No hay nada que le guste más a los Globos de Oro que un musical. Bueno, sólo hay una cosa que le guste más… Meryl Streep. La actriz ha sido 32 veces candidata al premio, de las que lo ha ganado ocho veces más una honorífica. Por supuesto, todas las veces que ha actuado en uno de ellos la nominaron. Into the woods, Mamma mia… hasta cuando hizo de la peor soprano de la historia en Florence Foster Jenkins se acordaron de ella.
Así que si se suma un musical, con Meryl Streep y con Ryan Murphy como director, el resultado es una apuesta segura. Todos esos ingredientes son los que tiene The Prom, la adaptación de éxito de Broadway del mismo nombre que optó a siete premios Tony y que se convirtió en un fenómeno. The Prom modernizaba el género y lo enfocaba para las nuevas generaciones y para un colectivo propicio, el LGTB. Su trama contaba la misión de cuatro estrellas del musical venidas a menos que acudían a un pueblo de Indiana para conseguir que una chica pudiera ir al baile de fin de curso con su novia, algo que la cerrada mentalidad de la América profunda, todavía no entendía.
Tenía todo para triunfar. Un mensaje del siglo XXI, positivo, temazos, y un homenaje sentido a las estrellas del musical. Era cuestión de tiempo que se aprobara la adaptación cinematográfica. Tenía todo el sentido que fuera Ryan Murphy el que se encargara de ella. El director realizó una serie musical como Glee, con dos primeras temporadas soberbias, y es uno de los hombres que más ha hecho con sus ficciones por el colectivo LGTB. Así que en su acuerdo con Netflix, que le ha convertido en una de sus imágenes de marca, incluyó levantar esta película que se estrena el viernes 11 en la plataforma.
El resultado es un musical divertido, hortera, lleno de purpurina y brilli brilli y tremendamente divertido. Tiene el encanto del exceso y lo sabe. No se avergüenza de ser lo que es y saca partido a todo ello. Es loco, lleno de encanto y con grandes momentos musicales. No, esto no es La La Land ni West Side Story, pero es que no lo pretende. Sólo quiere lanzar un mensaje de apertura contra el auge de la extrema derecha en forma de musical gay friendly para toda la familia. Y lo consigue de lejos.
The Prom se va a inflar a nominaciones en los Globos de Oro, y una de ellas será para ella, para la única e inigualable Meryl Streep. Su Dee Dee Allen tiene el espíritu de la mejor Patti Lupone. Una diva en decadencia ganadora de tres premios Tony que es puro goce. Uno disfruta viendo cómo Streep se lo pasa pipa cantando, bailando y siendo la auténtica estrella de la función. Dignifica cada escena y hace que cada número musical sea mejor. De Lola Flores dijo The New York Times aquello de “no canta, no baila, no se la pierdan”. Pues Meryl Streep no es la mejor cantante ni la mejor bailarina, pero uno no puede quitar la mirada de ella. Es un torrente cómico que paladea cada frase y la suelta como sólo ella lo sabe.
Un musical que es mejor cuanto más hortera y loco es, con ese It’s not about me como gran número (y donde Meryl puede haber logrado una nueva nominación al Oscar), y con otros como ese irónico Love thy neighbors que borda Andrew Rannell sobre la hipocresía de los feligreses que se saltan las normas de su iglesia sólo cuando les conviene. Murphy sabe lo que quiere ver su público y se lo da, y es un más que competente director para los números musicales como demostró en Glee.
Sí, a cambio uno se tiene que comer unos cuantos momentos con el azúcar alto, frases cliché y escenas moñas, además de a un perdidísimo James Corden, pero como entretenimiento musical es perfecto. A todo eso sumen a Nicole Kidman homenajeando a Fosse y un finale por todo lo alto y tienen una película que puede convertirse en un pequeño fenómeno de masas como lo fue en Broadway. Aquí, encima, cuenta con la ayuda de Netflix en la maquinaria promocional. Que se preparen los Globos de Oro, que The prom quiere arrasar con todo.