Disney, fábrica de sueños desde hace décadas. La infancia de millones de niños está plaga de sus personajes, de sus historias y de sus películas. Un estilo que hizo historia y que convirtió a su creador, Walt, en leyenda. Sin embargo, cuando se pregunta a la gente por los filmes del estudio que conformaron esa niñez siempre recurren a los mismos: Blancanieves, Cenicienta, Pinocho… los clásicos animados que todo el mundo asocia a la compañía. Pero existe otro Disney, uno que pocos conocen pero que también forma parte de su ADN, un Disney que no tiene nada que ver con el cine de animación y que parece que ha quedado sepultado en la historia.
Es ese cine el que recoge Alberto Corona en La otra Disney (Applehead Team), un libro que se presenta como el primer volumen – que va de los años 1946 a 1967- de una pequeña antología sobre la historia de aquellos filmes de la casa que no son de animación y que, quizás por ello, la gente no recuerde. Corona explica en su libro que pensó originalmente llamarlo 'El lado oscuro de Disney', pero que escribiendo se dio cuenta de que, realmente, no había “una gran diferencia en tono o intenciones entre estas películas o los clásicos animados que todos conocemos”.
“Si que hubo una época en la que Disney comenzó a hacer cosas bastante locas y más relacionadas con el terror y la ciencia ficción; pero la mayoría de las películas que exploro en este volumen no hay diferencia. Todas querían apelar a un público familiar y con unos valores muy concretos que todos asociamos a la maquinaria de Disney: la infancia, la familia, el optimismo… Por eso, no era tanto hablar de una Disney oscura, como hacerlo de una menos conocida”, cuenta el periodista a EL ESPAÑOL. Disney también realizó cosas que se salían más de su propio canon, “como El abismo Negro o La Bahía de las esmeraldas, donde hay asesinatos y muertes, pero a nada que ahondas están los valores familiares”.
Títulos que pocos recuerda como Pollyanna o Las tres vidas de Tomasina, y otros que sí que entran en la memoria colectiva aunque no como filmes de Disney, como Tú a Boston y yo a California, pero que nadie pone esa etiqueta de clásico, que “estaba más relacionada con esa voluntad de Disney de que su película estuvieran asociadas con objetos muy concretos de la cultura popular; por ejemplo, los cuentos de hadas”. “Partían de unas historias archiconocidas y a la hora de llamarlos clásicos, se identificaba estas películas con esas historias populares. Fue más bien una manera de acotar la marca. Una serie de películas que ya partían con esa etiqueta, no tanto sobre la calidad artística de esas películas. Era una cuestión publicitaria, a la larga”, añade Corona.
Hay un título de Disney que muchos conocen, pero por ser una película racista que el estudio siempre ha querido ocultar, de hecho no está ni en su catálogo de Disney+. Se trata de Canción del Sur, dirigida por Harve Foster y Wilfred Jackson en 1946. Una apología del esclavismo que se repasa en el libro con detalle. Desde su creación a su recibimiento crítico y de público. Un filme ahora denostado, pero que es parte de una historia en la que los filmes que no eran de animación han quedado en un segundo plano. Todos menos uno, Mary Poppins, una obra maestra que usaba parte de dibujos pero que es un filme de acción real y uno de sus mayores exitos.
“Es una película importantísima más allá de estas etiquetas. Fue la película más taquillera de Disney en el momento del estreno, en el 64, y porque es una carta de presentación. Así es cómo pensamos en Disney, así concebimos el cine y el entretenimiento familiar. Es tan sólida que se han llegado a manejar incluso lecturas de índoles progresista, como que se maneja el sufragismo. Sí, se menciona, pero como una imposibilidad para que una madre esté con sus hijos. Es curioso cómo Mary Poppins puede dar esas lecturas, pero para mí es más curioso cómo puede dar valor al propio estudio. Mary Poppins en un nivel ideológico no es tan distinta a otras como Tú a Boston y yo a California. Aparecían cosas que estaban en la sociedad de los sesenta, pero daba igual. Como dice la propia niñera, el público la hizo suya y se ha convertido en un clásico de Disney”, señala el periodista.
Sin embargo, cree que Disney no ha cambiado tanto de aquellos filmes que defendían “los valores que defendía Walt, alineados con una ideología bastante conservadora”: “Ahora hay un cambio, pero no diría que un cambio honesto, sino que es un cambio que le conviene hacia donde va el mercado y está adoptando valores más progresistas, como el caso de Frozen, o la preocupación por la diversidad racial y de género. Son valores nuevos que Disney está abrazando, pero un poco por el mercado”.