Nuestra realidad viene definida por lo que vemos y lo que escuchamos. No por separado, la imagen y el sonido deben ir juntos. Si no lo hacen estamos perdidos. Imaginen que el claxon de un coche que te alerta de que vas a cruzar en rojo llegara a tu cerebro dos segundos tarde. Puede ser un tiempo crucial. Ahora imaginen que todo lo que escuchamos llega con retraso. Con ese ‘delay’ que hemos sufrido el último año en las eternas llamadas de Zoom con amigos y familiares. Una vida desincronizada.
Eso es lo que le ocurre a la protagonista de Tres, la original y sorprendente película española que ha conquistado en el Festival de Venecia en una de sus secciones paralelas, Giornate Degli Autori. Su director es Juanjo Giménez, que aunque muchos no reconozcan, puede decir con la cabeza bien alta que es el único español que tiene la Palma de Oro de Cannes además de Buñuel. Lo logró con su cortometraje Timecode, que por si fuera poco le hizo ganar el Goya y logró una nominación al Oscar.
Desde entonces, hace cinco años, esperábamos con ganas este regreso al largo. La espera ha merecido la pena. Giménez vuelve a experimentar con la forma cinematográfica para jugar con el espectador. Con lo que da por supuesto que tiene que ocurrir cuando se siente delante de la pantalla en una sala oscura. Su protagonista, a la que da vida una genial Marta Nieto, trabaja como diseñadora de sonido en películas y series. Un día sus jefes le dicen que su trabajo está, desde hace días, todo desincronizado. La imagen y el sonido van por separado. Unas pequeñas décimas de segundo, pero no cuadran. A partir de entonces se dará cuenta que ese retraso se empieza a hacer cada vez más largo.
Giménez pone al espectador en su situación, y presenta la imagen y el sonido cada uno por su cuenta para sentir lo que siente ella. Hasta casi dos minutos llega a tensar la cuerda. Una experiencia que hace que seamos conscientes del artificio del cine, pero que también provoca mayor atención a una historia que al final juega con la memoria, con la necesidad de no obsesionarse con el pasado, y que acaba enmarcándose en una ciencia ficción de tono realista. Lo mejor es no desvelar los diferentes giros de Tres, y dejarse sorprender por una apuesta que desafía al cine acomodaticio que normalmente llega a las salas.
Para los que piensen que esto es una locura, el propio director cuenta desde Venecia que se basaron en un caso real de un piloto coreano que vive unos segundos desincronizados. Desde ahí se documentaron para trazar esta historia que le ha costado cinco años levantar. “Cuesta mucho levantar un largo. Yo he hecho otro corto por el camino, he seguido trabajando en otros proyectos, pero este ha sido a fuego lento, cuesta financiarlo. Una película independiente necesita apoyo público, televisiones, y un recorrido que tiene su tiempo”, explica Giménez a EL ESPAÑOL y reconoce que también hubo otros proyectos que se cayeron, como una adaptación de un cómic del que no lograron finalmente los derechos.
Cuesta mucho levantar un largo. Yo he hecho otro corto por el camino, he seguido trabajando en otros proyectos, pero este ha sido a fuego lento, cuesta financiarlo
En Tres hay también una reflexión, “algo que nos toca a todos, vivimos nuestro tiempo”. Algo que ya estaba en Timecode, esa “sensación de comunicarnos en diferido, me gusta esa sensación de disociar imagen y sonido, el concepto de delay que ahora nos ha invadido y es parte de nuestro día a día”
En este juego de forma y fondo, esta vez vino la idea de la forma: “Me gusta mucho la posproducción, el sonido. He trabajado en ello en cortos y en algún largo y pasas 10 y 12 horas en estudios y cuando sales a la calle tienes la sensación de que todo es una banda sonora. Te hablan tus colegas y dudas si estás en sincronía o no, y he hablado con diseñadores de sonido y me dicen que es algo común, y de esa semilla llegó todo lo demás, pero no queríamos que fuera algo en lo que solo estuviera lo formal, sino que estuviera dentro de la narración, porque nuestro cerebro no acepta la sincronía, hace el esfuerzo de unir siempre imagen y sonido”.
En su juego con el espectador, el retardo de imagen y sonido llega a casi los dos minutos en los que acompañamos a Marta Nieto en esta experiencia, algo que le gustaba y que cree que entenderán bien “quienes alguna vez hayan pirateado películas y ha intentado sincronizar la imagen y sonido y, por ejemplo, haya metido una banda sonora a 24 fotogramas y la peli a 25, esa sensación de que la imagen y sonido cada vez cuadra menos, pues hemos llevado todo eso hasta el extremo, pero era algo gratificante, aunque no para Marta y su personaje que fue un sufrimiento, porque los actores están acostumbrados a las pantallas verdes, pero no a viajar en el tiempo adelante y atrás”.
Una historia que en un tono realista bucea en lo sobrenatural, una suerte de filme de viajes en el tiempo con una de las escenas de sexo más originales que se hayan visto en mucho tiempo, una en la que lo que los sonidos del polvo llegan casi dos minutos después de sus imágenes, casi una provocación de Juanjo Giménez que reconoce que lo hizo como una forma de darle la vuelta a los clichés. “Lo hemos visto en todas las comedias románticas, que después de una secuencia, la pareja tiene sexo. Y en nuestro cerebro está asumido de forma natural que va a llegar esa escena, pues darle una vuelta me parecía una gozada, y un divertimento”, reconoce el director de una de las películas españolas más frescas y sorprendentes del año.