Hay actrices a las que les gusta el riesgo. Retarse con cada papel que interpretan. Ir más allá. Pueden fallar en el intento, pero siempre saltan al vacío en vez de quedarse en una zona de confort. Elena Anaya es una de ellas, y los últimos meses han dado prueba de ello. Ha pasado de ser la villana de Zipi y Zape a una madre que intenta superar la pérdida de su hijo en La memoria del agua. Ahora estrena Lejos del mar, la película de Imanol Uribe, en la que se enfrenta a uno de los papeles más complejos de su trayectoria. Ella es Marina, la hija de un asesinado por ETA a la que el destino le pone en su camino al verdugo de su padre. Entre ellos se produce una relación casi enfermiza, “extrema”, como la califica su propio director.
Anaya defiende su papel con uñas y dientes. Lo hace desde una fragilidad que contrasta con la rabia de este personaje con el que el director vasco ha vuelto a bucear en las heridas provocadas por la banda terrorista.
Marina es uno de los papeles más complicados que ha interpretado.
Pues mira, este verano he sacado tres películas y las tres son de traca. La memoria del agua ha sido muy complicada también, pero sí que pienso que este puede ser uno de los personajes más difíciles que he hecho, de los más complejos.
No sé si al leer el guion tuvo miedo de que el público no entendiera cómo actúa su personaje.
Siempre que hago una película pienso que le público no la va a entender.
¿Es pesimista?
No, es que es un trabajo muy difícil.
¿Y en este personaje lo pensó incluso más, viendo las decisiones que toma?
A mí, leyendo el guion, lo que me pasó es que me lo creí todo, y yo me guío por esa primera sensación que no se vuelve a repetir. Igual que cuando lees un libro por primera ocasión, eso sólo ocurre una vez. Me leí la historia y entré, absolutamente entré, igual que me ha pasado con otras películas de Imanol. Me interesaba mucho el personaje de Marina y me parece interesante que se hiciera una película sobre las consecuencias de la violencia y el precio tan grande que se paga por no curar las heridas que provoca ese dolor.
Me parece interesante que se hiciera una película sobre las consecuencias de la violencia y el precio tan grande que se paga por no curar las heridas que provoca ese dolor.
La película dice que 'No es cuestión de perdonar, sino de intentar olvidar'.
Esa frase es mía. En esa secuencia después de esa cena había muy poco escrito, porque Marina habla muy poco, que me encanta. Pero en esa secuencia le dije a Imanol: 'necesito decir esto'. Porque no se trata de perdonar. Marina podría haber perdonado. Yo te puedo dar mi perdón, pero ¿puedo volver a ser una persona normal? ¿puedo volver a respirar sin ahogarme? Marina no puede.
¿Cree que España está preparada para olvidar?
Uff, yo no hablo sobre si todo un país está preparado o no, yo puedo hablar de lo que yo pienso, que es lo que más ayuda al ser humano. A mí me ayuda a atravesar lo que me ocurre.
A Imanol se le puso esa etiqueta de 'cronista de la violencia de ETA'. ¿Cree que hay miedo a tratar este tema en el cine español?
Imanol cierra una trilogía con esta película. A mi este guion me dejó de piedra, porque además había leído que nunca más volvería a hacer una película sobre ETA, pero no lo cumplió. Me parece que es un cineasta impecable que ama al cine y que sigue su instinto por encima de todo. Ha podido el amor a contar historias a la repercusión que podían tener a largo plazo.
¿Contactó con víctimas de ETA para preparar el papel?
Se lo pregunté a Imanol. Esta película tiene un trasfondo político, pero no habla de política, habla de dos personas unidas por lo irremediable del destino. Entonces tuve un primer impulso, pero Imanol me invitó a no hacerlo. Yo trabajo para los directores, ellos entregan la película al público y tengo que ser fiel a lo que me piden. A veces soy demasiado obediente con los directores, aunque otras soy muy tocapelotas, también te lo digo. Pero en esta ocasión quise comprender muy bien su dolor, quise comprender como una persona tan mental, con una carrera, que tiene esa familia, aunque a veces la familia no son lo que uno sueña, con un marido al que quiere, o no, porque nunca se lo ha planteado y con un niño precioso, de repente se encuentra con quien nunca pensaba que se iba a volver a encontrar.
La vida le vuelve a poner en ese lugar para dejar de ser una persona mental y ser una persona instintiva y se mueve por algo que no controla, que no depende de ella, algo que viene incluso desde fuera, una fuerza superior, y Marina se deja llevar por esa fuerza que la arrastra hasta lugares que no pensaba que iba a alcanzar.
Hago mi trabajo con mucho amor y entrega y lo mejor que puedo. A lo mejor en ese momento cometí un error que fue juzgar a una persona que debería no haberlo hecho
¿Es uno de esos papeles que uno se lleva a casa cuando acaba el rodaje?
Todos los personajes que hago pertenecen a mi vida, para siempre, a veces me paran por la calle y me dicen que han visto una película que hice hace 18 años. Estoy conectada para siempre con esos personajes, pero un actor tiene que aprender a entrar en un personaje pero también a salir.
Hace poco se originó una polémica por una declaración suya sobre un futbolista. ¿Cree que existe una excesiva exposición a lo que dice u opina?
Llevo trabajando 22 años haciendo películas, no creo que ahora haya un momento más peliagudo. Hago mi trabajo con mucho amor y entrega y lo mejor que puedo. A lo mejor en ese momento cometí un error que fue juzgar a una persona que debería no haberlo hecho. También es verdad, tu eres periodista y yo estoy leyendo ahora mucho a Oriana Fallaci, una de las mejores periodistas que ha existido. Ella grababa todas y cada una de las entrevistas que hacía, que eran larguísimas. ¿Sabes por qué? Porque decía que el periodista, transcribiendo esas entrevistas, a veces largas y que te tienes que adaptar al espacio que tienes, puede manipular el significado de lo que tu entrevistado ha dicho. Entre esos dos lugares hay un abismo y hay que encontrar el equilibrio.