El 9 de septiembre de 2004, por la mañana, Dan Rather era uno de los rostros más populares de la televisión de EEUU. Llevaba 44 años en la CBS, 24 de ellos como anchor -presentador- de las noticias de la tarde de la cadena. La estrella de los informativos, el buque insignia de la corporación. Como el propio Rather contó en 2012 en sus memorias, tan sólo la BBC inglesa podía hacerle sombra en reconocimiento y prestigio a su bloque de noticias. “Lo llamaban 'ser el rostro y la voz' de la división de noticias reportajeadas de la CBS”, reflexionaba el periodista.
Si él era la voz y el rostro, Mary Mapes debía de ser al menos las neuronas, parte del cerebro y las cuerdas vocales. La productora acababa de recibir un premio más para adornar su curriculum por su trabajo en la investigación de las torturas en la prisión militar de Abu Ghraib.
El 9 de septiembre de 2004, por la noche, Dan Rather y Mary Mapes comenzaron a ser cuestionados. Poco tiempo después, ambos estaban en el paro. Habían sido degradados a parias de la profesión y utilizados como cabeza de turco en lo que vino a ser conocido como el Rathergate.
Bush, en el aire
El Rathergate o Memogate -de memorandum, o memo, aunque hay otro caso nombrado igual que nada tiene que ver- fue el escándalo político que pudo haber tumbado al presidente George W. Bush por su paso plagado de presuntas irregularidades por la Guardia Nacional en plena Guerra de Vietnam, pero que en cambio acabó convertido en escándalo periodístico y destruyó la carrera de dos veteranos de la información (y, con ellos, la de todo su equipo).
Así lo cuenta, al menos, La verdad, un filme de ambicioso título y visionado obligado para todo periodista -además de muy recomendable para el resto de mortales-. Su director, James Vanderbilt, es también autor del guión, a partir del libro de la propia Mapes Truth and Duty: The Press, The President, and The Privilege of Power.
Con Robert Redford como Rather y Cate Blanchet como Mapes, La verdad, que se estrena en España el 30 de octubre, es la crónica del ascenso y caída de un scoop y sus autores con todas las dudas y reflexiones que conlleva: ¿hicieron mal Rather, Mapes y compañía en no comprobar a fondo el material que tenían entre manos? ¿Fueron realmente víctimas de una caza de brujas de la cadena para descargar culpas? La función del filme debería ser acercar al espectador ante esa verdad que exhibe en el título, pero dejar que cada cual decidiera. Sin embargo, es una producción combativa que tiene claro de qué lado estaba "la" verdad.
Un resumen de los hechos: en junio de 2004, en plenas elecciones presidenciales, Mary Mapes sigue una pista. Tiene la sospecha de que el presidente de la nación, George W. Bush, mintió acerca de su paso por la Guardia Nacional Aérea de Texas. Para empezar, habría sido metido en el cuerpo por recomendación -como tantos hijos de familias influyentes, dice la periodista en el filme-. Y después no habría cumplido con el tiempo obligado de reclutamiento entre 1968 y 1974. El presidente de un país que en 2004 se desangra política y físicamente en Iraq y Afganistán, se habría escaqueado de servir a su patria durante los años de Vietnam. Era una acusación dura que podía costarle la reelección. A su adversario, John Kerry, le estaban sacando trapos sucios en la misma línea.
Su anterior nombramiento había sido muy discutido: un puñado de votos en Florida -573 para ser exactos- marcó la diferencia en las elecciones más polémicas de la historia reciente de EE UU (al menos, en la fase final del recuento). Como le dice un periodista del equipo, Roger Charles (Dennis Quaid) al colaborador Mike Smith (Topher Grace) en un momento del filme, si Mapes no hubiera abandonado el mismo reportaje sobre Bush en 2000 -en aquellas presidenciales ya andaba detrás de la pista- por el fallecimiento de su madre, quizá el líder del mundo libre, como suelen llamarlo en la serie El Ala Oeste de la Casa Blanca, habría sido Al Gore.
El superíndice
En ese escenario, Mapes recibió la prueba que buscaba: un memorándum, una nota interna que probaba -después veríamos que quizá tan sólo en apariencia- que Bush había escapado a sus deberes con su patria. El documento aseguraba que un mando había recibido presiones para corroborar la presencia del futuro presidente en lugares en los que no había estado durante sus meses de servicio. El equipo consiguió algunos testimonios: habló a cámara el militar retirado del que procedía el documento, también un experto que acreditó que las firmas de mandos militares en reales. Mapes obtuvo además por teléfono la confirmación del general bajo cuyo mando sirvió Bush de que el documento era verídico.
El reportaje se elaboró, editó y montó a toda pastilla. Cualquiera que trabaje en un medio de comunicación conoce los ritmos, la prisa, la urgencia que impone la actualidad informativa. Se emitió en el programa 60 Minutes II el 8 de septiembre por la tarde. En la redacción se brindó por un trabajo bien hecho.
El día después de emitir el reportaje, varias páginas aseguraban que el documento clave era falso
Sólo un día después, por la noche, diversos comentarios en internet aseguraban que Rather y Mapes se habían columpiado. El documento no era real: no podía serlo por el tipo de letra empleado -Times New Roman-, el interlineado perfecto y la presencia de un superíndice (esos pequeños números o caracteres que aparecen sobre letras u otros números, como en “1º”). Nada de eso existía, según sus críticos, en 1972. Era una buena copia, quizá pasada por capas y capas de fotocopiadora para que pareciera antigua. Pero imperfecta.
El calvario de Rather y Mapes comenzaba. Su fuente telefónica, el general Bobby Hodges, se echó atrás y negó que hubiera dado el visto bueno al documento: sólo, aseguró, dijo esta vez, que era verosímil porque casaba con lo que el cargo al que presionaron para ayudar a Bush, el teniente coronel Jerry Killian, pensaba del asunto.
Por otro lado, dos expertos en documentación consultados y que habían mostrado sus reservas dijeron que su opinión había sido ignorada. En el filme, Mapes deja claro que se les escuchó en su campo, como expertos en grafología y en legajos, pero no se tuvo en cuenta su opinión sobre la veracidad del documento por la concordancia o discordancia de fechas y cargos. Para eso ya estaban los periodistas, que tenían su propio criterio.
Echarse atrás
La cadena comenzó a cuestionar a sus profesionales. Les exigieron pruebas y certidumbres. Pronto todo el caso había cambiado de eje: ya no era Bush, eran Rather y Mapes. "En esto se ha convertido el periodismo. ¿Para qué investigar? Gente hablando de lo que otros han investigado", suelta con rabia en el filme la productora.
Rather y Mapes contraatacaron con informes, encontraron documentos de la misma época en la que había superíndices, demostraron que la Times New Roman existía desde 1931. Que el interlineado podía ser perfecto incluso en documentos antiguos.
Pero la defensa ya fue inútil. La película denuncia cómo los detalles comenzaron a ser más importantes que el hecho de fondo que denunciaba el reportaje. Superíndices, interlineado, tipo de letra. Todo discutible, y muy discutido de hecho. Pero de lo que ya no se discutía es de si el joven Bush presionó para evitar ir a Vietnam.
Andrew Heyward, el presidente de la CBS, les fue de poca ayuda. Rather se vio obligado a retractarse en público, diciendo que no podía asegurar que el documento fuera real. Una comisión independiente nombrada por la cadena llegó a la conclusión de que los periodistas habían "fallado miserablemente" a la hora de autentificar las pruebas con que contaban. Mapes y Rather siempre defendieron su versión de la historia.
Aún hoy, en EE UU hay muchas voces que no lo ven tan claro, que dudan de esa verdad. Voces críticas con el trabajo de Rather y Mapes pueden encontrarse a decenas. En 2008, cuando Mapes publicó el libro en el que se basa el filme, críticas como la del Boston Globe seguían dudando de la exactitud de su versión.
Hoy, Mapes y Rather siguen cuestionados y defendidos a partes iguales. El filme ha recibido esa división de opiniones
Mapes fue despedida. Rather presentó su dimisión. Su último programa fue el del 9 de marzo de 2005. La investigadora no volvió a trabajar en televisión, mientras que el presentador dirige un programa desde 2006 en HDNet.
Hoy siguen siendo cuestionados y defendidos a partes iguales. El propio filme ha recibido esa división de opiniones. Medios como The Wall Street Journal siguen siendo críticos con la versión de Rather y Mapes del episodio y, por tanto, con su adaptación cinematográfica. Desde luego, los protagonistas están entusiasmados. "Cate captura tremendamente bien en la película la sensación de desesperación y de pena que realmente sentí", aseguró Mapes a Los Angeles Times.
Detrás de todo, al margen de que hicieran bien o mal, de que el caso fuera una caza de brujas, una pantalla de humo para evitar que Bush perdiera las elecciones o una verdadera metedura de pata periodística, queda en el filme el lamento por un medio de comunicación -la televisión- en manos de grandes corporaciones vendidas al poder político. Rather suelta un discurso a Mapes al final hablando de noticias convertidas en negocio. "Una vez fue un deber público", recuerda. Quizá ese sea el mensaje indiscutible de la película.