Emerald Fennell lo tenía realmente complicado para volver a dirigir después del éxito de su primera película. Con Una joven prometedora ganó un Oscar al Mejor Guión Original y se consolidó como cineasta, poniendo sobre la mesa temas como el abuso, el consentimiento y la culpabilización de las víctimas mediante un satisfactorio thriller de venganza. Y ahora, la directora y guionista regresa con Saltburn -ya disponible en Amazon Prime Video-, un thriller sexual de estilo gótico ambientado en los distritos más elegantes y estirados de Inglaterra.
Todo se narra a través de la mirada poliédrica del joven Oliver Quick (Barry Keoghan), que acaba de llegar a la Universidad de Oxford. Por desgracia para él, y como si fuera algo que se pueda escoger, pertenece a una familia de clase trabajadora y muy pronto descubre que la vida en Oxford no se trata tanto de lo que has leído o lo buen estudiante que eres, sino de a quién conoces y cuántos títulos tienes. Y si son nobiliarios, mejor.
Por eso, parece que el protagonista tendrá que conformarse con mirar desde abajo a la aristocracia que se burla de él diciendo que su ropa es de segunda mano. O al menos eso ocurre hasta que se cruza con Felix (Jacob Elordi), una figura que podría compararse con la de cualquier Dios de la mitología griega.
La llegada a Saltburn
A Felix no le cuesta destacar entre la abundante estupidez de los que le rodean y creen ser como él. Lo hace por su belleza sobrenatural y la desbordante confianza que tiene en sí mismo, pero también porque es una persona amable y cercana.
Aunque su condición y la clase a la que pertenece nos obliguen moralmente a odiarle y nos pasemos la película intentando hacerlo, acabaremos rindiéndonos al igual que Oliver, que se acerca a Felix todo lo que puede y hasta que el segundo le invita a Saltburn para pasar las vacaciones de verano.
Embriagados por el encanto de Felix y la sombría mirada de Oliver, sucumbiremos al hechizo que ha lanzado Emerald Fennell sobre nosotros. Oliver es rechazado por Felix, pero se niega a apartarse de él, dejándose llevar por la desesperación y el deseo de conformarse con su amistad, que es a lo único a lo que aparentemente podría aspirar.
El desequilibrio que hay entre ambos es muy evidente y humillante para Oliver, pero la dinámica entre los protagonistas es tan fascinante que poco importa que la destrucción les esté esperando a la vuelta de la esquina.
Por eso, y porque sería muy difícil decirle que no a Felix -y en su defecto a Jacob Elordi-, nos perdemos junto a él por los laberínticos pasillos de la casa, fingiendo que nos interesan los cuadros de Enrique VII y los borradores de Shakespeare.
Cuando nos queremos dar cuenta, Felix abre otra puerta y nos presenta al resto de los que viven en la casa: sus padres, Sir James y Elspeth (Richard E. Grant y Rosamund Pike), su hermana Venetia (Alison Oliver), su primo americano Farleigh Start (Archie Madekwe) y la pobre Pamela (Carey Mulligan), la mascota humana de su madre.
Patetismo con carisma
Aunque es cierto que Saltburn puede destacar por muchas cosas, una de ellas es su reparto, elegido a conciencia para traspasar la pantalla y elevar una película que al igual que la alta clase a la que retrata, prioriza las apariencias al contenido narrativo.
Entre los actores que más destacan está, por supuesto, Jacob Elordi, que vuelve a demostrar que su talento y carisma trascienden su aspecto físico y deja claro por qué es un actor tan solicitado a día de hoy.
Y por otro lado está Barry Keoghan, que nos está acostumbrando a verle deslumbrar cada vez que aparece en pantalla. Su visión del personaje es híper comprometida e impactante, y nos ofrece a un personaje pervertido y sin límites morales que al mismo tiempo es asquerosamente magnético.
Pero no hay que olvidar que ambos personajes son las dos caras de un patetismo equiparable. Porque aunque vayan bien vestidos y el apellido de uno de ellos esté grabado en piedra, Oliver no se diferencia mucho de los Catton y sigue siendo un ser vampírico que se alimenta del dolor ajeno e intenta sostener una personalidad que no le corresponde.
Una estética de ensueño
También es necesario hablar de la dirección artística y el fantástico envoltorio con el que nos embriaga Saltburn, una película rodada en un nostálgico formato que se detiene a resaltar el oro oxidado, el brillo de la piel al sol y encuadra las escenas para que todas ellas quieran permanecer en nuestra retina.
Aunque destaca más la forma que el fondo de la película, hay que reconocer que esta es una distracción asumible y que se puede disculpar. El contenido narrativo no es sorprendente ni innovador, pero no por ello hace que la película no se quede con nosotros cuando llegan los créditos finales.
Y esto se debe al trabajo conjunto de Fennell con el director de fotografía Linus Sandgren y la diseñadora de producción Suzie Davies, que nos seducen con la delirante y decadente riqueza estética de cada encuadre. Son capaces de dejarnos extasiados con cada cóctel, sesión de karaoke y desayuno con resaca, pero también con las partes más espeluznantes del filme como el ritual de Oliver en la bañera, la secuencia del cementerio o la escena final. Porque menudo final.
'Saltburn' está disponible en Amazon Prime Video.