Ella fue una de las primeras en hacerlo. Antes del movimiento #MeToo, antes del conocido caso Weinstein y mucho antes de que las estrellas de Hollywood se sumaran al carro del feminismo en sus discursos, la actriz estadounidense Patricia Arquette habló en defensa de las mujeres en la ceremonia de los Óscars. "Hemos peleado por el derecho a la igualdad de todos los demás, ha llegado nuestra hora de alcanzar la igualdad salarial de una vez por todas, y la igualdad de derechos para las mujeres en los Estados Unidos de América", dijo con voz titubeante pero decidida tras ganar el Óscar a mejor actriz de reparto en 2015.
Es preciso explicar que su hermana mayor Rossana, también actriz que ha aparecido en películas como Pulp Fiction, fue una de las primeras mujeres en denunciar públicamente los abusos del productor Harvey Weinstein. La defensa de los derechos de las mujeres siempre ha estado presente en la familia Arquette. Patricia ha conversado en exclusiva con EL ESPAÑOL y ha afirmado que pese a la considerable mejora que ha habido estos últimos años “todavía existe una gran diferencia entre hombres y mujeres en Estados Unidos”. La actriz de Chicago se refería concretamente a un terrible caso ocurrido en Ohio. "Una niña de 11 años que fue violada ha tenido que dar a luz porque el aborto está prohibido", comenta. Según declara, solo hay que estar atento a los medios de comunicación para ver que las mujeres no son del todo independientes y que la violencia hacia ellas está todavía presente.
Ahora estrena una nueva serie, The Act (Starzplay), donde la violencia sucede entre madre e hija. La serie trata una historia real en la que Gypsy Blanchard (Joey King) mata a su madre Dee Dee Blanchard (Patricia Arquette). Realmente el crimen fue cometido por el novio de Gypsy, Nicholas Godejohn aunque, técnicamente, nada de lo que pasó era lo que en un principio daba a entender el caso.
Todo el mundo pensaba que Gypsy había nacido en 1995 y que padecía de leucemia, asma, distrofia muscular y alergia al azúcar. Lucía una brillante calva, dormía con una máscara de oxígeno e iba en silla de ruedas a todas partes. Lo más sorprendente de todo era que incluso Gypsy se creía las mentiras de su madre. ¿Cómo no iba a creer a su madre?
"Yo creo que Dee Dee realmente quería a su hija", opina Arquette pero matiza que ese amor estaba eclipsado por la enfermedad mental de la madre. Y es que la forma de actuar de Dee Dee está diagnosticado como Síndrome de Munchausen por poderes. El síndrome consiste en que el cuidador del niño, con frecuencia la madre, inventa síntomas falsos o provoca síntomas reales para que parezca que el niño está enfermo.
Tal y como aparece en la serie, tras el paso de los años Gypsy se da cuenta que aquellas supuestas limitaciones no tenían fundamento. Se despertaba por las noches y caminaba hasta el baño; comía dulces de madrugada y sus huesos estaban en perfecto estado.
Las hormonas también jugaron un importante papel en el desenlace entre madre e hija. Gypsy había llegado a la veintena de edad —aunque su madre la tratara como si todavía tuviese diez— y se empezaba a interesar por el amor y el sexo. Sin embargo, la cárcel en la que le tenía sometida su madre le impedía salir libremente a la calle. Fue así como, noche tras noche, la joven se conectaba a internet para chatear con gente.
Nicholas Godejohn apareció en su vida. Nicholas era un chico con problemas mentales que vivía con sus padres en Wisconsin. Lo que se había convertido en una relación a distancia y plenamente virtual pasó a ser algo más cuando la pareja intentó verse en persona. Finalmente Gypsy comprendió que mientras su madre viviera no podría tener una vida 'normal'.
Ambos organizaron el asesinato de Dee Dee para que por fin fuesen libres y pudieran comenzar su nueva aventura de pareja. En palabras de Patricia, Gypsy nunca "procesa en ningún momento que su madre esté muerta". No es hasta que son arrestados cuando, quizá por primera vez, Gypsy comprende la realidad que le rodea. Pero ya era tarde. Su novio fue sentenciado a cadena perpetua mientras que ella está cumpliendo una condena de diez años. El asesinato de su madre fue la única opción que vio Gypsy para escapar de la cárcel de su madre. Lo que no sabía es que sería nuevamente encarcelada por ello, esta vez tras unos barrotes de verdad.