Antonio Durán es el propietario, desde 2004, de El Nacionalista, una tienda que le ha ocasionado más de un dolor de cabeza por los continuos señalamientos que la califican como facha. En ella vende artículos de souvenir con simbología nacionalista, de derechas o, incluso, de extrema derecha. Son muchos los símbolos preconstitucionales que adornan las decenas de productos que se exhiben en sus estanterías: tazas con el emblema de la Falange, banderas franquistas...
O ya entrando en perfiles democráticos, Antonio Durán comercia otros elementos como tazas con la famosa frase Me gusta la fruta, de Isabel Díaz Ayuso, o botellas con las caras de Javier Milei, el presidente de Argentina, o del estadounidense Donald Trump.
“Es una tienda de souvenirs, no hago apología. Mi negocio es para divertir a la gente”, explica a EL ESPAÑOL Antonio Durán, el dependiente y dueño de El Nacionalista. De hecho, el extremeño no sólo tiene esta tienda, sino que tiene abierta La Bodega del Humor en la misma dirección, sita en el madrileño barrio de Salamanca. Se define como una persona “controvertida y polémica”. Sin tapujos. Y confiesa que sólo le interesa “facturar como Shakira”.
Y es que él ve su tienda como un negocio. Nada más. No cree que con ella haga apología. Pero los cientos de elementos regados por todo el local se circunscriben en una clara línea ideológica. Ejemplo de ellos son los objetos con la Cruz de Borgoña, el parche de los Tercios, los símbolos de la Legión o los calcetines, vinos y tarros de miel con la cara del dictador Francisco Franco.
De hostelero a empresario
Antonio Durán comenzó a trabajar a los 18 años. Empezó en el sector de la hostelería y tuvo la oportunidad de vivir en Alemania. Luego, en Bilbao. Lleva “más de 30 años como autónomo”, explica a este diario, y siempre le ha interesado el mundo de los negocios. Por su dilatada experiencia, opina que, al menos con el turismo, “hay más demanda de objetos que hablen del país”.
Pero no siempre –y no sólo– se ha dedicado a tiendas con el corte de El Nacionalista. Por ejemplo, hace 36 años abrió La Tienda del Espía de Madrid, dedicada al mundo del espionaje. A día de hoy acude poco a ella, delegándola a sus empleados. Durante la pandemia, también quiso crear La Tienda del Coronavirus, pero las autoridades administrativas le denegaron la inscripción.
Pese a ello, el éxito que ha alcanzado con El Nacionalista se debe a su perfil “controvertido” y a las polémicas que surgen en la política del pasado y el presente. No deja pasar una. Por ejemplo, ha amortizado la frase Me gusta la fruta de Díaz Ayuso: en su tienda se pueden encontrar llaveros a 6 euros, camisetas a 22 euros y delantales a 45 euros con el lema de la líder madrileña.
Con relación a la política, Antonio Durán cuenta que sus clientes son personas “con unos ideales y opiniones en contra del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez”. Y los que compran sus souvenirs, los regalan a alguien de su entorno “en tono de burla”.
Tomás y los clientes fieles
Mientras EL ESPAÑOL habla con Antonio Durán, se observa el vaivén propio de una tienda de barrio. Entran los curiosos a ver los artículos que ofrece. Son de distintas edades. Se acercan a los objetos, los miran, los comentan y se ríen. Sin más. Al preguntarles sobre su opinión sobre los productos, dicen que no lo ven como apología a las ideologías de derecha o extrema derecha: “No hay nada que esté aquí que no sea una frase real que las propias autoridades o alguien polémico haya dicho”.
Los clientes más fieles, opina Durán, “son los que les gusta el humor”. Suelen ser personas mayores que viven cerca y que pasean hasta el local para ver cosas y pasar el rato. También, los turistas que recorren la zona. “No hay nada ofensivo. Las botellas de vino o de cerveza con símbolos de la Falange o las tazas con la bandera y el águila forman parte de España. Eso no se puede negar”, se defiende Durán.
Durante la conversación con este periódico aparece Tomás en escena. Tiene 88 años y ha ido a la tienda para recibir una botella de vino de regalo por su cumpleaños. Viste un cinturón y tirantes con la bandera de España, porque dice sentirse “muy orgulloso” de su tierra. Es uno de los fieles, pero no todo el mundo entiende que hay muchos tipos de clientes y público que, como Tomás, buscan este tipo de productos.
“A algunos les resulta gracioso todo lo que dicen del local, pero a mí me interesa hacer dinero. La gente viene y compra sin obligación a nada. El negocio se mantiene porque es rentable. Hay que buscarse las castañas para sobrevivir como autónomo”, desarrolla Antonio Durán, antes de decir que él y los suyos aprovechan la actualidad política: “Vemos las noticias que salen en los medios y sacamos títulos nuevos, según se va presentando la coyuntura nacional e internacional. De ahí haya objetos con personajes como Javier Milei o Donald Trump”.
Este medio, de hecho, ha sido testigo de que Durán tiene defensores en el barrio. Ejemplo de ello es una vecina mayor que entiende el contenido de la tienda: “Hay gustos para todos y éste es uno más. Al que no le guste, que no compre nada y ya está”. “España es un país democrático, no hay nada ilegal, hay que dejarlo que se gane la vida, como nosotros”, afirman otros vecinos.
Intentos fallidos de cierre
Aunque recibe críticas de algunos sectores afines a la izquierda por la falta de ética de algunos objetos que vende, lo cierto es que no son ilegales. Sin ir más lejos, recibió hace unas semanas una inspección por parte del Ayuntamiento de Madrid y no se encontró nada irregular.
Desde que tiene el negocio se ha especulado en varias ocasiones con su cierre, pero lo único que ha habido irregular ha sido un error administrativo por parte del arquitecto a la hora de escriturar en local. Lo hizo en el número 54 de la calle de Goya, en lugar del 56. “No recibimos las notificaciones en su momento, pero ahora está todo en orden”, aclara el propietario. Eso sí, al estar ubicado en una de las calles tradicionales, el consistorio madrileño recomienda a Antonio Durán cuidar de la fachada, porque es considerada patrimonio cultural.