Tom Hanks (California, 1956) entra en la sala con la confianza de aquellos que parecen haber descifrado la clave secreta de la felicidad. Pese a su estatus como celebridad en Hollywood, una especie que parece estar en peligro de extinción, se fija en los tapones rotos de las botellas de agua que decoran la mesa. "Se nota que no se puede fumar aquí dentro", bromea mientras inspecciona las esculturas metálicas a las que el nerviosismo ha dado forma.
El actor visita Madrid para presentar El peor vecino del mundo -segunda adaptación del libro Un hombre llamado Ove (Fredrik Backman, 2012) tras la película sueca del mismo nombre-. Cuando Hanks vio la versión cinematográfica de Hannes Holm, le entró envidia. "Soy un hombre egoísta y competitivo", responde en una mesa redonda en la que participa EL ESPAÑOL. Así decidió crear su hermana americana, que terminó produciendo y protagonizando.
"Es un hombre que se ha rendido, que no tiene fe en el futuro, eso es distinto a la idea de que esté enfadado o tenga mal humor", explica. Otto (Hanks), recién jubilado y viudo, vive encerrado en un mundo gris que no le reporta ningún beneficio. Se queja porque un empleado no le devuelve el cambio correcto, es quisquilloso, cascarrabias y repele la felicidad ajena. Cuando Marisol (Mariana Treviño) se muda al vecindario, Otto comenzará a conectar de nuevo con la vida.
Fuera de la pantalla, Hanks se considera "un vecino benigno". Ni bueno, ni malo. "No soy de los que va preguntando '¿con qué te puedo ayudar?'", aunque en ocasiones "me gustaría ser ese tipo de persona". Lo achaca a una cultura en la que "nos mudamos a un lugar y después nos vamos tras un tiempo", un estilo de vida que le ha impedido "echar raíces". Viviendo en Los Ángeles, una ciudad en la que "nunca nadie está en casa", tampoco concibe la idea de un vecindario unido.
"Creo que después de la Covid y del confinamiento la gente está mucho más dispuesta a ser ese tipo de vecino", relata. "Todos necesitamos a alguien con quien hablar, aunque no sea una invitación a formar parte de tu vida". El actor saca a relucir un refrán que vertebra a la perfección su visión. Las buenas vallas hacen buenos vecinos.
"El contrato social que la audiencia tiene con cualquier tipo de entretenimiento es diferente a cómo era"
La película dirigida por Marc Forster también ahonda en el sentimiento de pertenencia y de decadencia de una nación, en los sentimientos encontrados tras la llegada de vecinos extranjeros, en el abandono de los mayores y en una ideología que baila entre extremos. Tom Hanks niega rotundamente que Estados Unidos esté menos rota que en el pasado. "No estés tan seguro", responde. Tampoco considera que El peor vecino del mundo pueda cambiar la mentalidad de los sectores sociales que ven en la idea de "el otro" una amenaza.
"Mucha gente diría que esos mexicanos arruinan su vecindario y otros pensarán que hacen que todo sea mejor", explica sobre la polaridad reinante. "No creo que ninguna película dé lecciones que puedan cambiar la opinión de una persona, pero sí crean nuevas sensibilidades de forma glamurosa que hace que nos preguntemos cosas", explica el intérprete.
La compañera de reparto de Hanks, la mexicana Mariana Treviño, cuenta que quiso ser actriz después de ver Philadelphia (1993). Años después, el actor que la protagonizó la acompaña en el rodaje de la película de Forster. Si todo cambia y nada permanece, el cine también aplica el precepto. Se cuentan con los dedos de las manos a las estrellas de cine que son casi un mayor reclamo que la película que presentan. Old Hollywood style.
"El contrato social que la audiencia tiene con cualquier tipo de entretenimiento es diferente a como era antes", explica Hanks mientras afirma que el devenir de la industria cinematográfica es un tema de discusión recurrente en su oficina. "La personalidad de la estrella de cine ya no importa tanto", apostilla. Ahora, "la única cosa que importa es la razón para ir a verla en primera instancia", ya sea por la temática que aborda o porque forma parte de un multiverso con gancho y tirón. "Nadie fue a ver Todo a la vez en todas partes porque Jamie Lee Curtis saliera en ella, sino porque la idea de la película era la razón principal para ir", explica.
"Tu legado coge forma al decir sí o no a las cosas adecuadas"
Hanks admite que la figura del gran actor de Hollywood es casi un enunciado obsoleto. "Eso no es malo, es el orden natural de las cosas", precisa. En la actualidad, consumidos por la inmediatez y la viralidad, la fama y la exposición mediática son casi tan efímeras como un suspiro. Ahora está Jenna Ortega y su Miércoles, como antes lo estuvo Ana de Armas con Blonde.
"No puedes hacer nada sobre tu legado, porque al final es tu trabajo el que habla por sí solo". ¿La clave? "Decir sí y no a las cosas adecuadas". Hanks procede a contar cómo consiguió ser más exigente a la hora de involucrarse o no en ciertos proyectos. "Cuando era un actor joven decía siempre que sí cuando me pedían participar en una película, pero llegó un punto en el que me tenía que preguntar por qué quería hacerlo", relata. "Aprendí lo importante que era poder decir que no, porque ese es el único poder que un actor tiene".
[Tom Hanks publicará en 2023 su primera novela, basada en sus experiencias en el mundo del cine]
Otro factor que hace que El peor vecino del mundo sea un proyecto especial para Hanks es la participación de su hijo Truman. Pese a que tiene la carrera de Matemáticas y nunca había pensado en ser actor, "siempre ha tenido ese ojo artístico". Viene de familia. Sin querer interferir en su decisión, pues es "difícil hacerlo bien, da igual cuál sea tu apellido", finalmente tuvo "fe en su habilidad" para sacar el papel adelante. "El mundo se divide en dos grandes bloques, los que pueden y los que no, pero él ha podido".
Ya no sólo es su carrera la que tiene que pasar la ITV de los tiempos, también las cintas en las que ha participado. "El gran examen de las películas es si mantienen la autenticidad con los años", admite. Tom Hanks demuestra durante toda la entrevista que lo suyo es vocacional y que, para él, el cine tiene que tener el poder de hablar de su tiempo de forma orgánica y humana. "Veo películas que en su momento fueron grandes hits y que ahora no tienen visión, pero otras cosas que se han hecho en 1939, o en mi caso en 1989, sí tienen un eco en quiénes somos en la actualidad".
Ya sea tocando el piano en la tienda de juguetes más famosa del planeta, corriendo para evadirse del presente en unas Nike Cortez o descifrando códigos imposibles y retorcidos, el suyo es un currículum vigente y latente.