“Mis hijos, mi oficio y el compromiso con la sociedad y las causas que considero justas han sido y son mi vida”. Estas palabras centraban el emotivo texto que escribió Pilar Bardem en noviembre del año pasado para celebrar los 30 años de AISGE (Artistas Intérpretes, Sociedad de Gestión), la entidad que gestiona en España los derechos de propiedad intelectual de los actores, dobladores, bailarines y directores de escena.
Los derechos de los artistas fueron sólo una de las causas que centraron la lucha y el compromiso de una actriz, que fallecía este sábado y que se dejaba la piel en sus papeles, pero también en aquellas responsabilidades que consideraba ineludibles.
Pilar Bardem no se callaba nunca. Llevaba la libertad de expresión por bandera y nunca se amedrentó contra nada ni contra nadie. Si su hermano Juan Antonio, afiliado al Partido Comunista, no lo hizo con su cine en plena dictadura y contra Franco; ¿cómo lo iba a hacer ella?
La saga Bardem siempre lleva el activismo en la sangre y ella lo demostró en la calle. Muchos la consideraron el azote de la izquierda contra la derecha, pero los ataques de la actriz al Gobierno de Aznar, principalmente, fueron sólo una de las luchas en las que combatió.
Quizás fue la más desagradable, porque sus palabras le costaron una venganza que se prolongó durante años. Habría que remontarse al 2003, cuando José María Aznar metió a España en la guerra de Irak. Pilar Bardem fue una de las voces más críticas y contundentes contra aquella decisión.
Lo dijo en cada entrevista, en cada acto, y de hecho fue ella quien leyó el comunicado contra “el poder imperialista” de EEUU y “su proyecto criminal en defensa de sus propios intereses, a costa de la supervivencia humana”. Bardem también criticó entonces a cara descubierta al Gobierno de Aznar, al que acusó de apoyar “a los más poderosos” y reprochó su “desidia y torpeza”. Por supuesto, pidió la dimisión del presidente.
Así perdió una calle
Aquellas críticas siempre persiguieron al cine español, que sufrió la venganza del PP en forma de recortes cuando el partido regresó al Gobierno. Hubo bajada de las subvenciones y se estableció un IVA cultural del 21%.
Pilar Bardem lo sufrió en sus propias carnes. En 2009, el Ayuntamiento de Sevilla le puso una calle con su nombre. La derecha se opuso radicalmente argumentando que "su único mérito ha sido insultar no al PP, sino a muchas personas por sus ideas políticas. Y no tiene méritos artísticos ni más relación con Sevilla que la de haber nacido aquí, sin que conste ningún detalle con la ciudad. No quiero ni hablar de los guiños que ha tenido con el radicalismo vasco", argumentó el edil del PP Vicente Flores.
Dos años después, cuando Juan Ignacio Zoido llegó a la alcaldía de su ciudad natal una de sus primeras medidas fue quitarle su calle. Zoido calificó la medida como "un sueño de varias generaciones que demostraron su amor a la Hermandad de Santa Genoveva", y un "ejemplo de cómo la iniciativa ciudadana da sus frutos", ya que se recogieron firmas para ello.
Bardem se tomó aquella medida con deportividad: "Si el alcalde y los sevillanos así lo quieren, que la quiten. Es el nombre de una virgen muy guapa y además yo soy muy de vírgenes. Si el alcalde y los sevillanos así lo quieren, que me quiten la calle".
Bardem apoyó públicamente a Zapatero, pero odiaba que dijeran que era de los de ‘la ceja’, de hecho, en un acto de AISGE en 2010 dijo que no era cierto, y que al que lo dijera “le mato”.
Siento vergüenza de mi país por desentenderse del 'genocidio' en el Sáhara Occidental. Como ciudadana exijo al Gobierno y al Estado que haga el favor de implicarse en la lucha
Pero su activismo fue más allá de la política y de los partidos. Sus causas eran sociales. Con una de las que más se implicó fue en la defensa del pueblo saharaui, al que apoyó constantemente en actos y por el que siempre criticó a los Gobiernos de nuestro país.
En 2015, en el marco de la presentación de la XII edición del Festival Internacional de Cine de Sáhara (FiSahara), aseguró sentir "vergüenza" de su país, "del Gobierno español y del jefe de Estado que tenemos" por desentenderse del "genocidio" en el Sáhara Occidental. "Como ciudadana exijo al Gobierno y al Estado que haga el favor de implicarse en la lucha del pueblo saharaui", dijo con rotundidad.
Siempre estuvo de lado de las mujeres. De todas. De las más desfavorecidas, de las maltratadas… Fue una pionera en las manifestaciones feministas y, en los últimos años, se emocionaba viendo ese auge que tuvo el movimiento, que llenó las calles de color morado. Poco antes de esta pandemia, el 10 de marzo, en una ceremonia de la Unión de Actores se acordaba de cuando eran pocas las que estaban. "Han sido años que recuerdo que éramos muy pocas y solas. Caminando poco a poco hemos ido avanzando. La vida es una cuestión de relevos, me iré y habrá otras mujeres que nos mostrarán el bien para seguir avanzando", rememoraba.
Su compromiso era claro porque creía en el poder del arte para cambiar las cosas. Lo dejaba claro en esa última carta que escribió para el 30 aniversario de AISGE: “Las crisis, los malos gobernantes, incluso los microorganismos más diabólicos pueden doblegarse, antes o después. El arte, en cambio, no. El arte es indestructible porque forma parte consustancial de nuestra naturaleza como seres vivos. Porque hombres y mujeres lo precisamos igual que necesitamos el oxígeno o los nutrientes. Tenedlo siempre presente para no rendiros nunca”.