La adolescencia da miedo. No sólo a los padres, que ven cómo sus hijos dejan de ser criaturillas inocentes y se convierten poco a poco en adultos, sino a los propios chavales. Uno descubre de la noche a la mañana que la inocencia se acaba. Cambia el cuerpo, la mente, los deseos y las inquietudes, y nadie prepara para ello. Da igual las charlas que den en el colegio, la edad del pavo es traumática y asusta. Que se lo digan a Paco Plaza, el maestro del terror español y creador junto a Jaume Balagueró de la saga REC, que ha usado una época tan confusa como caldo de cultivo para su nuevo y aterrador filme Verónica.
Un filme de posesiones que funciona como cuento perverso sobre el paso a la adolescencia, las responsabilidades que uno no desea y aquellos jóvenes a los que la cruda realidad les hace madurar antes que a sus compañeros. Una nueva muestra del pulso de Plaza para el terror que llega a los cines españoles este viernes antes de presentarse internacionalmente en el Festival de Toronto.
La película toma un acontecimiento real, el expediente Vallecas, y recupera los informes policiales de un suceso ocurrido en Vallecas en 1992, en el que una joven comenzó a sufrir fenómenos extraños en su casa tras jugar a la ouija en el colegio con unas amigas. Para el que no esté familiarizado con lo ocurrido mejor no desvelar más datos, sólo añadir que es el único caso en el que el informe policial incluía detalles paranormales. Aquellos que llegaron a la viviendo hablaban de armarios que se abrían, manchas en las paredes y hasta un cristo separado de una cruz. Elementos más que suficientes para construir un terror cañí, que juega también con todas las señas noventeras posibles. Ahí están Héroes del silencio como banda sonora de una película sobre espíritus y posesiones.
Paco Plaza conocía el expediente Vallecas por programas como Cuarto Milenio, pero nunca se había planteado hacer una película hasta que se lo ofreció el productor Enrique López Lavigne. Un encargo que, finalmente, se convirtió en algo más. “Es curioso, porque siendo un encargo ha terminado siendo la película más personal que he hecho nunca. Cuando íbamos desarrollando la película nos íbamos alejando de los hechos reales en el sentido de que no queríamos hacer una documentación exhaustiva o que fuera muy documental, sino que fuera el punto de salida para hablar de otras cosas, en este caso del miedo a crecer, de cómo cuando te conviertes en un adolescente todo cambia, porque cambias tú, eres una especie de mutante que desarrolla cosas en tu cuerpo que te son ajenas. Ese momento en el que te cambia la voz y no reconoces la voz de ese señor que habla, cuando te salen pelos… esa angustia de lo desconocido era un terreno muy apropiado”, cuenta el director a EL ESPAÑOL.
El género como gancho para hablar de algo mucho más profundo, un subtexto con el que los creadores españoles siempre han jugado y por ello fueron alabados en todo el mundo. Para Plaza esto es propio “del terror y la comedia”. “Son géneros que establecen un pacto muy limpio con el espectador, tú le prometes que se va a reír, y si cumples esa parte puedes hablar de cosas muy profundas. Y en terror también, si tú prometes que va a tener sustos y sensaciones fuertes, puedes usar ese vehículo para explicar cualquier tipo de historia. Las grandes películas como El exorcista, si las desprovees del elemento genérico siguen funcionando, es un filme sobre el sentimiento de culpa de una madre”, añade el realizador.
Ni siquiera cuando aceptó el proyecto sabía que iba a tornarse en ese canto terrorífico a la adolescencia, sino que fue durante la película cuando se fue dando cuenta. “Muchas veces el proceso es como esculpir una piedra, que te va revelando la forma según eliminas capas y buscas. Es como atrapar un hilo de un carrete del que tiras sin saber lo que va a haber al final. La propia película se te va revelando, y hablas de algo a lo que te aferras. Aquí hablábamos del miedo a crecer y a asumir responsabilidades. Es bonito encontrar algo de lo que hablar, pero no llevaba años pensando de hablar de ese trauma”, apunta con sinceridad.
Maestro del terror
A Paco Plaza esa etiqueta del maestro del terror no le pesa, tampoco le parece que le limite, de hecho la ve “lógica”. “Siempre hemos trabajado ahí, porque es un género que nos gusta como espectadores, y desde que hacemos cortos estamos ahí, sería injusto quejarse”, dice el director, al que también le gustaría rodar una comedia, un género que de alguna forma siempre aparece en sus historias, por oscuras que sean. Él fue también el director de aquella OT, La película, un documental realizado al rebufo de la fama de Bisbal y compañía y que hoy con mucha sorna reconoce que “también tenía un componente de terror”.
Para estrenar Verónica han tenido que pasar cinco años, aunque Paco Plaza no considera que haya estado parado, por el camino produjo Requisitos para ser una persona normal, la ópera prima de Leticia Dolera, y dirigió un capítulo de El ministerio del tiempo. “Ahora lo pienso y es una barbaridad, pero no creo que haya perdido el tiempo, en absoluto. Estuve trabajando un tiempo en un proyecto que no salió porque no encontré el enfoque apropiado, y es verdad que ahora espero que no vuelva a pasar tanto tiempo, pero no estuve sin dirigir por una serie de desdichas, sino que vas haciendo otras cosas y ahora ha llegado el momento de volver. Cuando vero la película creo que tiene algo de ópera prima. No sé si es porque es la primera después de los 40, pero creo que estoy empezando un camino distinto, como si fuera un chaval ilusionado”, cuenta.
Ahora queda esperar a la taquilla, ese espíritu imprevisible que en el cine español tiene la llave para dirigir una nueva película o no. Para ellos ha querido crear un filme que dé miedo, que hable de la adolescencia, pero que huya de la nostalgia, “un veneno” que últimamente devora el cine y la televisión y que Verónica, por muy noventera que sea, ha intentado evitar.