Cuando Denís Jorrín (Zaragoza, 2008) estaba empezando la Primaria hacía algo inusual. Mientras Adrián Jorrín y Estíbaliz Cezón, sus padres, ayudaban con los deberes de Matemáticas a su hermana mayor, el crío, de fondo, decía las soluciones de unos problemas pensados para una niña que estaba dos cursos por encima de él. “Tenía que cerrarle la puerta de la habitación, porque si no respondía todo y no podíamos explicárselo a nuestra otra hija”, recuerda la madre de Denís en conversación con EL ESPAÑOL.
Tiempo después, a raíz de unos episodios de bullying que sufrió Denís cuando tenía ocho años, se confirmó lo que ya sospechaban sus padres: el niño tenía altas capacidades intelectuales. “Nos enteramos de que unos niños mayores que él, de 15 años, le pegaban en el autobús del colegio. Por ello, me di cuenta de que mi hijo tenía problemas. Estaba triste, así que, a recomendación de una amiga maestra, lo llevamos a un psicólogo infantil para trabajar su autoestima y ayudarle a superar su depresión infantil. Una vez mejoró, se le hicieron varias pruebas y el resultado fue que tenía altas capacidades intelectuales. Lo que ocurría es que él rebatía a los mayores siendo pequeño y por ello le acosaban”, explica Estíbaliz Cezón (Zaragoza, 1974), la madre de Denís.
Fue cuando ella, confiando en el colegio privado en el que se formaba su hijo, informó al departamento de orientación lo que le había dicho la psicóloga infantil. “Incluso la propia psicóloga se puso en contacto con el centro para informar sobre las altas capacidades de mi hijo, pero parece que eso les molestó”, dice Estíbaliz. Ella y su marido, Adrián Jorrín (La Habana, Cuba, 1981), confiaron en que el colegio evaluara a Denís para poder ayudarle desde un punto de vista académico, pero el colegio miró hacia otro lado.
En lugar de eso, el centro adoptó una posición defensiva, alegando que Denís era “un niño problemático”, por lo que continuamente “le sacaban de clase, le mandaban a jefatura y, si había suerte, le ponían al final de clase en una esquina para que hiciera lo que quisiera sin molestar”, critica su madre antes de añadir que nunca le dieron la oportunidad de evaluar sus altas capacidades pese a que ya había informes que lo acreditaban. El colegio y el sistema le dieron la espalda a este menor hasta que acabó repitiendo segundo de la E.S.O.
El caso de Denís, no obstante, no es aislado. No es tan poco frecuente que un menor con altas capacidades intelectuales no pueda desarrollarlas como debe en España. De hecho, según el último estudio publicado por el Ministerio de Educación sobre Altas Capacidades “un 70 % (de los alumnos con alta capacidad) tiene bajo rendimiento escolar, y entre un 35 % y un 50 % está fracasando escolarmente”. “La mayoría de ellos no están debidamente detectados y evaluados y, por consiguiente, no están debidamente atendidos”, prosigue.
El problema de base es que este informe tiene algo más de dos décadas y la fotografía incluso puede haber empeorado. Así lo confirman a EL ESPAÑOL José Luis Pérez y Félix Ruiz, dos psicólogos especializados en altas capacidades. “Algunas personas dicen que los datos son tan malos que no se atreven ni a publicarlos. No se publican estas cifras tan altas por miedo. A nadie le interesa hacerlos públicos”, explica Pérez a este diario. Preguntado el propio Ministerio de Educación sobre si hay datos más actuales, el departamento esgrime que es “difícil” que exista ese dato.
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Motivos de fracaso y repetición
Lo que está claro es que de los 41.000 menores con altas capacidades –anteriormente conocidos como superdotados– identificados en todo el país oficialmente, un grueso de ellos no alcanza lo que se espera de ellos académicamente. Para José Luis Pérez, en buena medida, es causa de una mala respuesta del sistema educativo a la hora de detectar a los menores y, consecuentemente, atenderlos.
“Para empezar, estos chicos tienen un planteamiento emocional en el que intentan dominar la situación con facilidad. Al conseguirlo, se aburren y pueden empezar a enfrentarse al sistema –llamando la atención, distrayéndose…–. Entonces el sistema educativo lo que debe hacer no es corregir la conducta, porque una persona con altas capacidades no aprende de los errores, sino que necesita un proceso de acompañamiento y motivación”, explica el psicólogo José Luis Pérez.
Es más, lo que defiende el experto es que el sistema educativo, el profesor, el orientador, tiene que “conocer bien” la realidad de cada alumno para poder responder bien a cómo debe educarlo y formarlo. El sistema debe dar una “respuesta adecuada” para “motivar” a los alumnos. En el caso de los que tienen altas capacidades intelectuales, si no se cuida la motivación, se puede provocar esa desmotivación, que, en última instancia genera frustración y abandono escolar.
Algo así fue lo que ocurrió a Denís Jorrín cuando llegó a la E.S.O. “Sólo hubo un profesor en Primaria, el de sexto, que reconoció que mi hijo tenía un potencial espectacular acorde con altas capacidades, pero que sólo se esforzaba cuando le daba la gana. Pero no le dejaron motivarle. En Secundaria la situación fue a peor, porque los profesores le hacían sentir mal hasta el punto en que un día mi hijo me dijo: 'mami, yo no puedo aprobar porque soy tonto'. Ahí tenía 11 años y le dije que no era verdad. Le contamos que tenía altas capacidades, pues antes preferimos no decírselo, y él se entendió”, explica la madre de Denís.
Fue un curso después, en el 2020/2021, cuando Estíbaliz Cezón empezó a exigir las pruebas de identificación “porque Denís estaba al borde de la depresión”. Lo hizo tras conocer a la asociación Sin Límites Aragón, que ayudó a esta familia. Como ya había pasado alcanzado los 14 años –hay expertos que dicen que es mejor hacer en ese momento las pruebas–, Estíbaliz llevó al niño a que lo volvieran a examinar por la privada: volvió a salir con altas capacidades. No obstante, el continuo acoso que sufría Denís en el aula, sumado a la desmotivación académica, provocó que el joven se hundiera en un pozo académico.
“Y lejos de entenderlo y hacerle alguna prueba, el colegio optó por la repetición. Pese a ello, había un informe privado firmado por un psicólogo que desaconsejan la repetición de curso”, dice Estíbaliz. “Solicité al colegio que le hicieran una revisión de las notas y que le permitieran pasar porque no consideraban el perfil que tenía el crío. No se le habían puesto las medidas adecuadas para que él pudiera aprobar. El nuevo informe justificaba que el niño no había sido atendido y que consideraba que una repetición era contraproducente porque era un perfil que necesitaba unas atenciones diferentes que no se habían dado”, dice.
Pero el colegio no cedió. Denís repitió y la Inspección Educativa del Gobierno de Aragón miró hacia otro lado. “Los colegios privados deben cumplir unos mínimos que se regulan. Pero si los cumplen, tienen bastante autonomía”, se excusaron. Para más inri, el servicio de orientación del colegio no tenía ningún tipo de expediente abierto sobre el caso pese a que la historia de Denís venía desde que el niño estaba en Primaria.
El renacer de Denís
Los padres de Denís, cansados de la situación, decidieron cambiar a su hijo de colegio. Concretamente, al colegio concertado Condes de Aragón. “Nada más llegar allí fue la orientadora la que me pidió cita. Me dijo que no le habían enviado ningún tipo de expediente del colegio anterior. Realmente, no los había, ni los informes, ni nada… Pero en este colegio las cosas cambiaron. Se dieron cuenta de las altas capacidades de Denís”, cuenta su madre.
Ahí cursó por segunda vez segundo de la E.S.O. “Denís pasó de suspender varias cada vez a sacar sobresalientes en Matemáticas, Física, las asignaturas de Ciencias… En las de letras le sigue costando un poco”, reconoce su madre, aliviada, pues llegó a pensar que su hijo “no iba a terminar la E.S.O.” por la desmotivación y frustración que estaba arrastrando desde su colegio anterior. Temía que su hijo fracasara escolarmente.
Ahora, Denís se ha recuperado y está cursando tercero de la E.S.O. “muy motivado”, como cuenta él mismo a EL ESPAÑOL. “Aunque me ha costado adaptarme al nuevo colegio, ahora estoy muy bien. En el otro colegio me pusieron todo el rato etiquetas de que era un chico problemático por cosas que no ocurrían. En ese momento me sentía muy mal y no quería hacer nada. Y, la verdad, para mí fue un alivio saber que tenía altas capacidades porque ya entendí por qué me aburría, por qué no estaba motivado”, dice el menor.
Denís Jorrín, en la actualidad, está motivado en el colegio y persigue el sueño de acceder al Grado de Ciencia de la Actividad Física y del Deporte, en Zaragoza, aunque no descarta otras opciones de ciencias, en las que destaca. El joven, pese a todo, es un ejemplo de que un menor con altas capacidades intelectuales al que se le motiva y se le escucha, puede progresar. De lo contrario y, pese a la repetición, podría haber acabado en un nuevo caso de fracaso escolar.