Cuando uno ve los documentales de La 2 siempre viaja a sitios insospechados con criaturas salvajes. Los leones de África, los dragones Komodo de Indonesia, o los canguros australianos son los protagonistas de imágenes imposibles que los cámaras tardan años en grabar. De tanto buscar lo increíble uno se olvida de que más cerca de lo que parece hay una fauna y flora que no tiene nada que envidiarle a la de otros continentes. Animales hermosos que dan fotogramas tan espectaculares como los de esos programas. Pero en una España cainita preferimos anhelar lo de fuera a redescubrir lo nuestro, aunque esté a dos horas en coche de viaje.
Con ese afán de enseñar lo que hay aquí, de educar la mirada del espectador y de dar a conocer criaturas que la gente desconoce llega Cantábrico, el documental de Joaquín Gutiérrez Acha que llega el viernes a las salas y que muestra la vida salvaje en la cornisa cantábrica durante cuatro estaciones (que realmente fueron dos años de rodaje). Osos pardos, halcones, lobos que atacan a ciervos, arañas, gatos monteses, lirones, todos se pasean por unas imágenes que muestran la naturaleza sin aditivos, desde la ternura de un osezno mamando, hasta las dentelladas de un lobo desmembrando a su pieza.
Gutiérrez Acha realiza una operación similar a la que hizo hace años en Guadalquivir y cambia de ecosistema. De las riquezas de las marismas y del calor abrasador a las montañas nevadas y el deshielo de la zona norte española. “Es uno de los lugares más salvajes que tenemos. Hay osos, lobos, picamaderos negros… y eso había que llevárselo a la gente, porque mucha gente no sabe que tenemos halcones abejeros y hay que enseñarlo. Hay un sinfín de personajes desconocidos, incluso un pequeño mundo en el que hay insectos y mariposas que hacen cosas increíbles”, cuenta el director a EL ESPAÑOL y define su obra como “un canto a la vida”.
Es el segundo largometraje del realizador, pero lleva toda la vida dedicada al documental de naturaleza con su productora Bitis, y ha trabajado para la BBC y es el único español que ha conseguido trabajar para National Geographic, y después de todo ello tiene claro que “falta conocimiento, sin duda”. “Nosotros siempre estamos cerca de gente a la que le gusta esto, por profesión o por afinidad, pero nos olvidamos de que eso es una parte muy pequeña de la población, porque las ciudades están cargadas de gente que viaja en metro y que sólo va de la oficina a casa, o como mucho sale un día que hace bueno a comerse una chuleta al borde del monte, pero al borde, lo que pasa dentro no lo saben, y es algo que está tan cerca como el cantábrico, que está al lado de ciudades como Santander, Gijón y Oviedo”, explica.
La gente no sabe que tenemos esta riqueza, y es que es un territorio salvaje que está muy cerca, un lugar que es capaz de competir con los sitios más bonitos de la Tierra
“La gente no sabe que tenemos esta riqueza, y es que es un territorio salvaje que está muy cerca, un lugar que es capaz de competir con los sitios más bonitos de la tierra. La WWF compara el Cantábrico con Alaska, había una campaña que decía que no hacía falta irse tan lejos para disfrutarlo”, añade el director que subraya que las imágenes “no hay nada trucado”, aunque en vez de seguir a los animales durante cuatro estaciones, lo han hecho durante dos años. Eso les ha dado la oportunidad de captar imágenes a la segunda que en una primera intentona no pudieron, como el celo de los urogallos o los salmones remontando el río.
Félix sólo hay uno
El prestigio logrado por Joaquín Gutiérrez Acha en los últimos años, los premios logrados (Guadalquivir fue el primer documental de naturaleza nominado a los Premios Goya) y la ausencia de programas y personas que dediquen su vida a nuestro hábitat, han hecho que muchos le comparen con Félix Rodríguez de la Fuente, el naturalista y divulgador que hizo popular el documental de televisión gracias a El hombre y la Tierra, el programa en el que con su única e inolvidable voz recorría los rincones de nuestra geografía.
“Precisamente hoy he estado con su hija, yo le admiro muchísimo. Creo que más que su sucesor o su heredero, porque él es inimitable e inigualable, soy uno de sus envenenados. Yo estoy en otro contexto, no soy el conductor de mis programas, porque gracias a las nuevas tecnologías los animales ya cuentan sus propias historias o sólo hace falta una locución. Él era un comunicador y yo ni por asomo lo soy, ni creo que sea el método porque los tiempos han cambiado. Antes se requería ese entusiasmo, porque además la imagen no era tan buena como ahora. Cuando Félix murió los programas no se sostenían como cuando estaba él. Hay muchos que quiere ser su sucesor, pero yo me mantengo al margen. No hay que compararse, hay que hacer el trabajo como uno sabe y adaptarse al momento. Fenómenos como él o David Attenborough salen dos en décadas”, dice a este periódico.
Lo primero que tenemos que hacer es conocerlo y preservarlo nosotros. El cine nos ayuda a ver la naturaleza en su máximo esplendor, y eso sirve para concienciar, es una herramienta de conservación
La norma escrita a fuego para Cantábrico era “no interferir”. “Esto es un hábitat salvaje rodado en estado natural. Las cámaras están a una distancia suficiente para que no haya interferencia, con naturalidad. Cuando vemos a una osa con sus cachorros encima y los da de mamar y están jugando y retozando, eso es una evidencia de que nadie los está molestando, son pruebas fehacientes de cómo se hacen las cosas”, añade el director al que el azar le ayudó con una de las escenas más espectaculares de Cantábrico, el ataque de unos lobos a un ciervo que no contaban con encontrarse.
Incluso cuando ha trabajado con BBC o National Geographic Society ha conseguido que se grabaran “partes importantes de la geografía española que se han emitido en todo el mundo”. “Algo tendrá para poder competir con leones africanos. Yo hice aquí un programa de mangostas españolas para la BBC. Pero lo primero que tenemos que hacer es conocerlo y preservarlo nosotros. El cine nos ayuda a ver la naturaleza en su máximo esplendor, y eso sirve para concienciar, es una herramienta de conservación, y hay que vender esto, que es nuestro y está aquí. Hay que velar por ello ahora, no dejarlo para las generaciones del futuro”, asegura este director que aunque no quiera, tiene el virus de Félix Rodríguez de la Fuente muy dentro.