La televisión de las últimas tres décadas no se entiende sin estas dos palabras: Daniel Écija. El destino quiso que el productor y guionista nacido en Australia en 1963 se acabara convirtiendo en el rey de la pequeña pantalla en el rincón más lejano del mundo: España. Globomedia tuvo la culpa. Entre 1990 y 2010, su nombre apareció en los créditos de éxitos históricos como Águila Roja, El internado, Los Serrano, Los hombres de Paco, Aída, Médico de Familia y Periodistas, entre otras series que llevaron nuestra industria por el mundo mucho antes de la llegada de las plataformas de streaming.
El fin de una era para Globomedia no fue más que un punto y aparte para el guionista. Desde 2017 Écija es uno de los fundadores de Good Mood, la productora con la que ha vuelto a la primera línea del audiovisual español. Si es que alguna vez se fue, claro. Esta semana el veterano productor estrenará la cuarta temporada de su último gran éxito, Estoy vivo, una serie multigénero que coincidirá con sus dos últimas creaciones: Deudas, la comedia de Atresplayer Premium con Carmen Maura, y La noche D, su regreso al entretenimiento de la mano de Dani Rovira y Televisión Española.
En SERIES & MÁS no hemos dejado pasar la oportunidad de hablar con un histórico de la televisión española. Pocos nombres mejores que él para hablar de los nuevos tiempos para las series españolas, la mentira del “nadie sabe nada” o de lo que aprendió de los contados fracasos de su carrera.
Gracias a la llegada de las plataformas se ha acabado eso de estar pendiente de una llamada o un SMS que te diga la audiencia del día anterior. ¿Le ha cambiado el sueño a Daniel Écija con la llegada de las plataformas?
Ahora hay cierta tranquilidad, pero creo que nos confundiríamos si olvidáramos que todo esto pasa porque al público le interese la serie. La esencia de este oficio pasara porque a la gente le guste, le emocione y se fidelice con lo que haces. Aunque ahora no lo tienes periódicamente y de forma inmediata, vas a vivir de lo mismo: de que la gente quiera estar con tus historias y tus personajes, así que desgraciadamente no ha cambiado tanto… por no decir que no ha cambiado nada. Se han cambiado las pautas horarias, pero el objetivo sigue siendo el mismo. Antes era el patio de butacas, luego la audiencia y ahora suscriptores. Me consta que las plataformas siguen prestando atención a lo mismo, aunque con otros criterios. Hay tres palabras que me persiguen: público, público y público.
Tú siempre has sido muy claro con tu sentimiento de responsabilidad con la audiencia.
Yo vivo tranquilo, pero creo que todos tenemos la ambición de pasar a quedarte en la memoria del espectador. Me sigue emocionando mucho cuando me recuerdan algún personaje o una serie que he creado. Sigo pretendiendo gustar a la gente, ser original y llamar la atención de la audiencia. Esto es lo que motiva mi vida: tratar de ser relevante.
Episodios más cortos, menos capítulos por temporada y menos temporadas para una serie. ¿Es más fácil la vida del productor y el guionista ahora que tiene que ir mucho más al grano?
En España empezamos haciendo lo más difícil y por eso la industria está en un momento tan maduro. Los equipos humanos que tenemos aquí son extraordinarios. En los noventa empezamos a hacer formatos de 50 minutos, pero las cadenas querían que fueran más largos. Entre todos permitimos que cada vez se alargaran más los episodios por el éxito que tenían. Al final llegamos a esa locura que era hacer series de 80 minutos. Recuerdo hablar con profesionales de industrias más consolidadas y sensatas que la española y se sorprendían muchísimo con lo que hacíamos. Se agradece que hayamos formateado el sistema, también de cara a la explotación internacional de nuestras series. Para que encajen en las plataformas y los canales de OTT hay que normalizar las duraciones y que ocupen lo mismo que las extranjeras. Si no, no podemos competir de igual a igual. De todas formas, creo que nos falta regular todavía las parrillas de programación en abierto.
Se habló mucho en 2020 del auge de la ficción nacional en todo el mundo. ¿Cómo se viven estos fenómenos desde el punto de vista de alguien que estaba detrás de muchos éxitos internacionales antes de que llegara el streaming?
No es un fenómeno nuevo, pero el mundo ha crecido más rápido al globalizarse. La ficción española tiene un éxito internacional extraordinario desde hace años. El internado fue un éxito en muchos países. Los Serrano es un acontecimiento en Finlandia e Italia. Cada vez que voy a Francia me recuerdan Un deux trois [el nombre de Un paso adelante en el país vecino]. Se han hecho versiones de muchas de nuestras series. Fran Perea acaba de rodar una serie como protagonista en Finlandia. Lo que no había pasado hasta ahora es conquistar el mercado anglosajón. La ficción española lleva muchos años haciéndolo muy bien y viajando mucho. Ahora tenemos la fortuna de que han llegado estas plataformas de alcance mundial que te permiten llegar a 240 países. Es una noticia extraordinaria que nos dejará seguir siendo relevantes.
¿Qué te parece esta costumbre de algunos creadores y actores españoles de hablar de las series de películas de X horas? ¿Sigue habiendo un prejuicio en el medio?
No soy ningún experto, pero creo que esos prejuicios han desaparecido. Las series ya tienen una reputación extraordinaria. Tiene que ver con que son muy buenas, pero también con la comunicación que se hace de ellas. Hay una maquinaria de marketing que funciona como lo hacía el cine antes. El que entienda la serie como una película cortada está equivocado. La serie tiene un formato propio, una estructura de guion y una identidad propias. Las películas son películas y las series son series. Son similares, pero igualarlas es un error.
Los primeros pasos de Águila Roja fueron complicados. La gente no entendía muy bien qué iba a ser la serie, hubo muchos cambios en los primeros episodios… y de repente se estrena y arrasa durante nueve temporadas. ¿Es verdad eso de que nadie sabe nada?
A ver… ¿cómo digo yo esto que no quede demasiado soberbio? Creo que no se puede desarrollar ninguna profesión diciendo que nadie sabe nada. Es lo contrario. Pienso que en esta profesión la experiencia es fundamental, igual que el trabajo y el talento. Decir que “nadie sabe nada” es la excusa de mucha gente que no sabe conectar con el público. Hay que saber y preocuparse por tener una sensibilidad, técnica, inspiración y conocimiento que te permita poner en imágenes lo que quieres contar. A mí me revela cuando alguien dice que en esta profesión nadie sabe nada. Eso es gente que se ha pegado muchos “castañazos” y quiere pensar que esto es algo aleatorio y que cualquiera lo puede hacer. No es verdad. Hay gente que está muy perdida y quiere pensar que todos estamos perdidos. No. Aquí hay gente que intentamos saber qué está pasando. Seguro que llega el momento en que se nos pasa el arroz, pero es mentira que nadie sepa nada porque entonces llevo perdiendo el tiempo desde los 18 años. Si es así, no sé qué he hecho en estos cuarenta años de mi vida.
En tu carrera hay muchos más éxitos que fracasos. De todos esos proyectos que no fueron tan bien, ¿hubo alguno que doliera especialmente?
Siempre me ha parecido que cuando se cierra una serie está muy bien cerrada. Suelo ir de la mano de la cadena o de la plataforma. Producir televisión es muy caro. Es muy doloroso porque suele haber más de 100 personas trabajando directamente, pero también debemos saber que es un ejercicio de alto riesgo en términos de inversión. Me ha dolido cerrar series que he tenido que acabar pronto, pero han sido pocas. Siempre o casi siempre han tenido recorridos medianos o largos. Hay alguna que llegó antes de tiempo… o más tarde de lo que debería. Intento ser autocrítico. Cuando el espectador no va al producto tienes que hacer una reflexión de por qué ha pasado así. Si empiezas a echar la culpa al empedrado, te estarás equivocando. A mí los fracasos me han enseñado mucho. Con casos como El grupo o Lex he hecho reflexiones en las que he visto los errores que he cometido para crecer desde ahí. Los que nos dedicamos a este negocio deberíamos ser humildes.
Precisamente El grupo es una serie que hoy las plataformas seguramente te quitarían de las manos.
Puede ser, sí. La audiencia que tenía entonces era menor de lo que se esperaba, pero era una buena audiencia. Creo que haber estado de viaje en Argentina y mi fascinación por las terapias de grupo fue lo que me llevó a hacer esta serie. Por mi propia vida he tenido que estar en contacto con psicólogos y es un mundo que me interesaba mucho. Nos juntamos un grupo de guionistas e hicimos una serie más oscura y dramática de lo que se acostumbraba a ver entonces. A veces cuando te pasas con el drama te encuentras que tienes un público más limitado. Quizás la televisión deba ser un medio esperanzador para el gran público. Esa fue la crítica que yo me hice. No hay que confundir una serie con un documental. Traté de ser muy honesto con esos conflictos, pero a veces esa crudeza pasa factura. Creo que eso es lo que pasó con El grupo, pero es una reflexión muy personal y muy a destiempo. Hoy podría ser una serie espectacular en una plataforma o una serie de pago donde encaja el modelo de suscriptores. Entonces la televisión generalista tenía que aunar a más público. Nos faltó poco para ganar la renovación. Fue una extraordinaria experiencia y aún hoy me recuerdan a veces la serie.
Acabas de estrenar Deudas y La noche D. Vuelve Estoy vivo. Después de tres décadas haciendo todo lo que se puede hacer en televisión en este país, ¿has pensado alguna vez en la retirada?
Lo que pasa es que para mí el trabajo es una parte muy importante de mi vida. Yo me siento vivo cuando hago televisión. Empecé con 18 años. Lo he hablado con mi pareja y creo que me engañaría si pensara que esto es solo un trabajo. Es una pasión que da sentido a mi vida. Soy de esa generación que le gusta levantarse por las mañanas y salir a trabajar porque me pone en orden. Ya son muchos años. Si al final tu trabajo se convierte en vocación, es tu vida.
Deudas es tu primera comedia pura desde Anclados. ¿Había ganas de volver al género?
Tenía muchas ganas de volver a un género que respeto mucho. Es el género más complicado de todos. A veces aparentemente puede ser fácil y sencillo si todo funciona, pero cuando lo haces mal, puedes llegar a hacer el ridículo. El que lo hace lo sabe. Nos ha costado muchos años que se respete a la comedia. Es muy desengrasante hacer humor, pero a la vez me da mucho miedo. Hacer Deudas ha sido terapia para la productora, lo ha sido para mí y espero que también para el público. Ojalá ayude al espectador a pasar estos momentos más difíciles que estamos viviendo. Yo no entiendo la vida sin sentido del humor.
Es tu primera serie con Carmen Maura como protagonista. ¿Cómo ha sido trabajar con esta leyenda de la interpretación?
Carmen es bestial. Es una mujer que representa la verdad, el estilo, la clase, el talento… Trabajas con ella y entiendes perfectamente por qué tiene la carrera que tiene. Una de las grandes razones para hacer esta serie era por trabajar con Carmen Maura. Está fantástica.
Ella entra al trapo además. Hay hasta chistes sobre cómo su personaje podría haber sido una chica Almodóvar y todo.
Hicimos un guiño ahí a la persona pública de Carmen. A mí me gusta hacer esos guiños a la realidad. Creo que el espectador es muy listo y la comedia es un ejercicio de complicidad con el espectador. Cuando hay una conexión entre el espectador y la serie, se crea algo especial. Ya lo hicimos en otras series en las que he trabajado como 7 vidas, Aída o Anclados. Siempre intento que haya ese lenguaje en común que el espectador sepa que estamos con él y que tenemos ganas de jugar.
En un país con tradición de actores secundarios, Mona Martínez puede ser el gran descubrimiento de los últimos años. ¿Tuviste claro que era el momento de darle un papel mayor con el que poder lucirse?
Le dimos un personaje episódico de Anclados y desde entonces tenía muchas ganas de trabajar con Mona. Era una apuesta que había que hacer: es una de las grandes de su generación. No era un personaje fácil y ella se ha apoderado de él. Estoy entusiasmado con su trabajo. Los ingleses dicen eso de “supporting actors”. Son esas interpretaciones las que soportan muchas veces la serie.
Mañana vuelve Estoy vivo. El año pasado impactasteis a la audiencia con dos muertes y una elipsis temporal. La segunda temporada hubo un viaje al cielo que lo cambió todo. ¿Habrá este año también empieza con fuegos artificiales?
Sí. Empezamos con un detonante potente y en la línea de Estoy vivo. Es una serie que hace volar a su público y nos permite jugar con la imaginación y las barreras de la realidad. El estreno no decepcionará a nadie.
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