No lo tenían fácil J. D. Payne y Patrick McKay, la pareja de desconocidos guionistas que convencieron a Prime Video de dejar en sus manos el proyecto más importante en la historia de la plataforma de Amazon, y J. A. Bayona, el director español responsable de devolvernos la ilusión con los dos primeros episodios de la serie y hacernos olvidar a Peter Jackson y su último viaje a la Tierra Media. Las alargadas y excesivamente digitalizadas películas de El hobbit habían puesto en peligro el legado audiovisual de El señor de los anillos, para muchos la trilogía más importante de la historia del cine desde El padrino. Los fieles pueden respirar tranquilos: Los anillos de poder es un satisfactorio, emocionante y prometedor regreso al universo creado por J. R. R. Tolkien hace más de 70 años.
El contexto de la trilogía de Jackson (la mayoría del rodaje de las tres películas se terminó antes de los atentados 11-S, un evento político y sociocultural que terminaría afectando dramáticamente al tono del cine comercial y las historias de corte más adulto en los años posteriores) es muy diferente al que se ha encontrado ahora la precuela inspirada en los Apéndices de El señor de los anillos y los vacíos argumentales que dejó el autor entre el resto de sus obras ambientadas en la Tierra Media.
En el mundo posterior al Trumpismo, el coronavirus y la crisis de 2008, el cinismo y la violencia (en todas sus vertientes) imperan por encima de la lucha del bien contra el mal y la fantasía para todos los públicos que siempre caracterizaron la mitología de Tolkien. En la era de La casa del dragón, Succession y The Boys, estrenar una serie tan blanca, sentimental e ingenua como Los anillos de poder es casi una provocación. Y, también, una bendición.
Sentando las bases
Una vez superado el espectacular prólogo que establece las motivaciones y obsesiones de una Galadriel muy diferente a la que habíamos visto hasta ahora en la pantalla (Morfydd Clark, la fantástica revelación de la película de terror Saint Maude, tiene el imposible reto de reemplazar a Cate Blanchett aunque, acertadamente, no intenta imitarla en ningún momento), la serie de Payne y McKay se enfrenta a su mayor desafío: Los anillos de poder tiene demasiada información que trasladar a una audiencia que no tiene la ventaja de conocer el material de partida.
Si la precuela de Juego de Tronos se ha decantado por un punto de partida más familiar, concentrado y acomodado (hasta el punto de reciclar la canción de su cabecera), su competencia directa recuerda precisamente al arranque de la adaptación del primer tomo de Canción de hielo y fuego. Las presentaciones de personajes, el contexto, el descubrimiento de nuevas localizaciones y los guiños a la trilogía inicial de Jackson (Bayona y la pareja de showrunners, como nosotros, fingen que El hobbit no existe) saturan de información el primer capítulo de la serie.
Es un mal comprensible en la puesta de largo de una propuesta tan ambiciosa como la que maneja una gigantesca superproducción que nace con la intención de contar su historia a través de cinco temporadas. Afortunadamente, su fantástico segundo capítulo deja respirar a sus personajes y a la audiencia sin renunciar a crear momentos memorables, presentando de forma más clara las bases de lo que puede, y debe, ser un episodio de esta nueva incursión en la mitología de la Tierra Media. Tras un detonante abrumador, cuando acaba el segundo episodio el espectador ya está dentro de la ambiciosa y sugerente propuesta de Los anillos de poder.
Bayona, en estado de gracia
En su regreso a la televisión después de poner en marcha el serial gótico Penny Dreadful, Bayona encuentra la forma de ser fiel a sus orígenes y rendir homenaje al material original al mismo tiempo. Como ya es tradición en sus experiencias internacionales, el catalán se rodea de sus compañeros de sus colaboradores habituales (la producción, la dirección de fotografía, el maquillaje y el montaje de los dos primeros episodios de la producción televisiva más cara de la historia pasan por manos españolas) y consigue incluir guiños a sus obsesiones y a su propio cine sin olvidarse en ningún momento de su principal objetivo: recordar al público por qué se enamoró del mundo creado por Tolkien en un primer lugar.
A pesar de que El señor de los anillos es un cuento clásico y familiar, Bayona se permite (y nos regala) un extraordinario momento de terror puro en el primer avistamiento de los orcos de Los anilllos de poder. Es una secuencia que parece más fruto de la planificación del director que una idea que estuviera anteriormente en el guion de segundo capítulo, escrito por Gennifer Hutchison (guionista y productora de Breaking Bad y Better Call Saul reclutada por Amazon, junto a otros veteranos de la industria, para asegurarse de que Payne y McKay llevan la serie por el buen camino).
El director se luce también en todas las apariciones de un misterioso personaje llamado "el extraño" y en las escenas acuáticas del segundo episodio, ambientadas en los mares de Belegaer, una famosa localización que nunca apareció en las adaptaciones de Peter Jackson y que supone un regreso al agua del cineasta después de Lo imposible. El rescate de una de las protagonistas y la "lluvia de estrellas" son la enésima confirmación del talento de Bayona como narrador visual y dos de los momentos más bellos -y ya es decir- que aparecen a lo largo de las dos horas de presentación de Los anillos de poder.
Aunque el español quiere dejar su sello en su aproximación a la Tierra Media, no tiene problema tampoco en heredar algunas de las ideas visuales de Jackson (incluyendo la presentación de Saurón recurriendo al fuego o los característicos zooms del neozelandés). También hay espacio en los dos primeros episodios de Los anillos de poder para el cine de Spielberg (claro referente de Bayona desde sus inicios y su productor en Jurassic World: El reino caído) en forma de un divertido corte que recuerda a una de las transiciones más inspiradas de El mundo perdido.
Otra herencia del veterano realizador (el majestuoso plano de presentación de la Isla Nublar en Parque Jurásico mientras suenan a todo volumen las inolvidables notas de John Williams) es el detonante de una de las pocas pegas que podemos poner a la labor de Bayona detrás de las cámaras. Como tantas otras producciones actuales, Los anillos de poder abusa por momentos de los drones a la hora de presentar las localizaciones de la serie. Las imágenes son de una belleza deslumbrante (hasta el punto de cuestionar la decisión de trasladar el rodaje de las siguientes temporadas de Nueva Zelanda a Reino Unido), pero el subrayado del recurso llega a rebajar su efecto en la audiencia.
No a la hipertrofia digital
Algunos espectadores pusieron el grito en el cielo cuando se publicó el primer tráiler de la producción a principios de año. Las primeras imágenes en movimiento de la serie no evitaban del todo la sensación de digitalización extrema que lastró las películas de El hobbit (incluyendo la desastrosa decisión de rodar en 48 fotogramas por segundo). Ese problema desaparece de raíz en la versión final de una serie que, sin renunciar a la tecnología, prioriza los efectos prácticos y la simulación de espacios reales.
A riesgo de convertirse en un lugar común, se notan en pantalla cada uno de los millones de dólares invertidos por Amazon en la precuela de El señor de los anillos. Lo que es real, luce en cada fotograma, y lo que no lo es, lo parece. Todos los elementos y el lenguaje cinematográfico están a una altura pocas veces vista en televisión, desde la iluminación natural y arrebatadora de Óscar Faura (en la que hasta la oscuridad es luminosa) a la planificación visual de Bayona, pasando por la emocionante partitura de Bear McReary y la dirección artística de Ramsey Avery.
En los dos primeros capítulos se subrayan los in crescendo musicales más a menudo de lo necesario para el propio ritmo del capítulo, pero todo apunta a que el trabajo del compositor de Outlander (y heredero de un Howard Shore que en esta ocasión solo ha puesto la música a la cabecera de la ficción) estará a la altura del extraordinario legado musical de la trilogía de Peter Jackson.
El principio de un largo camino
Como avisábamos al principio, Los anillos de poder tenía muchas cosas que presentar (algunos personajes, como Isildur, y reinos, como Númenor, todavía han aparecido en los dos episodios a los que ha tenido acceso a la prensa y que se estrenarán el próximo viernes). Sin entrar en el terreno de los spoilers, Payne y McKay todavía tienen que asentar del todo las bases de la historia, las motivaciones de algunos personajes y la hoja de ruta de la trama principal de la serie.
La apuesta de la producción por un grupo de actores personajes mayoritariamente desconocidos implica que, al menos en una primera instancia, algunos de los elegidos no tienen la presencia o la experiencia ante la cámara de actores como Viggo Mortensen, Ian McKellen y Elijah Wood (ninguno de ellos era una estrella en el momento en el que fueron contratados, pero tenían mucho más bagaje que todo el reparto de la precuela, con la excepción de un irreconocible Peter Mullan). En el mejor de los casos, es cuestión de tiempo, como pasó con el reparto de Juego de tronos, que la madurez y la evolución de la historia y los conflictos hagan el resto.
Hay cierto desequilibrio entre las tramas y personajes en los dos episodios que la prensa ha visto. Elrond funciona mucho mejor en sus escenas con su viejo amigo, el príncipe de Khazad-dûm (muy diferente a la Moria que vimos en La comunidad del anillo), que en sus encuentros con el resto de elfos. El romance prohibido entre un elfo, Arondir, y una mujer, Bronwyn, es otra de las subtramas que necesitan desarrollarse mejor en futuros episodios.
Los divertidísimos enanos solo necesitan un par de secuencias para meterse al espectador en el bolsillo, al igual que los encantadores pelosos (la respuesta de la serie a los hobbits, que no podían aparecer en la historia por cuestiones de derechos y propiedad intelectual). Desde la primera aparición de la aventurera Nori y su leal amiga Poppi queda claro que son las claras herederas de Frodo y Sam en este universo. En intención y en resultados.
Con sus luces y sus contadas sombras, Los anillos del poder se ha convertido en un triunfo para una Amazon Prime Video que se jugaba mucho con el estreno de la precuela de El señor de los anillos. La aventura no ha hecho más que empezar, pero por ambición, propuesta artística y las posibilidades de la historia, lo tenemos claro: el billete a la Tierra Media es solo de ida.
Los dos primeros episodios de 'El Señor de los Anillos: Los Anillos del Poder' se estrenarán en exclusiva en Prime Video en todo el mundo el 2 de septiembre.
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