El verano de 2024 será especialmente recordado por el regreso de dos grandes series de fantasía. La primera, basada en el universo literario de George R.R. Martin, dio la bienvenida a la temporada estival con sus nuevos episodios, y el cierre de la estación más calurosa viene de la mano de otra ficción basada en un clásico de la literatura del género. Vuelve El señor de los anillos: Los anillos de poder, y su regreso con la segunda temporada confirma que esta espera de dos años ha merecido la pena.

Después de plantear en sus primeros capítulos la disposición de las fichas del tablero, comienza el juego. O, más bien, una guerra entre el bien y el mal, cuya distinción está más que clara. Galadriel (Morfydd Clark) creyó poder confiar en Halbrand (Charlie Vickers), pero las motivaciones de este último eran muy diferentes a las de ella y al final terminamos descubriendo que tras ese papel de víctima se escondía la identidad de Sauron, el Señor del Mal.

Sin embargo, aunque la serie podría quedarse en plantear este enfrentamiento entre dos bandos opuestos, su planteamiento consigue ir más allá y en su temporada 2 vemos cómo los personajes divagan por una moralidad de distintas tonalidades de gris. Todos ellos llevarán a cabo sus primeros movimientos en un camino que parece haber sido trazado ya de principio a fin, pero que a nosotros los espectadores nos hará dudar hasta el final.

Incluso aunque sepamos que Galadriel y Sauron están destinados a encontrarse de nuevo -como si fueran los protagonistas de una caprichosa comedia romántica-, nos quedaremos a descubrir el viaje que lleva a cabo cada uno, observando una especie de campaña por recuperar la libertad y salvar a la Tierra Media de la oscuridad. O, en el caso de Sauron, para ver cómo este se las arregla para apoderarse de todo partiendo desde cero tras haber sido descubierto.

En esta segunda temporada, la joven elfa tendrá que afrontar una verdad descorazonadora: la persona en quien confiaba y a quien había defendido es la personificación del Mal. Y no solo no ha conseguido derrotarle, sino que le ha ayudado a aterrizar y a infiltrarse en la sociedad. Una traición doblemente dolorosa para ella, porque tendrá que deshacer un error gravísimo y compensárselo tanto a sí misma como a los que se fiaron de Halbrand gracias a ella.

Justo este será el punto de partida de la segunda temporada de Los anillos de poder, una serie que se tomó su tiempo para situarnos en su universo y presentarnos a sus personajes y que ha querido subir el nivel en sus nuevos episodios, justificando haberse detenido a narrar esta fantástica historia con calma al principio.

De hecho, el hecho de que no se apresurase en su momento es algo que se agradece viendo los primeros episodios de la temporada 2, que no dudan a la hora de accionar el botón que activa el efecto en cadena de las decisiones que tomaron los protagonistas anteriormente.

Se acabó tener que esperar para descubrir quién es el Extraño (Daniel Weyman) en realidad o qué fue lo que ocurrió con Isildur (Max Baldry), porque el guion nos proporciona la información que tanto ansiábamos y hace avanzar la historia sin rodeos y con una agilidad mucho mayor. Esto nos lleva a pensar que quizá la primera entrega fue simplemente un prólogo o una introducción del explosivo devenir de acontecimientos que se avecinaba.

Y todo ello sin dejar a un lado la impresionante ambientación, donde se vuelve a apreciar que cada dólar invertido está justificado con lo que vemos en pantalla. El universo creado por J.R.R. Tolkien es inabarcable y muy imponente, pero no se puede decir que los creadores de Los anillos de poder no hayan mimado esta adaptación. 

Incluso los más reacios a querer permanecer o los que abandonaron la serie a la mitad podrían encontrar en esta segunda tanda un lugar más acogedor en el que evadirse. Porque si la primera temporada de Los anillos de poder ya fue notable, la segunda ha llegado pisando incluso más fuerte, dispuesta a emocionarnos incluso más y a darnos la acción que tanto le pedíamos. Y también para demostrarnos que sigue siendo uno de los lanzamientos televisivos más grandes de los últimos años.

Quizá no sea suficiente valorar su regreso habiendo visto solo tres episodios, pero lo cierto es que la serie ha conseguido generar de nuevo la curiosidad suficiente para acompañar a sus personajes y sufrir con ellos y por ellos cada semana. O, al menos, para ver hasta dónde son capaces de llegar en esta lucha descarnada entre el bien y el mal. Seguir avanzando junto a ellos en este universo será, seguramente, todo un viaje y una recompensa en sí mismo.