Mantener un nivel como el de Pixar no debe ser fácil. Desde que comenzaran su carrera con Toy Story no han dejado de crear joyas del cine. No del cine de animación, como técnica concreta, sino del cine en general. La trilogía de los juguetes que cobran vida cuando nadie mira es una genialidad que pasará a los anales de la historia, como lo harán los diez primeros minutos de Up, la historia de amor entre dos robots de Wall-E o el viaje a los sentimientos de una niña en Del revés.
Han malacostumbrado a los espectadores y a los cinéfilos, que cuando fallan en sus nuevos películas lo toman como una afrenta. Sólo hay que mirar su anterior título, Onward, un filme que tuvo el peor timing de la historia llegando a las salas una semana antes del confinamiento por el coronavirus, pero al que una parte de la crítica atacó a pesar de ser una enternededora historia de amor entre hermanos que recuperaba el espíritu de mejor cine de aventuras.
Para aquellos a los que Onward supo a poco llega Soul, la prueba de que el talento de esta gente no tiene límites. Soul es una obra maestra, una más. La capacidad de seguir sorprendiendo, innovando y emocionando de la gente de Pixar es digna de elogio. Aquí es Pete Docter, autor de Del revés y Up el que vuelve a tocar las teclas correctas, y nunca mejor dicho, ya que el protagonista del filme es un pianista de jazz que cuando realiza la mejor audición de su vida cae por una alcantarilla, yendo a parar al más allá.
Conviene no contar más allá de la trama de Soul, es mejor llegar lo más virgen posible al filme para que sus continuos giros y sorpresas argumentales pillen desprevenido. Digamos que una vez ocurre la desgracia la protagonista será el alma de este pianista, que intentará escapar de ese túnel hacia la luz. Una reflexión sobre la muerte, sobre el más allá, pero que termina convirtiéndose en un canto a la vida, un viaje a lo que nos hace humanos. A disfrutar de la vida y que dignifica al peluquero de barrio, igual de importante que el pianista más prestigioso.
Pixar consigue una de sus mejores películas, y lo hace gracias a una contención nunca vista. Soul es la película menos sentimental de la compañía. No está pendiente de emocionar todo el rato, y eso hace que cuando lo consigue sea de una forma más honesta y sincera. No busca todo el rato escenas ‘que hagan llorar’, como sí pasaba en Coco o incluso Del revés -la muerte del amigo imaginario. Todo es más natural, menos forzado y más verdadero. Quizás también la más adulta, y habrá que ver cómo reaccionan los más pequeños de la casa a una historia que juega con lo existencial.
La segunda clave es la magistral animación, que mezcla el prodigio técnico en la parte que se desarrolla en la tierra, con una animación de trazo más tradicional y simple en la parte del más allá, con esos contadores de ‘almas’ que son bocetos que cambian y se fusionan con el escenario. Igual que esas almas, tan carismáticas y que consiguen transmitir con un estilo mucho más sencillo. Esto deja claro que la genialidad técnica no es lo único importante, y que sin una gran idea y un gran guion no hay nada que hacer.
A esto sumen una banda sonora excelente, que mezcla el mejor jazz de Jon Batiste con dos de los mejores compositores de la actualidad, Trent Reznor y Atticus Ross, excomponentes de Nine Inch Nails y que ya demostraron su talento en La red social y lo han hecho este año de nuevo con David Fincher en su genial partitura para Mank.
Soul también pasará a la historia por ser el primer estreno del estudio que se salta los cines y llegará a Disney+ directamente. Una pena, porque semejante despliegue de talento visual y narrativo se merece la pantalla más grande posible y emocionarse en conjunto. Pixar ha vuelto a crear otra obra maestra, y la pregunta que surge es la de siempre: dónde estará la cima creativa de estos genios.