El concepto de maternidad ha cambiado. Antes nadie podía salirse del guion establecido. Una mujer a partir de los 30 tenía la obligación de engendrar una criatura. Si decidía que no sería señalada con el dedo y cuestionada. Si no podía sólo le quedaba la adopción como último recurso. La sociedad ha empezado a plantearse todas estas normas. ¿Quién decide que una persona puede o no ser madre? ¿Y si los hijos pudieran ser objeto de cambio? ¿Quién regula todas las nuevas opciones?
En todos estos nuevos dilemas, que también han pasado a la esfera política con la polémica sobre la maternidad subrogada, el cine ha querido aportar su granito de arena. Este año varias películas han hablado sobre las distintas formas de acercarse a la maternidad. Lo ha hecho Alanis, que muestra a una prostituta que se dedica a levantar a su hijo, Tierra firme, que desde la comedia dramática aborda los nuevos modelos de familia y de tener un hijo, y desde el thriller y la puesta en duda de lo que consideramos moralmente aceptable lo hace Una especie de familia, la nueva película de Diego Lerman protagonizada por Bárbara Lennie.
La actriz española da vida a Malena, una mujer argentina de clase acomodada que viaja al norte del país para recoger al bebé que espera y que está a punto de nacer. La madre que dará a su hijo es Marcela, que debido a la imposibilidad de mantenerlo ha decidido ‘venderlo’ a una mujer con los recursos que a ellas le faltan. Uno de los papeles más complejos a los que se ha enfrentado la actriz y que la ha obligado a plantearse muchas cosas. Lerman le lanza a la cara al espectador una pregunta: ¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar para ser madre?
Lennie confiesa que “como actriz para poder defender a mi personaje me posicioné a muerte con ella y con su deseo y su necesidad de conseguir su maternidad por encima de todo”. “Ella necesita ser madre para seguir viva, pero como espectadora, viéndolo de forma alejada me planteaba unas preguntas interesantes, y eso es lo bonito, las dudas morales que propone”, explica a EL ESPAÑOL. La película gira al suspense, pero abre “un debate necesario”. “Hay una realidad que está presente y que es cada vez más extendida y que yo personalmente me hago preguntas. Me pregunto hasta qué punto uno tiene derecho si tiene dinero a casi todo, a tener hijos a pesar de estar explotando a otros. Pero luego conozco casos donde no ha ocurrido así, sino que ha sido un acuerdo sin explotación. Es un cambio de paradigma de la familia y la maternidad y la paternidad, y todo cambio genera debates”, asegura.
Me pregunto hasta qué punto uno tiene derecho si tiene dinero a casi todo, a tener hijos a pesar de estar explotando a otros. Pero luego conozco casos donde no ha ocurrido así
Una película “ambivalente, llena de aristas” y moralmente compleja que explora los límites de la maternidad, y que también conecta con el caso de los niños robados que se vivió en España. Lennie, de padres argentinos, asegura que en la preparación no se hablo del caso, pero también porque “en Argentina es tan presente la figura del desaparecido que no se me venía la historia de España a la cabeza”. Para prepararse, Lerman le pasó entrevistas de gente que había tenido experiencias parecidas a la protagonista.
Bárbara Lennie aceptó el que en el Festival de Cine de San Sebastián, donde compitió la película, calificó como uno de los grandes retos de su carrera. “Irme a rodar a Argentina y meterme y aislarme así fue ya una aventura. Además era un personaje muy difícil de asir, de una temperatura constante que era agotadora. Pero bueno son frases que uno dice y que ahora no sé si estoy tan de acuerdo”, añade la actriz que acaba de rodar en España junto a Asghar Farhadi.
Ya casi ni se acuerda de aquella aventura. En el cine todo viaja a la velocidad de la luz y aquello le parece “lejanísimo. “Es que el cine es una marcianada y te obliga a estar todo el rato adaptándote a nuevas dinámicas y a diferentes horarios, a diferentes personas, diferente comida… y es una profesión muy demandante. Tiene algo de secuestro, disfrutas, pero es así”, asegura la ganadora del Oscar por Magical Girl.
De momento lo que le apetece es volver al teatro, “a la sala de ensayo y a la función diaria”. Ya tiene proyecto, un nuevo texto de Pablo Remón -guionista de No sé decir adiós- que empezará a ensayar en enero para estrenar en marzo en el teatro Pavón Kamikaze. El año que viene volverá a ser el suyo, porque en febrero estrenará La enfermedad del domingo, y tiene pendiente de estreno lo último de Jaime Rosales, que tiene muchas papeletas para acabar en Cannes.