Vamos a ver. Si algo ya está bien, ¿por qué hay que tocarlo? Quiero decir, por qué tenemos esta manía de hacer remakes innecesarios que no aportan nada? No quiero ser, otra vez, el abuelo cebolleta, pero es que es algo que escapa de mi entendimiento. ¿Retocaríamos Casablanca? Evidentemente, no. Ojo, no soy un ‘nazi’ anti remakes, pero necesito saber qué me va a aportar, cuál es el nuevo enfoque.
Por ejemplo, la nueva versión de Mujercitas me parece brillante. Pero claro, no es un remake, es más un revisión de la novela desde una visión femenina del sigo XXI, y eso lo lleva al guion, cambiando su estructura y regalando una media hora final que la convierte en algo nunca visto. La seducción sería otro ejemplo. La versión hiper masculina de Don Siegel y encarnada por Clint Eastwood se cambiaba en un relato dirigido por una mujer, que cambia el título por La seducción y lo convierte en una historia que gira más sobre la sororidad de las mujeres en tiempos de crisis.
Y todo esto para hablar de Disney. Me he puesto estupendo para decir, alto y claro, que estoy harto de los remakes de acción real de la empresa. Basta de jugar con nuestros clásicos. No metáis las manos en nuestros recuerdos. Si queréis que las nuevas generaciones conozcan vuestras obras maestras restauradlas y reestrenadlas, pero lo que estáis haciendo es un atentado contra el buen gusto que, además, cada vez va a peor.
A veces han intentado ofrecer algo diferente. Puede que no fuera una buena película, pero al menos Maléfica intentaba cambiar el punto de vista, pero es que después se han limitado a calcar plano a plano sus clásicos pero con actores de carne y hueso y mucha acción real. El libro de la selva era entretenida, pero luego realizaron esperpentos como Aladdin y La bella y la bestia. No estamos hablando de dos películas cualquier, sino dos de sus clásicos más queridos y respetados. Obras maestras irrefutables.
Pero claro, la gente fue a las salas, pagó, fueron dos de las películas más taquilleras del año y la maquinaria debía continuar. El culmen de los despropósitos fue su remake de El rey león, porque, al menos las otras tenían actores, pero, ¿qué podía aportar una película que, realmente, también utiliza la animación para recrear los animales? Han sustituido los expresivos dibujos tradicionales por una recreación fotorrealista. El encanto, la magia del original se sustituía por una especia de fascinación por ver hasta dónde pueden llegar los efectos especiales. El resultado era un documental de National Geographic espeluznante, ya que los animales hablaban, cantaban y bailaban. La suspensión de realidad de la animación aquí estaba traicionada desde el principio.
Aquellos Simba, Zazú, Timón o Pumba, con sus rostros expresivos, sus reacciones de cartoon que sólo eran posibles gracias a la técnica de la animación, se sustituyeron por criaturas tan realistas que daba repelús y algo de miedo verles cantar y hablar como personas normales. Por si no habíamos tenido suficiente, Disney+ ha traído como uno de los platos fuertes de su catálogo una versión de acción real de La Dama y el Vagabundo. Y los problemas son los mismos que los de El rey león. Aquellos perros de ojos grandes que transmitían todo tipo de emociones ahora son dos perros monísimos pero sin alma.
Por mucho que hayan usado perros reales se nota que sus expresiones son de CGI, y su mirada no tienen brillo. Se nota, sobre todo, en la escena más memorable del filme, cuando los dos chuchos enamorados comparte un plato de espaguetis. Lo que en el clásico de 1955 era pura magia, romanticismo en vena, aquí da ‘cosita’. Son perros virtuales. No hay emoción, sólo un prodigio técnico que no cala. Los niños se lo pasarán en grande, pero es que en el mismo catálogo tenían la original que les hubiera gustado tanto o más. Respetad los clásicos, o al menos, no los pervirtáis.