ATRESplayer PREMIUM aprovechó la 70.ª edición del Festival de San Sebastián para mostrar a la prensa el primer avance de La ruta, desde ya una de las series más esperadas en lo que queda de 2022. 30 kilómetros. 12 años. 7 discotecas. 5 amigos. Un fantástico reparto liderado por Àlex Monner, Elisabet Casanovas, Claudia Salas, Guillem Barbosa y Ricardo Gómez son la fachada de la nueva producción de Caballo Films (Antidisturbios), la historia de cinco amigos que, desde 1982 a 1993, viven en sus carnes las grandezas y las miserias de la Ruta del Bakalao.
El 13 de noviembre llegará a la plataforma de streaming del Grupo Atresmedia una mirada a los años en los que Valencia que vivió la revolución en forma del baile, la música y las drogas. La Ruta del Bakalao fue a la vez una forma de salir de fiesta militante y una forma de escapar de una vida y una España gris, constrictiva, aletargada. Los jóvenes de la generación postdictadura querían huir de la normalidad, celebrar la diferencia, hacer cualquier cosa que fuera especial, creativa, única y, obviamente, efímera, como la propia juventud. Salir de fiesta era muy divertido, pero también una forma de buscar, en la comunión colectiva del baile, lo elevado y lo trascendente. Costara lo que costara.
Minutos después de la presentación de la serie en la ciudad donostiarra, SERIES & MÁS habló con Borja Soler y Roberto Martín Maiztegui. Los creadores de esta original apuesta de ficción que promete cambiar la forma en que vemos y hablamos de un movimiento histórico desvelan las primeras claves de un proyecto que ha dejado un gran sabor de boca entre la crítica especializada.
Borja, tú eres valenciano. ¿Cuál es tu conexión con la ruta del bakalao?
Borja: Se lo conté a mis compañeros durante la primera fase del proyecto. Yo veraneaba en el faro de Cullera, que está justo en el final de la carretera del Saler, dónde están todas las discotecas míticas de la Ruta. En verano yo siempre iba con un grupo de amigos que tienen diferentes edades. Los que eran mayores, ya se iban de fiesta. Yo soy del 83, así que en el año 93, cuando tenía 10 o 11 años, veía cómo los más mayores se iban de fiesta. Ahí sentía una conexión rara.
Obviamente no tenía edad para seguirles, pero había algo como de aventura cada vez que se iban de fiesta y volvían igual al día siguiente o dos días más tarde. De alguna forma conecté con esa mitología. Cuando me hice mayor no llegué a ir a esas discotecas, pero creo que había algo ahí que era casi emocional. Me recuerda a una época muy determinada y que me dejó imágenes muy concretas.
Habéis contado que han pasado cuatro años desde que empezasteis a trabajar en La ruta. ¿Cuál fue el germen del proyecto?
Roberto: Recuerdo mucho la primera reunión que tuve con Borja. Yo soy de Madrid, así que la idea que tenía de la ruta era la misma que podía tener cualquiera. Solo se basaba en estereotipos, y la verdad es que yo pensaba que la ruta era ir desde Madrid a Valencia. Era mi nivel (ríe). Borja y yo empezamos a hablar de la serie y rápidamente pusimos a documentarnos, a leer libros, navegar en internet, escuchar historias… Cuantas más cosas descubría, menos entendía que nadie estuviera contando esta historia.
Empezó a darme miedo que alguien se nos adelantara e hiciera la serie antes que nosotros. Nació la necesidad de contar la historia de la Ruta sí o sí. Íbamos a pelearlo y a hacer todo lo que estuviera en nuestra mano para conseguirlo. Ha sido un proceso largo, pero creo que al final se nota en el resultado de la serie. Todos esos años invertidos nos han permitido ir probando de, ir cambiando y finalmente ir encontrando la serie que queríamos hacer.
El movimiento de La Ruta va desde los 80 a los 90, pero la época más famosa en los últimos años, la decadencia. Después de tantos años con nostalgia de los años 80, es interesante que por fin se estén contando historias ambientadas en esta época. ¿Qué fue lo que más os sorprendió en la fase de documentación del proyecto?
Borja: Una de las cosas más interesantes fue cuando empezamos a entender que era una escena musical que iba más allá de los parques y del túnel. Todas esas imágenes estaban como muy construidas y parecía que la ruta del bakalao era el tunning y poco más. De repente nos dimos cuenta de que la música cambió, que la droga también cambiaba. Es algo muy bonito y que creo que la serie recoge bastante bien cómo los consumos cambian y eso hace que la música o se acelere o se convierta en otro tipo de música.
También apareció otra forma de salir. La gente que vivió la ruta de verdad, la de mediados finales de los 80, habla mucho del efecto de la mescalina, lo que ellos llamaban la droga del amor y del buen rollo. Entonces no había violencia en las discotecas. Nosotros conocimos al dueño de Espiral, una de las discotecas importantes de aquella época, y nos dijo que en el año 85 metía a 3000 personas en la discoteca y tenían solo dos seguridades. El concepto de salir de fiesta y de que hubiera una comunión de todo el mundo era algo que tenían muy asumido y normalizado. Investigando íbamos descubriendo este tipo de cosas que nos ayudaron a destruir los mitos y las ideas preconcebidas que teníamos de la noche.
Roberto: A mí me sorprendieron muchas cosas, pero sobre todo dos. La primera fue la música que sonaba, que para mí era chunda chunda, hablando mal y pronto. No era así: había miles de personas bailando a Laurie Anderson o a The Cure. Es algo que no esperaba para nada y que también nos motivó a extender la historia durante tantos años. No bastaba con contar una época de la ruta. Tienes que verla en toda su dimensión porque era un movimiento muy cambiante y la serie lo refleja.
Lo segundo que me marcó fue una frase de Joan M. Oleaque, que en su libro En éxtasis decía que “no era salir de copas, era ser el protagonista de una película”, te sentías como si estuvieras viviendo una road movie con tu coche. La sensibilidad con la que salía de fiesta, la originalidad, la imaginación, la profundidad cultural que había con la música que escuchabas, las ganas de crear otra cosa distinta. De lo que más orgullo me produce a nivel creativo es retratar cómo la ruta era más que ir de marcha, podía ser otra cosa más profunda, más poética y más divertida.
Borja: Es una marcha que inventaron ellos, además. Entonces no existía Spotify. En esa época para encontrar la música que ponían ellos de las discotecas tenían que irse a Londres, cargar, no meterlos por la valija… Había un submundo de gente interesada en conseguir la mejor música, la música más vanguardista que se escuchaba en el centro de Europa y en Inglaterra. Igual en Madrid y Barcelona había una tienda de discos, pero en Valencia tuvieron que abrir un par de tiendas de discos que se convirtieron en La Meca que suministraba la música a los DJs de las discotecas. Se formó una cadena cultural hecha por pioneros que se estaban inventando en ese momento cómo conseguir que esa música sonara en sus discotecas.
Roberto: Eran gente de pueblo además. Hay una cosa muy bonita en la mezcla de esa sofisticada sofisticación musical de diseño con algo muy valenciano y muy de la tierra. Fue muy interesante descubrir esa combinación.
Borja: La ruta tenía algo que no aparecía en la mayoría de escenas juveniles, musicales, sociales, que es que el epicentro de la acción está fuera de la ciudad. Eso era algo que para mí era fundamental que estuviera reflejado en la serie. No estábamos en el centro de Madrid, Barcelona o Valencia, donde estaba el foco. En verano la fiesta sale fuera y son las discotecas que están a 20 kilómetros de la ciudad, rodeadas de campos de arroz, las que se convierten en el corazón de la ruta. Cinematográficamente es una imagen muy potente. La identidad también era fundamental. La gente de los alrededores de repente estaba escuchando una música que, si no fuera por esas discotecas, jamás hubiera llegado a un sitio como Sueca, un pueblo de los alrededores de Valencia.
El elemento narrativo más diferencia de La ruta es la decisión de empezar por el final e ir recorriendo la historia año a año, hasta llegar al origen de la historia. ¿En qué momento surge esta idea y por qué os hace clic?
Roberto: En realidad ha sido un proceso muy natural en el que nos dimos cuenta de que la mejor forma de contar esta historia era así. No hubo un deseo de estructura que precediera a la historia, sino que es algo que el propio relato nos pidió. A nivel de escritura ha sido muy interesante descubrir el mecanismo. Por ejemplo, nos dábamos cuenta de cosas de cómo tenías que ir descubriendo capas de los personajes. Creo que eso para la gente que lo vea es muy interesante como hasta el capítulo ocho no vas a conocer a esta gente de verdad. Si dejas de ver la serie en el capítulo ocho, minuto 40, no vas a conocer todas las capas de los personajes y de la historia.
Borja: Creo que eso es algo como muy de serie clásica. Hasta que no veas la serie completa, no vas a entender del todo lo que estamos haciendo.
Roberto: Lo pensaba ayer. Creo que La ruta es muy cinematográfica en el sentido de que hay una apuesta muy clara por la forma de contar, por el tono, por la narración, porque cómo está dirigida, interpretada y escrita, y a la vez es muy serie. Es una historia que solo tiene sentido en televisión. Cada capítulo te va abriendo una puerta nueva y enriquece mucho el relato. Es una historia que solo tiene sentido como serie.
Esta decisión abre ramificaciones muy interesantes. Habéis hablado de cómo queríais invertir la forma en la que se habla de la ruta. Si empezáis por el final y avanzáis hacia los inicios, evitáis el enfoque sensacionalista que generalmente ha acompañado al movimiento.
Borja: Totalmente. Eso también fue como un motor. Si realmente queríamos ir de la oscuridad a la luz, no hay mejor forma que ir de la oscuridad a la luz literalmente. En esta historia, la luz fueron aquellos primeros años. Dijimos: vayamos hacia atrás.
Roberto: Otra razón es que el viaje en la ficción debería ser hacia lo que no sabes, no hacía lo que ya conoces de antemano. Muchas cosas de las que vemos en el piloto encajan con la imagen que ya tenemos en la cabeza de la ruta. Era más interesante empezar por lo que ya sabes e ir descubriendo las cosas que no conocías.
Me marcó fue una frase de Joan M. Oleaque, que en su libro En éxtasis decía que “no era salir de copas, era ser el protagonista de una película”
Borja: Antes de empezar teníamos cinco episodios escritos y la estructura de los tres primeros. Al final hemos tenido que repensar y reescribir por las cosas que íbamos descubriendo en el camino. Desde el principio teníamos claro que no queríamos ser herméticos. “Nos hemos metido en este follón, pero vamos a trabajar pero vamos a cerrar la historia por todo lo alto”.
Roberto: Estamos muy agradecidos por todo el tiempo que nos han dado tanto en la plataforma como en Caballo, la productora. Hemos tenido tiempo para hacer las cosas bien, desde la escritura a todo lo demás. Todo está reescrito muchas veces, todo está como muy todo contemplado y analizado. El capítulo 1 también contiene el 8 de alguna manera. Cuando empezamos a rodar no estaba todo escrito, pero sí había un gran trabajo previo de concepción general de la serie. Teníamos un mapa de tramas establecido, pero nos permitimos ir incorporando y cambiando cosas. Fue una mezcla de las dos cosas.
Esta apuesta también permitirá que los espectadores más entregados puedan volver a ver la serie con otros ojos o, directamente, en orden invertido.
Borja: Esto nos ha pasado a nosotros con los actores. Yo hice un pase con ellos en casa y después de estar todo el día viendo los ocho capítulos, ocho horas del tirón, acabamos el ocho y alguien tuvo la idea de volver a ver el primero para verlo con otros ojos una vez ya conocías el viaje completo. Puede ser una serie de varios visionados en ese sentido, creo que es muy placentero reconocer y redescubrir cosas que ya has visto.
Roberto: Esta estructura nos permitía además jugar mucho con las rimas y con los momentos que has visto de una manera y que años más tardes entiendes de otra. Creo que la serie puede ser un juego muy bonito de espejos y que puede ese revisionado aportará otras lecturas.
Si realmente queríamos ir de la oscuridad a la luz, no hay mejor forma que ir de la oscuridad a la luz literalmente. En esta historia, la luz fueron aquellos primeros años. Dijimos: vayamos hacia atrás
Para la gente que no conoce tanto la historia, ¿qué elementos reales hay en La ruta?
Roberto: Hay muchos, hay mucha documentación y muchas cosas que existieron y pasaron de verdad. Muchas de las historias que se cuentan en la serie son reales y las más locas, más reales son. Las ocho discotecas que aparecen existían entonces, por ejemplo.
Borja: Muchas han estado abiertas durante 20, 30 o 40 años, pero siempre había un intervalo de tiempo donde de repente una se convertía un poco en la discoteca que atraía más gente. Las discotecas, por ejemplo, nos han servido para nombrar cada capítulo de la serie.
¿Fue difícil encontrar al grupo protagonista?
Borja: El proceso de casting fue bastante intenso, pero creo que desde el principio de este proyecto nos han dado con una varita maravillosa. Todo el mundo en la industria tenía muchas ganas de que les viéramos. Fue intenso porque vimos a todos los mejores actores de su generación, que son muchos y a los que admiramos muchísimo. Bendito problema, tener que elegir entre tanta opción maravillosa.
La mayoría de actores del reparto vienen de series juveniles y les hemos visto crecer en series adolescentes. La audiencia puede sentir que les conoce y, de salida, sentir ya una conexión inmediata con ellos. ¿Fue un efecto buscado?
Borja: La verdad es que no, pero es verdad: Ricardo en Cuéntame, Álex en Pulseras rojas, Elisabet en Merlí, Claudia en Élite… Me parece una idea muy bonita. Se lo diré a la directora de casting.
Roberto: Esto lo vamos a decir en las entrevistas.