"¿Qué une a las personas? ¿ejércitos? ¿el oro? ¿las banderas? Las historias. No hay nada más poderoso en el mundo que una buena historia". Podemos argumentar muchas cosas en contra del final de Juego de tronos, pero pocas al eficaz alegato de Tyrion. Quienes seguimos la serie quizá pensemos que había historias mejores que la de Bran el Tullido, pero si Poniente existiese, la leyenda del menor de los Stark que luchó contra la adversidad sería una inspiración para generaciones futuras. Y ese es el poder de las historias.
Como con Perdidos, podemos posicionarnos a favor o en contra de su resolución, pero no podemos anular el placer que nos dio compartir el viaje junto a otros espectadores a través de redes sociales, webs y podcasts. A la inmensa mayoría no llegamos a conocerles personalmente, lo más probable es que nunca lo hagamos, y no importa, porque eso no impidió que estableciéramos un vínculo por afinidad durante varios años medidos en temporadas. Y el viaje lo hicimos en compañía.
Ese mismo sentimiento de comunidad que sentimos en una sala de cine en la que todos experimentamos la misma ilusión ante un evento como Los Vengadores: Endgame o los silencios compartidos viendo la escena final del restaurante en Moonlight. Y aunque las redes sociales pueden ser espacios muy hostiles, se convierten en algo muy distinto cuando tenemos la suerte de identificar algo que nos une. Como cuando encontramos con alguien que se emociona con la misma serie que nosotros y solo hace falta escribir una frase dicha por un personaje para que del otro lado alguien entienda de qué estamos hablando. Ese lenguaje común es el poder de las historias.
Como "Hi, Bob" para tres personajes de Para toda la humanidad. En un episodio vemos cómo el paso del tiempo y la rutina empiezan a pasarles factura a Ed, Gordo y Danielle, que llevan tres meses de misión confinados en una pequeña nave. El único entretenimiento que tienen es una cinta con seis episodios de The Bob Newhart Show, que ya han visto tantas veces que pueden recitarlos de memoria. "Hi, Bob" era una frase conocida para todos los que veían una de las series más populares de la época, pero para ellos representaba todo un mundo. Era el recuerdo de tiempos difíciles en los que estuvieron juntos, y se conviritió en un código que representa una forma de conexión que no podían establecer con nadie más. Ese es el poder de las historias.
En la miniserie Estación Once (y la novela de Emily St. John Mandel), un cómic escrito por una mujer para superar una gran pérdida que sufrió siendo niña, es una vía de escape de la realidad de dos personajes para procesar sus propios traumas. Gracias a ese mismo cómic, como vimos en el episodio siete de la serie, otros dos personajes tuvieron la oportunidad de decirse adiós mientras interpretaban una escena como una pequeña obra de teatro. Porque una frase de una obra de ficción se resignifica con nuestra experiencia personal y tiene el poder de encapsular sentimientos que no somos capaces de articular. Ese es el poder de las historias.
También como refugio, acudía Wanda (Bruja Escarlata y Visión) a las comedias que veía junto a su familia cuando era niña, porque le recordaban una época en la que todo era más sencillo. Y porque son un lugar seguro, en el que nadie se hace daño realmente, y si algo va mal al final es un sueño; porque cuando las ve puede confiar en que todo siempre acabará bien. Ese es el poder de las historias.
Las series y la cultura popular son una fuente de entretenimiento, pero para cada uno de nosotros pueden representar mucho más. Tienen el poder de transportarnos a la primera vez que las vimos, de despertar nuestra empatía por realidades que nunca hemos conocido, de vernos representados. Con ellas podemos revivir experiencias que habíamos olvidado y soñar con mundos que no habíamos imaginado. Pueden revelarnos un sentimiento que no habíamos procesado o inspirarnos a hacer cosas nuevas. Hay series que podemos ver decenas de veces y seguir volviendo a ellas una y otra vez, porque ese sentimiento de familiaridad hace que nos sintamos en casa. Y cuando empezamos una nueva, disfrutamos con el placer de la anticipación y aventura que nos proporciona entrar a un mundo desconocido.
Da igual si están o no en las listas de las mejores series, hay historias que dejan huella porque llegaron a nosotros cuando más lo necesitábamos. Ese vínculo nunca se rompe. Ese es el poder de las historias.
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