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Los festivales de cine saben que si venden todo el pescado los primeros días al final a gente pierde el interés, así que siempre colocan alguna de las películas en las que confían en uno de los últimos compases. Tras unos días en los que sólo se encadenaban decepciones, el interés en Venecia ha vuelto a crecer gracias al colombiano Ciro Guerra que ha estrenado Waiting fot the barbarians, una adaptación del libro de Coetzee que adapta el propio escritor y que ha sido recibida con grandes aplausos entre la crítica.

La versión cinematográfica de Guerra se cuela entre las favoritas al palmarés y lo hace, además, volviendo a llenar la alfombra roja -pasada por agua por la lluvia torrencial- gracias a las estrellas de su reparto. A Venecia han acudido Johnny Depp y un Mark Rylance pletórico como el protagonista de este filme que sitúa la acción en un tiempo y lugar imprecisos, en una ciudad fronteriza de la colonia de un imperio en la que ‘El magistrado’ (Rylance) ha optado por mantener un ‘acuerdo pacífico’ no escrito con los habitantes de fuera de sus murallas. Un estatus quo basado en no molestarse unos a otros.

La llegada del coronel Joll pondrá patas arriba la vida de la ciudad y la propia actitud del magistrado. Para Joll los bárbaros son el enemigo, hay que acabar con ellos, y para eso tomará cualquier medida, entre ellas la violencia. Los bárbaros, como Godot, nunca aparecen y siempre les esperan hasta que el coronel decide pasar a la acción y apresarles para torturarles y sacarles información y vencerles.

El equipo de la película en Venecia.

Como el propio Ciro Guerra reconoce, Waiting for the barbarians habla realmente de nosotros, del mundo actual, y de cómo las grandes potencias y los grandes imperios construyen enemigos, muchas veces falsos, para gobernar apelando al miedo. Políticas del terror que se ven en los populismos de derechas y en presidentes como Trump o en ministros como Salvini, que han señalado al diferente, al emigrante como el creador de todos los problemas de un país. Hay que acabar con los extranjeros y eso es lo que quiere hacer el personaje de Johnny Depp.

Las fronteras, el racismo, las políticas del miedo y todo lo que conllevan -puede que incluso el odio y la violencia de los demás como expresa su plano final- son tratados por el director colombiano de forma inteligente y con una apuesta visual apabullante. Guerra se las apaña para hablar de uno de sus temas favoritos que ha tratado en sus obras anteriores: el colonialismo y el imperialismo. Cómo los grandes países viven obsesionados con dominar otros e imponer sus normas y arrasar sus tierras y costumbres. Lo veíamos en El abrazo de la serpiente y en Pájaros de verano, y lo vemos en Waiting for the barbarians.

Johnny y yo interpretamos a dos caras de una misma moneda: el imperialismo. El torturador y el rescatador. Los dos ponen en peligro a los demás al victimizarlos o torturarlos

No es casualidad que los habitantes de su ciudad fortificada (y dominada) tengan rasgos árabes (las mismas notas que apunta su banda sonora), mientras que los ‘bárbaros’ sean claramente indígenas. Una mezcolanza que destaca entre los rasgos blancos del dominador exterior. Un tratado político actual que bebe de la novela de Coetzee para continuar en las cuestiones fundamentales que interesan al autor.

Uno de los hallazgos del filme es hablar de dos formas diferentes de imperialismo. La que impone la violencia, reflejada en el personaje de Depp, y la que utiliza el paternalismo y las buenas formas pero que tiene el mismo fin: conquistar un territorio. Eso lo refleja el personaje del magistrado, un hombre bueno que nunca maltrata a los bárbaros, pero que utiliza un abuso de poder y una condescendencia propia del supremacismo blanco, algo que explicaba de forma brillante su actor, Mark Rylance: "Es importante darse cuenta de que Johnny y yo interpretamos a dos personajes que son las dos caras de una misma moneda: el imperialismo. El torturador y el rescatador. Los dos ponen en peligro a los demás al victimizarlos o torturarlos. Para mí ha sido lo más gratificante de esta historia".

Un brillante cierre a una sección oficial que no tiene una candidata clara al León de Oro, aunque todos hablan de Marriage Story, Emma, Martin Eden y hasta The painted bird como favoritas. Esta última, uno de los filmes que más polémica ha levantado por sus violentas escenas, es una epopeya de casi tres horas que ha tardado más de diez años en rodarse y que ofrece un retrato diferente (y excesivamente salvaje) de la Segunda Guerra Mundial, algo que unido a su precisa puesta en escena puede conquistar al jurado de Lucrecia Martel, que tendrá todas las miradas en ella para ver si se acuerda de Polanski en el palmarés.

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