Todo el planeta se fija en ella. Es la elegida. La triunfadora. Podríamos referirnos a Jennifer Lawrence, pero también a Katniss Everdeen. Una es real, la otra imaginaria, pura ficción. Ambas surgieron prácticamente de la nada para, en muy poco tiempo, llegar a lo más alto y pasar de ser chiquillas a mujeres con el mundo a sus pies. Esta semana llega a nuestros cines Los juegos del hambre. Sinsajo: Parte II.
Sí, toda saga teen tiene un fin, por más que alarguemos las trilogías a tetralogías dividiendo en dos los capítulos finales, un truco ya ensayado antes en Harry Potter y Crepúsculo.
En Sinsajo: Parte II, la rebelión contra la dictadura del presidente Snow (Donald Sutherland) continúa. Katniss se despierta con el cuello y el corazón hechos trizas: su amigo y compañero superviviente de los juegos, Peeta (Josh Hutcherson) había intentado matarla al final de la tercera película. No era él en realidad, sino un muto, el resultado de un sofisticado lavado de cerebro. Y así, sin aclararse sobre si debe amar u odiar a la heroína, se pasará buena parte de esta cinta de acción y corazones divididos que cierra la serie. Katniss, Peeta y un grupo de guerrilleros tendrán que llegar al centro del país, alcanzar el Capitolio y tratar de acabar con el tirano, que ha llenado de sofisticadas trampas la ciudad. Habrá bajas -a los lectores del libro no les pillará por sorpresa-, violencia y cierto grado de crueldad. También una reflexión sobre el terrorismo y los daños colaterales. Katniss tendrá que tomar al final una decisión compleja.
La saga teen más madura
Estamos ante una saga para adolescentes, pero quizá la más osada de ellas, un buen tramo por delante, en madurez y en ambición, de Harry Potter, Las crónicas de Narnia o Percy Jackson. Incluso de El corredor del Laberinto y Crepúsculo. Pero un producto para llenar las salas con jóvenes, al fin y al cabo.
Lawrence había encadenado desde 2006 varios papeles menores, incluido uno a las órdenes de Guillermo Arriaga en Lejos de la tierra quemada (2008), y uno como protagonista en The Poker House (2008). Pero todo comenzó en realidad para ella en 2011 con una película pequeña y seca. Un hueso duro de roer de esos que se te atraviesan en la garganta: Winter's Bone. Lawrence (Louisville, Kentucky, 1990) conseguía convencernos en el filme de Debra Granik de que era casi una niña -su rostro aún adolescente y sin maldad ayudaba-, que iba desentrañando la desaparición de su padre en una cerrada comunidad de la América más profunda. Un lugar frío, salvaje, donde los secretos se esconden en ciénagas y la justicia no la administra el Estado sino la propia comunidad.
Con veinte años y un debut como protagonista, Lawrence se vio en la alfombra roja nominada a un Oscar. No cayó el premio, pero tampoco tuvo que esperar mucho. Y aquel papel fue clave para que los productores de la adaptación de la saga de Suzanne Collins se fijaran en ella.
Al año siguiente, una audición redonda le dio el papel, que estaba muy disputado. Pero Lawrence impresionó a los productores con su capacidad para transmitir emociones. Rodó Los juegos del hambre. El trampolín soñado. Cuando estrenó la primera película, la saga llevaba vendida en EE UU 24 millones de libros -con la película estrenada, pronto se convirtieron en 36-. La primera parte de la saga cinematográfica recaudó en todo el mundo 694 millones de dólares, según cifras de la web Box Office Mojo.
En pleno tirón comercial de la saga futurista, supo aprovechar sus oportunidades entre rodaje y rodaje. O más bien, la oportunidad. Se llamaba David O. Russell, y traía un caramelo bajo el brazo. Una comedia romántica con protagonista conflictiva: El lado bueno de las cosas (Silver Linings Playbook). Lawrence, ahora sí, subió a recoger el Oscar. Hollywood comenzó a disputarse sus servicios. El director que descubrió el lado bueno de la estrella adolescente firmó un pacto de musa-director que les llevó a repetir con La gran estafa americana (American Hustle) en 2013. Nueva nominación, la tercera, esta vez como actriz de reparto.
¿Segundo Oscar?
Luego siguieron la segunda y tercera parte de la saga de jóvenes enfrentados a esa suerte de circo romano futurista. Total: 865 y 755 millones de dólares, respectivamente. La última entrega, que llega a España una semana después de aterrizar en los cines de EE UU, lleva recaudados 267,1 en todo el mundo. Más de 100 millones por encima de lo que hizo en su primer fin de semana la segunda entrega, la más vista.
En breve, veremos a Lawrence en su tercer trabajo junto a O. Russell, Joy, un drama sobre una joven dispuesta a lo que sea para mantener el negocio familiar a flote. Las revistas de cine y las webs ya bullen con comentarios sobre un nuevo Oscar para su protagonista.
Como el dinero hace girar el mundo, y Hollywood está lejos de ser una excepción, Lawrence es la actriz que más ha ganado en un año -desde junio de 2014 hasta junio de 2015- en la lista de Forbes: 52 millones de dólares. Pero nadie asciende a la cima sin exponerse. El escándalo llegó a comienzos de septiembre del año pasado cuando un hacker se coló en sus archivos personales y aireó una serie de fotografías explícitas de la actriz, desnuda y en diferentes poses. Aquello fue viral y definitivo: Lawrence era toda una estrella, escándalo incluido.
Tiene filmes a la vista con Aronofsky y Spielberg, y está rodando con Morten Tyldum "Passengers". En breve, saltará a la dirección
Pero nada parece frenarla. La hemos vista como Mística, la hermanastra del profesor Xavier en los dos relanzamientos de la saga de mutantes más conocida, X-Men: Primera generación (2011) y X-Men: Días del futuro pasado (2014), y ya hay una tercera entrega en postproducción, X-Men: Apocalipsis. A la vista, proyectos con Darren Aronofsky, Steven Spielberg y Morten Tyldum, el director de The Imitation Game, con quien ya está rodando el filme de ciencia-ficción Passengers, donde le ha tocado su primera escena de cama, con Chris Pratt, que ha dado muchos titulares: cuenta que la rodó borracha y llena de sentimientos de culpa...
En breve saltará además a la dirección. Se pondrá al frente de Proyect Delirium, una película basada en experimentos mentales en los años 60, la llamada guerra psicológica. “Durante todo este tiempo he querido probar suerte como directora, pero no lo he hecho público antes porque prefería hacerlo a decirlo".