha y una sociedad y una política crispada y polarizada.
Precisamente lo que se le ha criticado a esta adaptación, que produce Warner Bros y que apunta a taquillazo italiano, es que ha prescindido de todo el contexto político y que en el filme se menciona una sola vez la palabra fascismo y hay una escena donde se explicita la pertenencia de estos chicos a grupos de extrema derecha. El propio director justificó su decisión en la rueda de prensa explicando que para él, este filme era más sobre la violencia machista: “Al relatar el crimen de Circeo, no quise resaltar un conflicto político, sino un conflicto de género en el que un hombre ejerce violencia contra una mujer y por ende contra todo el mundo femenino”.
“Esta película narra el entorno del que brotó la semilla distorsionada que produjo una de las páginas más negras de la Italia de posguerra: el crimen de Circeo. Los chicos protagonistas de esta historia han recibido todos la misma educación. Son privilegiados, su lado oscuro toma forma en los pliegues de una vida normal y alta burguesa. Siempre detrás de padres que no notan nada, ni siquiera el odio que sus hijos sienten por ellos. Será sólo después de la masacre que todo padre de ese barrio romano se preguntará, mirando a su propio hijo, si el germen de un monstruo también puede anidar en su interior”, explica Stefano Mordini en el dossier de prensa de su filme.
Las actrices de la película acompañaron al director en la rueda de prensa, y subrayaron ese mensaje contra el machismo que, por desgracia, todavía es más que necesario, ya que las víctimas de violencia de género no paran, como recordó Federica Torchetti: “La película es actual: la violencia de género aún existe. Hoy en día, cada vez son más las mujeres que denuncian, pero a menudo de víctimas se convierten en acusadas. La educación en torno al respeto debe comenzar por las familias y las escuelas".
Un filme que ha suavizado su componente político para evitar polémicas, quedándose a medio gas y perdido en una maraña de saltos temporales e innumerables personajes que hacen que esta Escuela católica nunca termine de funcionar como una historia como esta merecía.