Fon F. Sánchez
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Los soviéticos se quejaron de la poca seriedad del comunismo caribeño. Los cubanos, de que los rusos se habían quedado en los clichés de la isla. Durante 30 años, la película no se pudo ver por vergüenza de sus coproductores socialistas, Moscú y La Habana, que la sepultaron en un cuarto oscuro al fondo de sus filmotecas. Hasta que los gringos, en la década de 1990, la descubrieron y se quedaron boquiabiertos.



Fue en un festival de cine de San Francisco en 1993. A continuación, la distribuidora neoyorquina Milestone adquirió sus derechos a Gosfilmofond, la cinemateca rusa, y el ICAIC cubano; y se lanzó a hacer una copia restaurada en 35 mm y con nuevos subtítulos. El crítico de cine J. Hoberman calificó Soy Cuba de "alucinación bolchevique", y como la película soviética "más brillante desde 1920,  artísticamente increíble, temáticamente polémica y financieramente desastrosa".

Propaganda socialista

Francis Ford Coppola y Martin Scorsese se prestaron a dar su nombre y sus palabras. Paul Thomas Anderson, menos pudoroso o quizá más apasionado, copió literalmente una de las hazañas cinematográficas del grupo de cineastas ruso-cubano. El plano secuencia de una de las fiestas californianas en su oda a la época dorada de la pornografía Boogie Nights de 1997, está basado en la apertura en la piscina de un hotel habanero de "Soy Cuba", la co-producción cubano-soviética dirigida por Mikhail Kalazotov en 1964 y destinada a revolucionar el cine de propaganda socialista.

La película había sido completamente olvidada tanto en Cuba como en Rusia. Fue un programador estadounidense quien la redescubrió

Y lo hizo. Tanto, de hecho, que nadie se atrevió a volver mostrarla."La película había sido completamente olvidada tanto en Cuba como en Rusia. Fue un programador estadounidense quien la redescubrió en una visita a la cinemateca rusa en Moscú", sostuvo Carlos Gutiérrez, co-fundador de Cine Tropical, una distribuidora estadounidense dedicada al cine latinoamericano, en conversación con El Español.

Fotograma de Soy Cuba.

"De hecho", remarcó, "en Cuba, donde se rodó en 2005 un documental (El mamut siberiano) sobre la producción de la película, algunos de los participantes se sorprendían de que a alguien le interesase. La consideraban un fracaso".

La obra y la expectación

Ahora que Raúl Castro y Barack Obama se dan la mano, van juntos al béisbol, y se planean los primeros vuelos directos entre EEUU y Cuba en más de cinco décadas, algunas salas estadounidenses han decidido exhibir la película comercialmente. En Miami y en Washington D.C. ha tenido limitadas reposiciones, que han dejado aún más sorprendidos a los espectadores.



"Es una de esas raras obras que están a la altura de toda la expectación y misterio que las rodean", explicó Kareem Tabsch, dueño de O Cinema en Miami Beach donde se proyectó por unas semanas. Tras una reciente proyección en los cines del American Film Institute (AFI) de Washington de sus más de tres horas de duración, queda patente su potencia visual y que la vanguardia cinematográfica pocas veces ha tenido su epicentro en Hollywood.

Es una de esas raras obras que están a la altura de toda la expectación y misterio que las rodean", explicó Kareem Tabsch, dueño de O Cinema en Miami Beach donde se proyectó por unas semanas
"Se ve despolitizada, cierto, tras cuarenta años. Pero el trabajo de cámara de Sergey Urusevsky sigue siendo asombroso", agregó Gutiérrez, sobre el director de fotografía ruso. Aunque ahora el trasfondo político es de deshielo y de cauteloso acercamiento, conviene recordar la confrontación existente durante su rodaje.


La superproducción, basada en un guión conjunto del poeta soviético Yevgeny Yevtushenko y el cubano Enrique Pineda Barnet, se inició en 1962 apenas un año después del fallido intento de invasión estadounidense de Bahía de Cochinos. La tensión con Washington estaba en su punto álgido y los socialistas querían demostrar el potencial de la revolución triunfadora, que había expulsado al dictador Fulgencio Batista e instaurado un régimen comunista, a apenas 150 kilómetros de Florida.

Ir en burro

Pineda Barnet ha escrito que tanto Fidel como Raúl Castro (sí, el mismo de la reciente y extravagante rueda de prensa junto a Obama), ambos grandes amantes del cine, se implicaron en la producción. Así como el Che Guevara, quien se convirtió en "asesor informal" y visitó en varias ocasiones un rodaje que se prolongó durante dos años, con los consiguientes excesos presupuestarios.

Fotograma de Soy Cuba.



Castro llegó a instar a los guionistas a ir a Sierra Maestra, donde se inició la ofensiva revolucionaria, "aunque tuviésemos que ir en burro" para captar la esencia, de acuerdo a Pineda Barnet. Sin embargo, la realidad fue mucho más compleja que la teoría. Todos los implicados reconocieron que el hermanamiento socialista no fue fácil. Los rusos sudaban sin parar, desconcertados; y los cubanos desconfiaban de las rígidas directrices de los rusos. No hubo la confraternización esperada.



Solo hubo un punto de coincidencia: la película no era algo de lo que mostrarse particularmente orgullosos. El resultado, sin embargo, es tan imponente como inclasificable.

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