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En 2010, cuando Nanni Moretti trabajaba en el montaje de Habemus Papam, su anterior filme, su madre falleció. Agata Apicella Moretti había ejercido una gran influencia en su vida, incluso había aparecido en algunas de sus películas, siempre, como hacía Almodóvar con su propia madre, en un discreto segundo plano. Con Mia madre, el cineasta italiano no sólo dedica un recuerdo a la mujer que le trajo al mundo, sino que nos sitúa frente a un tabú contemporáneo de la sociedad occidental -la pérdida de los seres queridos-, que ya trató con inteligencia en La habitación del hijo.

En pantalla, Moretti se reserva un papel secundario, como ya ha venido haciendo en sus últimas películas. En este caso es el abnegado hermano de la protagonista, alter ego del propio cineasta. Marguerita (Marguerita Buy) es una directora que se enfrenta a la pérdida mientras su mundo le viene encima. Una regista de manual, maniática, obsesiva y perfeccionista, incapaz de ordenar su mundo en otro sitio que no sea el plató, mientras lidia con un rodaje complejo y una estrella de Hollywood capaz de sacarla de sus casillas (John Turturro). Su incapacidad para enfrentarse a la vida y para relacionarse con otras personas se le viene encima mientras su madre (Giulia Lazzarini) se apaga lentamente. Moretti habló con EL ESPAÑOL por teléfono desde Roma. No ofrece recetas ni consejos de autoayuda. La vida es dura. Su película, aunque coquetea con la comedia, también.

No sé si hablo con Nanni Moretti o con Marguerita…

Con Nanni Moretti, que ha pensado en el personaje de Marguerita, y que le ha dado muchas de sus características.

¿Cuánto de usted hay en esta directora un poco obsesiva y algo tiránica con quienes la rodean? ¿Usted se ve así?

Sí, me veo así. Y también me ven los demás así. Cuando Marguerita y su compañero sentimental están cenando en una terraza y él la acusa de no darse cuenta de lo que piensan los demás y de destrozarlo siempre todo, son observaciones que me han hecho a mí también en la vida. Y hay una característica fundamental de Marguerita que también es mía: la sensación de estar inadaptado. Es similar al sentido de inadaptación del Papa en Habemus Papam. No se siente a la altura de su papel

Pero usted es un cineasta consolidado, con una larga trayectoria alabada por la crítica y llena de premios. ¿Se siente inseguro pese a todo ello?

No inseguro, pero sí en el sentido de no estar adaptado. Me avergüenza un poco hablar directamente. Prefiero hacerlo desde dentro de la película, transmitiendo con el filme. Prefiero esconderme. Me avergüenza hablar de mí: esto lo vivo tanto en las ocasiones públicas como privadas.

Mia madre habla de nuevo de la pérdida de un ser querido. Esta vez se inspira en el fallecimiento de su propia madre. ¿Cómo era? Hábleme un poco de qué tipo de mujer fue.

Fue una persona con un gran sentido, una gran ética del trabajo. También una gran pasión por la enseñanza. Después de la muerte de mi madre me ocurrió un poco lo que les sucede a Marguerita y a Giovanni en la película: oyendo hablar a otras personas de mi madre, a través de lo que contaban sus ex alumnos, la he visto desde otro punto de vista, otro ángulo y eso es una cosa increíble. Tuve la sensación que, antes de oír esto, no había comprendido algo sustancial de ella, y eso fue bastante doloroso de admitir.

No me planteé: 'Esto no se puede mostrar en el cine'. Para mí, todo está en el modo en que se cuentan algunos temas

La muerte cotidiana, la de una anciana, la de un hijo, no una con explosiones ni gran épica, como suele adornarla el cine, ¿es todavía un poco un tabú creativo?

Cuando pensé en esta historia no me planteé: 'Esto no se puede mostrar en el cine' ni 'el público este tema lo rechaza'. Para mí, todo está en el modo en que se cuentan algunos temas. Pienso que el estilo y el tono son algo importantísimo. Cuando cuento temas así, como en La habitación del hijo o en Mia madre, trato de no ser sádico respecto al espectador. Para mí algo importante es que los personajes ocupen el centro, casi diría las personas con sus emociones. En el centro de Mia Madre no me quiero poner a mí como director, con mi estilo: quería situar como elemento central a las personas con su verdad y su humanidad. No quiero hacer una exhibición de capacidad o de genialidad como director. Creo que, sobre todo en Mia madre, el estilo del cineasta tiene que estar al servicio de la humanidad de los personajes. No quería caer en el exhibicionismo.

En el filme logra mezclar el humor con un tema tan complejo. ¿Qué representa para usted el humor? ¿Dónde están los límites?

En mis películas, siempre hay una mezcla de comedia y drama. Es la manera en que me apetece escribir las películas, también en que me viene la inspiración para hacerlas. No es que en la cinta haya partes cómicas. O más bien, no es que estas partes cómicas, que existen de hecho en el filme, estén hechas a propósito para equilibrar las partes dramáticas. Es solo que así me vienen a la mente cuando estoy contando la historia, como una mezcla de comedia y drama. Así ha sido siempre mi manera de narrar.

Moretti, con Marguerita Buy, en otra escena del film

Es también un retrato del mundo del cine autocrítico y corrosivo. Retrata a directores y a estrellas de cine como personajes alejados un poco de la realidad. ¿Ha conocido a directores tiránicos y a estrellas caprichosas?

No, actores caprichosos nunca me ha ocurrido. Tengo que decir, hablando de los actores, que me siento mucho más cercano a ellos que hace 30 años. Me siento más solidario, más afecto. Por lo que respecta a ser tiranos, los directores, Marguerita lo es, pero también de manera contradictoria, porque le dice a sus colaboradores: '¿Por qué siempre me dais la razón?' Por lo que respecta a ser tiranos, digo lo mismo que con el egocentrismo antes: no es inevitable para un director... pero ayuda.

Cuando un director rueda con intención de cambiar la mente de los espectadores coge un camino peligroso que a veces lleva a hacer malas películas

La película dentro de la película, la que rueda Marguerita, habla de crisis, de despidos y de la realidad social que vivimos. Pero hay todo un discurso sobre lo que pesa la conciencia social. Los periodistas no paran de preguntarle sobre compromiso social y ella parece harta. ¿Lo está usted?

No, no hay ninguna obligación de hacer películas sobre temas sociales. Pero no quería que la película de Marguerita fuera un reflejo de su vida privada. No quería que, como en un juego de espejo infinitos, en mi filme apareciera la vida privada de Marguerita y luego que ella hiciera otra sobre a su vez su vida, y así repetidamente. Quería que, mientras que ella tiene tantas incertidumbres en su vida … pero no no

¿Cree en el papel social del cine en ese sentido?

No, cuando un director rueda una película con intención de cambiar la mente de los espectadores coge un camino peligroso que a veces lleva a hacer películas feas y malas. No creo que el cine tenga el objetivo o el papel de cambiar el mundo, ni siquiera la cabeza de las personas. Lo que sí es importante es que los filmes, incluso después de haberlos visto, sigan hablando a los espectadores, haciendo efecto en sus pensamientos.

Una pregunta algo más ligera para acabar: si nos damos un paseo por Roma, ¿le seguiríamos viendo pasar en una moto?

Sí, en mi Vespa... Pero tengo un modelo nuevo, porque con la antigua ya no se podía circular.

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