Desde el puerto de Castro Urdiales se aprecian la iglesia de Santa María de la Asunción, el castillo de Santa Ana y el faro con el mismo nombre. Juntos componen una bonita estampa de piedra sobre el azul del Cantábrico. A unos cuatro kilómetros de allí, en una apartada zona de chalets conocida como La Loma, se extiende el colegio Menéndez Pelayo, un centro privado católico al que acudían los dos menores supuestamente implicados en la muerte de su madre, Silvia López Gayubas, una mujer de 48 años de fuertes convicciones cristianas.
Cuentan desde el colegio que los niños, de 15 y 13 años, apenas tenían amigos allí. Su círculo social era muy reducido y en él, siempre estaban presentes sus padres. A diferencia del resto de sus compañeros, J. y E. no salían solos a la calle. Y cuando lo hacían, generalmente era para asistir a alguna celebración religiosa con sus progenitores.
Los chicos son hermanos biológicos, pero no fueron concebidos por Silvia y su pareja J. Los adoptaron en Rusia y los trajeron a Castro Urdiales, en Cantabria, donde el matrimonio había decidido formar una familia, a una media hora en coche de su Bilbao natal. La alcaldesa del municipio cántabro, Susana Herrán, aseguró en una comparecencia pública que según sus informes los menores “no eran conflictivos” y tenían un expediente académico “excelente”.
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Tampoco hay quejas en el centro educativo sobre su comportamiento, aunque según una de las hipótesis que manejan los investigadores la discusión entre Silvia y sus hijos podría haberse originado por las malas notas que habría obtenido el mayor de ellos en una evaluación reciente. Desde el colegio sostienen que los hermanos apenas utilizaban el móvil y que interactuaban muy poco con el resto de alumnos. Aún así, no hay indicios de bullying en las aulas.
Después de clase y algunos fines de semana, Silvia llevaba a los chicos a una asociación juvenil llamada Tallaviento, ubicada en el centro del pueblo. También es de inspiración cristiana y tiene sus raíces en el Opus Dei. “Su finalidad es la de prestar a las familias una ayuda eficaz en la educación de sus hijos durante la etapa escolar a través de actividades relacionadas con el estudio, la utilización del tiempo libre en actividades educativas y solidarias y la formación cristiana”, según su propia web.
Organizan actividades deportivas, talleres culturales o excursiones, siempre bajo unas directrices marcadas por la educación religiosa. Es decir, que cuando los niños salían del colegio privado católico al que asistían su entorno no variaba demasiado en los momentos para el ocio.
Misas y retiros espirituales
La otra cita ineludible era la misa de los domingos. A ella acudía la familia al completo en la iglesia del Sagrado Corazón, donde Silvia era catequista. “Esto es algo que sale por vocación, nosotras no cobramos, lo hacemos por amor al arte. Ella estaba aquí todas las semanas con sus hijos, era una familia encantadora”, asegura Eloisa, otra de las catequistas de la parroquia.
En 2020 E. celebró en esta misma iglesia su primera comunión. La foto, en la que se ve a Silvia y su marido J. felices con sus hijos, circula por las redes sociales. El párroco que ofició la Eucaristía, Alejandro Castillo, aseguró este jueves a la emisora de radio local Castro Punto Radio que Silvia “era una mujer implicada en la parroquia, creyente, muy entregada, con un matrimonio muy unido y la familia siempre junta”.
“Nos hemos quedado como en blanco, no nos queda más que acudir a la fe”, remachaba el sacerdote. Lo mismo que repetía Ángel, el sacristán, mientras atendía a los muchos reporteros que se acercaron a su iglesia. Sorprendido por la noticia, tampoco había mucho más que decir, salvo que había sido un "shock para todos".
El Sagrado Corazón es una parroquia modesta, ubicada en el centro de Castro Urdiales, pero es el lugar al que acuden a rezar los feligreses de toda la vida del pueblo. Silvia tenía también un último refugio religioso: unos retiros espirituales femeninos a los que acudía de forma periódica en la asociación Pleamar, a unos pasos de la iglesia. Allí la conocen, aunque ni sus allegadas ni las responsables del centro quieren hacer declaraciones.
La mujer, de 48 años, trabajaba como celadora en el Hospital Universitario de Cruces, en Barakaldo (Vizcaya) y, a juzgar por sus publicaciones en sus redes sociales, le inspiraban los mensajes motivacionales y la autoayuda. Su perfil de Facebook está lleno de frases de este tipo, no sólo de carácter cristiano. “Qué ironía, no dices nada para evitar conflictos, y vives en conflictos por no decir nada”, reza una de sus últimas publicaciones. La frase está sacada de la novela 'El Principito'.
Una llamada después del crimen
Se podrá dibujar su entorno, sus circunstancias, aparecerán más detalles sobre la familia, pero es muy difícil que nada de ello explique lo que sucedió la noche del miércoles en su vivienda de la calle Monte Cerredo.
La madre de Silvia habló por teléfono con los críos poco después de las nueve de la noche y uno de ellos le contó a la abuela que les habían intentado secuestrar. A la señora le pareció tan raro que llamó a la Guardia Civil. Y cuando los agentes llegaron al chalet donde vivía la familia encontraron el coche de Silvia empotrado en su propio garaje, con el cadáver de la mujer envuelto en una bolsa de plástico y una puñalada en el cuello.
A última hora de la tarde de este jueves, el coche seguía dentro el garaje, con la Guardia Civil custodiando la puerta del inmueble. No había rastro de la abuela, que vive en la misma calle, ni de J., el marido de Silvia, a quien avisaron por la noche mientras cubría su turno en una metalúrgica de Llodio (Álava) de que su mujer había sido asesinada por sus propios hijos. El hombre “no se lo podía creer, estaba destrozado”, señalan fuentes de la investigación.
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Internamiento en un centro cerrado
La titular del Juzgado de Instrucción n.º 5 de Santander decretó el internamiento en régimen cerrado durante seis meses del hijo mayor, de 15 años, por la “presunta comisión” de un delito de asesinato. La decisión provisional es prorrogable por otros tres meses. El menor, de 13 años, es inimputable, por lo que está libre sin que se pueda seguir una vía penal contra él.
La criminalidad entre menores de edad es una realidad que cada vez concita mayor preocupación entre los especialistas del Ministerio del Interior y también entre los fiscales de toda España, quienes se dedican a perseguir los crímenes. Esta preocupación ha quedado constatada en recientes informes como el emitido por la Fiscalía General del Estado el pasado otoño.
En su Memoria Anual sobre el año 2022, este órgano alertaba sobre la "alarmante tónica ascendente" que se ha registrado en los último años en el número de delitos de homicidio y asesinato, tanto consumados como en grado de tentativa, cometidos por menores de edad. En 2022 hubo 101 causas de este tipo, lo que supone un incremento del 14,77% con respecto al año anterior.
El mayor de los hermanos pasará los próximos meses en el Centro Socio-Educativo Juvenil de Parayas, a pocos kilómetros de Santander. Mientras, la situación de su hermano aún se debe resolver. Su familia adoptiva vive sabiendo que estuvo presente en el asesinato de su madre. Una carga que ellos, los niños, arrastrarán también el resto de sus vidas.