Veinte años sin ser testigos de la obra de la mente perversa de Adrian Lyne son demasiados. El director que ayudó a definir el erotismo en el cine de Hollywood de la década de los 80 y 90 está de vuelta conAguas profundas (Deep Water en su versión original), un proyecto que ha levantado pasiones encontradas desde su mediático rodaje (sus protagonistas, Ana de Armas y Ben Affleck, iniciaron un apasionado romance que duró poco más de un año) hasta su retrasado estreno (el thriller erótico estaba destinada a llegar a los cines en noviembre de 2020). Finalmente, Amazon Prime Video es la casa en España de una disfrutona película que, como tantas otras veces en la carrera del controvertido autor, ha sido maltratada de forma injusta por la crítica.
Desde que Lyne regalara a Diane Lane en 2002 la mejor interpretación de su carrera con Infiel, el mundo ha cambiado radicalmente y toda una generación de espectadores ha crecido audiovisualmente sin apenas referentes sexuales en la gran pantalla. Las escandalosas -y exageradas- reacciones a fenómenos como Élite, Cincuenta sombras de Grey, Euphoria y 365 ponen de relieve una realidad incontestable: el sexo desapareció del cine cuando el mundo pasó a tener gratis y a un solo clic de distancia todas esas imágenes que antes no eran más que fantasías.
Es comprensible que un director que empezó su carrera en 1980 con una provocadora historia de cuatro amigas llamada Zorras y que pasó a la historia de la cultura pop con películas como Flashdance, Atracción fatal y Una proposición indecente sintiera que ya no había sitio en la industria para él. Hollywood se había convertido en un lugar para inhóspito para autores desvergonzados y calenturientos como él o Paul Verhoeven, otro autor que decidió regresar a Europa con el cambio de siglo después de desafiar al puritanismo estadounidense con Instinto básico, Starship Troopers y Showgirls. Dos décadas después de sus despedidas voluntarias y pasada ya la barrera de los 80, ambos directores han vuelto a la primera línea con Benedetta, la sexualizada historia de una monja lesbiana, y Aguas profundas, la adaptación de la novela homónima publicada por Patricia Highsmith (El talento de Mr. Ripley) en 1957.
La novena película como director de Lyne es un grandes éxitos de muchos de los temas que han desfilado una y otra vez por una filmografía tan breve como icónica: la muerte, la infidelidad, la burguesía, los celos y el matrimonio. También asistimos a un revival de los recursos (el agua, como en Atracción fatal o Flashdance, vuelve a ser una parte fundamental de su puesta en escena) y los desafiantes guiños habituales de su obra. Muy pocos autores en Hollywood se atreverían hoy a filmar a una escena de sexo oral en una película de vocación comercial, pero el cineasta decide ir más allá y mostrar como uno de los amantes se quita un vello público de la boca.
Le pese a quien le pese, el responsable de la última adaptación al cine de la polémica Lolita de Vladimir Nabokov es un autor con todas las letras. Lyne no tiene nada que demostrar o perder a sus 81 años, ni siquiera en un clima cultural que ha pasado a denominar las escenas de sexo (un reclamo en el cine de antaño) como algo innecesario o problemático. Aunque no hay duda en que Aguas profundas hubiera sido una película más explícita y canalla en otra época, hay en ella reminiscencias de un Hollywood que, para bien o para mal, ya no existe.
En su primera (y probablemente última) película juntos, Ana de Armas y Ben Affleck interpretan a un adinerado matrimonio de Nueva Orleans que establece un peligroso juego dentro de las paredes de cartón que delimitan su relación. Mientras ella encadena presuntamente relaciones extramatrimoniales con hombres más jóvenes que su marido, él se convierte en el principal sospechoso de la desaparición de uno de sus amantes. El suspense (menos intrigante de lo deseable) queda relegado en favor de la tensión latente de una pareja que exprime el carisma de sus dos estrellas.
Affleck recupera la irritante pero magnética introspección que imprimió a su personaje en Perdida, otra de esas interpretaciones en las que parece equivocadamente que no hace nada. Ana de Armas demuestra con sus miradas y su carisma natural por qué Hollywood se ha enamorado de ella en su primera película de alto perfil como protagonista antes de su prueba de fuego con Blonde, el biopic de Marilyn Monroe.
La aparición de tentaciones en forma de Jacob Elordi y Finn Wittrock son una excusa para alimentar los peligrosos vicios del matrimonio: la falta de pudor de ella al no intentar esconder sus indiscreciones y la presunción de él de que puede hacer lo que quiera salirse con la suya. En un mundo sin preocupaciones como el de los Van Allen, lo único que les despierta de una vida de privilegio son sus propios egos y el juego del ratón y el gato que mantienen con el otro. La solución a ese pulso continuo entre los dos cónyuges llegue a un final abrupto, pero al mismo tiempo orgánico, que ha acumulado parte de las críticas vertidas sobre la última película de Lyne. Los detractores lamentan que falte un tercer acto, cuando en realidad ese final en la escalera es la forma perfecta para acabar la partida. Que cada espectador saque sus conclusiones de lo que pasa a continuación.
Inicialmente Aguas profundas iba a durar media hora más, pero las decepcionantes reacciones en los test screenings (pases previos con público para probar las películas) provocaron un remontaje y su venta a plataformas como Hulu o Prime Video, dependiendo del país. Ante la crisis de las películas para adultos en las salas de cine que ha agravado la pandemia, el streaming es en realidad el lugar perfecto para disfrutar de una de esas películas que ya no se hacen. En un momento cultural en el que parece que todas las historias parecen querer decir algo sobre el mundo, es de agradecer encontrarse con una película que solo quiere pasárselo bien sin importarle lo que la crítica o Twitter vayan a pensar de ella.
También te puede interesar...
• El auge de las series basadas en hechos reales que se pueden leer en la Wikipedia
• Festival de Málaga 2022: 13 películas más allá de 'Alcarràs' que seguir de cerca