Federico Jorge Jiménez Losantos (Orihuela de Tremedal, Teruel, 1951) es de todo menos una medianía. Su pasión incendia bosques de arcángeles. Fue comunista como otros fueron jesuitas: como un intenso ejercicio de inteligencia y rebeldía. Está ultimando un libro sobre Aquello pero en realidad su cabeza y su corazón siempre están en Esto. En España, España, España... entendida como racimo tremendo y ambicioso de ciudadanos, libres e iguales –y deslenguados, todo hay que decirlo-, no como rompeolas de tribus. El hombre tiene la obligación de saberlo todo. O de ambicionarlo.
¿Que si todavía me dura el berrinche por haber llevado a Gabriel Rufián al Valle de los Caídos? Es que de verdad, aquí en EL ESPAÑOL hacéis a veces unas cosas muy disparatadas... Llevar a Rufián al Valle de los Caídos, pero vivo, es una cosa rarísima. ¿Que si a mí no me parece que esto ayuda a agitar las aguas del debate? Qué va, qué debate va a haber con Rufián, Rufián es un matón y el debate es algo que sólo se produce entre gente inteligente. Este es un matón que por ejemplo usa las Cortes para amenazarme a mí. Pues eso, que es un matón, un golpista, como lo son todos los de ERC.
Me dice usted, señorita Grau, que repasando mi trayectoria antes de venir a entrevistarme, y hablando conmigo ahora, ha tenido y tiene una sensación como de tiempo detenido. Como de que estamos igual que en los años 70 y 80, como si no hubiéramos avanzado nada de nada. Es que yo creo que desde el día en que Zapatero abolió el tiempo.. Desde el día en que aquí se dijo que la memoria era Historia y que la Historia era memoria... La verdad es que sí, que en España da la impresión de que el tiempo se ha congelado. Digamos que la Historia, desde la Transición, iba funcionando y de repente llegó un momento, coincidiendo con el 11-M y con todo lo que viene detrás, fundamentalmente Zapatero, en que parece que el decurso normal de los acontecimientos se para, queda en suspenso. Peor, queda sujeto a manipulación, a replays, a darle a la marcha atrás y adelante… Pero sin dejar de estar parado.
Zapatero quiso abolir el tiempo y la memoria, congelar España
Da la impresión de que en 2004 paran el reloj y desde entonces estamos viviendo un poco de los restos. Fue tan tremenda aquella explosión que ahora empiezan a verse los cascotes: en Cataluña, en la Educación, en los medios de comunicación… Vivimos no ya en el año de la marmota sino en el del topo, un animal que sea ciego. España no se desatasca, no, venga a acordarse de Franco y de Serrano Súñer, venga Rufián en el Valle de los Caídos en vez de en Soto del Real, las instituciones que no se adecúan para nada a la nueva realidad.
Me sale usted con que si esta democracia necesita una dosis de derecho al olvido. Pues mire, ni derecho ni obligación, lo malo es que un gobierno de tuercebotas como el de Zapatero se siente a reescribir la Historia y los demás lo acepten. Porque esa es la duda que a mí me entra: si cuando Zapatero establece el derecho al olvido que yo diga, y al recuerdo que yo ordene, ¿por qué la gente lo acepta?
Sugiere usted que, como en España la memoria es y ha sido siempre antojadiza, resulta muy fácil cabalgar políticamente a sus lomos, en un sentido o en el otro... Pues ya me permitirá discrepar de eso. En España había un acuerdo, de memoria y de sensibilidad, un acuerdo ciudadano de convivencia que es el acuerdo de la Transición: nunca más la guerra civil. Y sobre esa base se establecen grandes consensos.
Vuelve a interrumpirme usted para apuntar que en su opinión, señorita, la clave de ese acuerdo convivencial era precisamente dejar fuera la memoria, que cada uno recuerde lo que quiera pero sin molestar al otro y sin impacto en la convivencia. Como debe ser, señorita, como debe ser, pero en absoluto subvirtiendo o negando la memoria. Mire, yo a principios de los 80 publico las únicas dos antologías de los discursos de Azaña que han salido, porque no ha habido más, ni antes ni después. Porque aquí todo el mundo venga a hablar de Azaña pero por supuesto nadie lo ha leído ni se ha propuesto hacer un trabajo de síntesis de su obra, que es bien larga. Yo lo hice en bolsillo para Alianza Editorial. Entonces era normal recuperar la parte más recuperable del pasado.
Hombre, no voy a recuperar a Largo Caballero, al imbécil de Largo Caballero, que nos llevó a la guerra civil. Tenía que ser alguien que, aunque fuese responsable, porque esto no fue la Revolución Soviética, cuya responsabilidad se concentra en un pequeño grupo, aquí las responsabilidades estaban muy repartidas. Pero entonces todos teníamos clara la importancia de sacar y conservar la parte más positiva para una convivencia en común.
Aquí vas a pensar lo que yo te diga y si no, eres un fascista y un nazi y un terrorista y un hijo de puta y un criminal
Insiste usted entonces en la idea de que la prioridad era la pertinencia del recuerdo para convivir, no su veracidad, no recordar al pie de la letra. No, no, al revés, tan al pie de la letra, le digo, que hacíamos antologías. ¡Ahora es cuando no se recuerda nada al pie de la letra! ¿Qué si después de sucesivos fracasos en la reescritura histórica vamos ahora directamente a la reinvención, a la mente en blanco, dice usted, señorita? Nada de mente en blanco, mente en rojo, porque esto es una cosa totalmente bolchevique y programada. Aquí vas a pensar lo que yo te diga y si no, eres un fascista y un nazi y un terrorista y un hijo de puta y un criminal. Cuando aquí los terroristas estaban en el otro lado.
A ver, aquí, de la Transición, ¿qué se queda fuera? ETA. Es decir, el comunismo terrorista y separatista, eso es lo que se queda fuera. Y se queda dentro todo lo demás. Hasta que llega Zapatero y propone todo lo contrario: romper el cordón sanitario, echar al PP a la derecha y volver a un esquema típicamente guerracivilista. Se recupera a ETA y hay que echar a la media España que vota al PP. ¿Y eso, por qué? Y, sobre todo, ¿por qué lo acepta el propio PP?
Que le acabo de quitar la pregunta de la boca, me dice usted, señorita Grau: que cómo veo y me explico yo la actitud del PP frente a todo eso. Pues la actitud del PP fue resistir tres años y medio de la primera legislatura de Zapatero, básicamente porque estaba entonces El Mundo dirigido por Pedro J., estaba yo y estaba la Cope, que no tragábamos con todo esto del 11-M, todas estas fechorías criminales, anticívicas y antiespañolas de Zapatero, pero en el momento en que Mariano Rajoy pierde también las elecciones de 2008, decide pasarse al otro lado. Para sobrevivir él en vez de Alberto Ruiz-Gallardón. Decide ocupar el sitio de Gallardón, obviar el 11-M, y sentarse a esperar el fallo del contrario para heredar. Claro, tarde o temprano ese fallo se produce porque Zapatero era un zote y porque la crisis en realidad ya estaba aunque la gente no lo quería reconocer y empieza a manifestarse con fuerza en 2009 y 2010. Mariano espera y el PSOE se hunde.
Pero cuando llega Mariano al final de 2011 con la mayor mayoría que ha habido nunca en España, nadie ha tenido nunca tanto poder en democracia, ni Felipe en su apogeo, entonces Mariano no hace nada para volver a la senda de la Transición. Que era la senda de la UCD, de Felipe González y de José María Aznar.
Mariano es un cobarde patológico y lo peor es que le va muy bien siendo un cobarde
¿Que por qué no lo hace, me pregunta usted? Pues yo creo que por dos razones: primero, porque es un cobarde patológico y porque es un cobarde al que le va muy bien siendo un cobarde. Un cobarde envalentonado, con todos los perejiles. Y además porque en los medios de comunicación se ha producido una degradación total. En la Transición había medios de comunicación muy activos en la defensa de ese gran proyecto nacional y cívico de la democracia. Con Zapatero se crean los dos grupos multimedia que ahora ha repristinado y hecho todavía más poderosos Mariano, y Soraya, pues esos medios están para consagrar la manipulación política de la realidad. A través de estos medios son los poderosos los que vigilan a la opinión, no la opinión a los poderosos. Entonces aquí se glorifica a todos los mamarrachos de la izquierda y se zumba a todo el mundo de la derecha excepto a tres personas intocables, que son Rajoy, Soraya y Montoro, que son los que garantizan el negocio. Y a De Guindos, por si acaso.
Se harta usted de hablar de los medios de comunicación y se empeña en hablar de mí. Me pregunta que, si yo fuera Quevedo, quién sería el conde-duque de Olivares. Pues me temo que lo querría ser también Rajoy. O igual pondría a Soraya de conde-duque y él haría de caballo. ¿Cómo dice? ¿Que yo doy miedo? Pues será a cierta gente, porque a otra le doy afecto, cariño. Subraya ahora usted que en un panorama comunicativo tirando a mediocre, por decirlo amablemente, yo aporto una tensión intelectual escalofriante a veces. Bueno, no sé si tanto como escalofriante. Lo que pasa es que yo tuve un buen bachillerato y me he preocupado de leer. Es que estamos en un país donde la mayoría de lo que llaman comunicadores son, en realidad, floreros. Analfabetos funcionales, gente que no ha terminado un libro completo.
En la Transición había medios de comunicación muy activos en la defensa de ese gran proyecto nacional y cívico de la democracia. Con Zapatero se crean los dos grupos multimedia que ahora han repristinado y hecho todavía más poderosos Mariano y Soraya
Me recuerda usted cómo nos conocimos, o, mejor, cómo me conoció usted a mí. Me dice que trabajaba usted en Barcelona y en el diario catalanista Avui, donde por supuesto a mí se me consideraba poco menos que el hombre del saco, y que empezó a leer un artículo en ABC del que se quedó prendada, un artículo sobre Rosa Chacel que acababa con una frase que usted recuerda como felizmente sobrecogedora –“fue enterrada en Valladolid, bajo un cielo perfecto…”-. Y que se cayó de bruces del caballo al darse cuenta de que aquel artículo del que tan prendada se quedó lo había escrito yo. Es sabido que las dictaduras como la catalana siempre se exceden al pintar al enemigo como tan malo, tan malo, tan malo, que al final te sorprendes descubriendo que a lo mejor es bueno. ¡Para eso se ha creado el CAC, para que nadie tenga dudas ni le pase lo que le pasó a usted conmigo!
Pasando a asuntos más amables, me recuerda que usted y yo compartimos un profesor de literatura castellana inolvidable: José Sanchís Sinisterra. Yo le tuve en Teruel, usted en Sabadell. ¿Qué recuerdo guardo yo de Pepe Sanchís? Por supuesto, el mejor. Yo estoy escribiendo ahora mismo un libro sobre qué fue el comunismo, contando cómo llegué a él.
Cuando muere mi padre, teniendo yo 16 años, los que ocupan su lugar, los que se convierten en mis segundos padres, son mis profesores José Antonio Labordeta, el cantautor, y Pepe Sanchis Sinisterra. Hacía teatro con los dos y les tengo una estima enorme. Todo lo que yo he hecho intelectualmente se debe a lo que aprendí con ellos. Yo era un tío espabilado, buen alumno, con buenas notas, pero antes de ellos no tenía ninguna buena formación. Labordeta fue un padre digamos lírico. Sanchis, en cambio, era un padre concienzudo, casi épico.
Yo cuando termino el bachillerato en Teruel había leído a Umberto Eco, había leído a Freud, había leído a Proust... el único problema es que yo era un crío todavía, tenía 17 años. Recuerdo que tomábamos el té con la actriz Magüi Mira, la entonces mujer de Pepe Sanchis, en su casa, aquello parecía Sussex. Hacíamos teatro, poesía, nos metíamos en líos tremendos. Hacíamos una página del periódico de Teruel, que con razón se llamaba Lucha, donde decíamos cosas tales como, "¿sabía usted que somos monárquicos? Sí, pero con Salvador Dalí de rey y Jaime de Mora de Aragón de primer ministro". Claro, casi suspenden el periódico. En nuestra inconsciencia llegábamos al fondo de todo lo que se podía llegar. Y claro, cuando uno es adolescente y piensa que es inmortal, puede llegar a cualquier lado. La verdad es que esos años con Sanchis y Labordeta probablemente sean los más felices de mi vida. Estaba todo el día aprendiendo y al mismo tiempo todo el día divirtiéndome.
Mis años con Sanchis Sinisterra y Labordeta probablemente sean los más felices de mi vida. Estaba todo el día aprendiendo y al mismo tiempo todo el día divirtiéndome
Me pregunta usted si la cada vez más llamativa distancia ideológica entre nosotros no ha llegado nunca ni a resquebrajar nuestra amistad. Pues no. Como dijo una vez Labordeta, cada vez que nos vemos tenemos muchas otras cosas de qué hablar aparte de política. A Pepe lo he visto menos, a Labordeta más, pero es lo mismo. Aunque quién sabe si acabaremos por coincidir, porque hay tal problema de falta de calidad en la especie política que a cualquiera mínimamente alfabetizado le tienen que venir ganas de vomitar, sea de derechas o de izquierdas. Y no olvidemos nunca que la política es sólo la lucha por el poder. Es mucho más importante la vida real, y la vida real está en la sociedad civil. En lo que uno escribe, en lo que uno lee, en lo que uno filma, en los periódicos que saca o que cierra. La vida está en otra parte, no está en el poder.
Otra cosa es que la obligación de un ciudadano sea vigilar y criticar al poder, y que yo me lo pase bien haciéndolo. Es una obligación de la que ha desertado casi todo el mundo porque es muy mal negocio. El buen negocio es hacer de palmero, de agradador. Crítico ma non troppo, y sobre todo nunca crítico de todos a la vez, porque entonces no te colocas.
Le interesa usted hablar de cómo llego yo a liberal, partiendo de la premisa de que en España todos los liberales caben en, ¿ni siquiera un taxi, una bicicleta, dice usted? Sí, en un rickshaw… Mire, yo siempre he tenido un sentido muy elevado del deber, de lo que hay que hacer. Yo procedo de una familia muy pobre donde estaba muy claro que los hijos teníamos que ser lo que no habían podido ser nuestros padres. Mi madre iba a ser de las primeras economistas en Hacienda pero se le atravesó el julio del 1936 y nunca entró. Luego se hizo maestra.
Aquí todo el mundo se hacía del PCE pero nadie leía a Marx, yo sí me he estudiado la doctrina
Mi padre dejó la escuela a los once años para trabajar. Yo me he educado en la idea de que yo tenía que estar agradecido porque, aun habiendo venido al mundo en una familia humilde y con una salud peor que mediocre y en un pueblo perdido allá en los Montes Universales de Teruel, porque esta familia tan humilde me quería, porque yo no era tonto y con todo eso yo tenía la obligación de estudiar. Y esa obligación era sagrada. Lezama Lima citaba el dicho clásico según el cual el hombre tiene la obligación de saberlo todo. O por lo menos intentarlo. Yo tengo un temperamento de meterme en todos los ríos y en todos los charcos, porque como fui un niño muy querido, pues me siento seguro y tiro palante. Luego miro atrás a ver si hay alguien, y si no hay nadie me da igual: yo sigo.
En tiempos de Franco, que éramos cuatro gatos antifranquistas, yo realmente me preocupé de estudiar qué era eso del marxismo. Aquí todo el mundo se hacía del PCE pero resulta que nadie había leído a Marx. Ni El manifiesto comunista. Apunta usted partida de la risa que ni El 18 Brumario, que es el libro más cortito de todos. Yo me he estudiado de verdad la doctrina. Igual que entré en el PCE por un sentido del deber, porque yo creía que tenía derecho a ser libre y bajo una dictadura no lo era y lo único que había enfrente de esa dictadura era el PCE, pues en el PCE estábamos.
Tanto Pepe Sanchis como Labordeta como yo mismo éramos simpatizantes pero no éramos miembros del partido mismo. Yo era del entorno del partido. Eso es algo que hoy resulta difícil de entender en España: pero es un hecho que en un partido en la clandestinidad, su fuerza estaba fuera del partido, no dentro. Pero yo me preocupé de estudiar a fondo el tema porque era mi obligación, lo había sido siempre desde que mi madre me dijo que mi trabajo era ese, estudiar, y si yo objetaba, no, que este verano voy a trabajar de tal cosa o de tal otra, ella me cortaba y me decía: tu trabajo es estudiar. Por eso siempre he leído y siempre he sacado consecuencias lógicas de lo que leo.
Y lo peor es que el modelo catalán es el que ha acabado imperando en toda España. Las diecisiete autonomías son como diecisiete pirañas que se lo quedan todo, se lo gastan todo, se lo roban todo y se quejan encima de que todo se lo roban los demás…
Entonces uno evoluciona desde la inopia, que es el apoliticismo que se predicaba en tiempos de Franco, hasta estar en torno al PCE. Yo empiezo a leer a los republicanos españoles con Azaña, con Madariaga, con Sánchez Albornoz, y ellos me dan una primera idea de España seria. Y luego a los disidentes rusos. Yo salgo del comunismo leyendo Archipiélago Gulag.
Pone usted sobre la mesa, señorita, el dato doloroso de que el gulag no es una cuestión meramente académica porque un número apreciable de españoles acabaron allí. Y no sólo cautivos de la División Azul, cosa que dentro del horror tendría una mediana lógica política, sino también muchos más, un buen puñado, de republicanos atrapados en Rusia al final de la guerra. Rojos en las cárceles comunistas. La Pasionaria y Santiago Carrillo estaban perfectamente al tanto del tema y no movieron un dedo para ayudar a aquellos desdichados, es más, se opusieron todo lo que pudieron a su liberación, no les fuera a dar por contar su experiencia y “difamar” a la URSS…
¿Dice usted, señorita, que uno de esos cautivos era el padre de un antiguo novio suyo? Pues ya ve. Yo, leyendo a Solzhenitsyn, me entero de que éste ha conocido a Valentín González, nuestro Campesino…¡en el gulag! Entonces me empiezo a interesar por todos los disidentes del comunismo empezando por el Campesino, hay que ver, esa manera de escaparse andando, eso sólo lo consigue un español de los de antes, una naturaleza de esas monstruosas, vamos, a este le juntas con Pizarro y también te conquista Perú.
Pero, en fin, siguiendo la pista de los disidentes es como yo descubro y comprendo la verdadera estructura de la guerra civil. No sólo el pueblo llano machacado por los dos bandos, sino toda esa gente que creyó, bien en la utopía fascista, bien en la comunista, y que luego se vieron no ya defraudados sino masacrados. Como los dirigentes del POUM, que ese y no el PCE fue el verdadero partido comunista español, el de Nin, Maurín y Gorkin... Y Víctor Alba, etc. Todos ellos, todos, todos, acabaron siendo anticomunistas. Fíjese en qué cosa más curiosa: los únicos que siguen siendo anticomunistas son los que han conocido el comunismo. Los demás se han acomodado a esta cosa académica de ahora, que no hay que ser ni comunista ni anticomunista. Cuando, por ejemplo, todo el mundo da por hecho que hay que ser antinazi, que nazi no se puede ser.
Me pregunta usted por qué todos los “listos” de este país hemos sido, bien jesuitas, bien comunistas. Bueno, en todas partes te encuentras gente procedente de Bandera Roja como yo, sin ir más lejos Pilar del Castillo... El comunismo ha sido la mayor escuela de liberalismo de este país, qué duda cabe. Ahora ves a esta caricatura de comunismo que son los de Podemos y el Garzoncito y tal y te quedas…Oiga, es que el PCE es un partido que hizo la Transición. Es el que pacta con la Falange la Transición, porque el PSOE entonces en la práctica no existía. Y ese pacto extraordinario para España se cumple. Cuando ves ahora a estos macacos jugando con la memoria histórica y que lo único que quieren es que vuelva la dictadura pero la suya, porque quieren para ellos todo el poder... Éramos una sociedad viva y dispuesta a llevarse, una sociedad con una salud casi indecente, que diría Ortega, y todo eso saltó por los aires con Zapatero en 2004.
Si ya me lo decía mi pobre abuela: m'hijico, la política es vivir rabiando
¿De Cataluña quiere hablar ahora? Bueno, en Cataluña ha pasado lo que Tarradellas ya avisó de que iba a pasar, que Jordi Pujol iba a imponer una dictadura blanca. El atentado contra mí, el tiro en la rodilla que me pegó Terra Lliure, me tocó a mí como le podía haber tocado a cualquiera, yo ya había publicado lo que había publicado y encima era entonces el niño bonito de El País, cuando éste todavía era un periódico liberal.
Mire, lo de Cataluña ya no tiene remedio, Barcelona fue la ciudad más libre de España pero los paisanos de usted se lo han robado todo, vamos, hasta la memoria se han robado allí. Y lo peor es que el modelo catalán es el que ha acabado imperando en toda España. Las diecisiete autonomías son como diecisiete pirañas que se lo quedan todo, se lo gastan todo, se lo roban todo y se quejan encima de que todo se lo roban los demás.
¿Que si es verdad que me ofrecieron liquidar a los que me habían pegado el tiro, y que rechacé la oferta? Sí. ¿Quién me lo ofreció? Bueno, la verdad es que no vive ya, lo podría decir. Pero dejémoslo en que era una persona sin relevancia, un tipo que estaba en las cloacas del Estado en tiempos de Rosón. En tiempos de UCD, vaya.
Por supuesto, las cloacas del Estado han estado siempre ahí, venían de la policía política franquista, se reciclaban. Porque además el policía siempre es policía, en la dictadura y en la democracia, y había muchos terroristas. Y el problema es que los jueces no se atrevían a juzgarles. Aquí hubo que crear, en mala hora, por cierto, porque ha sido peor el remedio que la enfermedad, la Audiencia Nacional a imagen y semejanza del antiguo Tribunal de Orden Público porque con los etarras nadie se atrevía. Ni con los de Terra Lliure ni con los del GRAPO ni con los del FRAP... Los jueces estaban muertos de miedo,
¿Que si yo podría acabar saliendo de España por patas para no volver, como de Cataluña? Espero que no, pero nunca se sabe, ya tuve que irme un año a Estados Unidos cuando ETA nos amenazaba a todos, a Aznar y a los que creían que pudimos haber sido sus ministros. Otro caso clásico de desinformación, yo jamás habría aceptado un ministerio. Si ya me lo decía mi pobre abuela, que era clarividente: "M'hijico, la política es vivir rabiando...".