El caso de Amy Khvitia y Ano Sartania parece una trama de ficción. Se juntan elementos sociopolíticos, enigmas sin resolver, intrigas económicas y una casualidad propiciada por las redes sociales. Relatarlo, por tanto, podría hacerse de varias maneras. Como un simple ejercicio de narración cronológica, como una historia plagada de saltos temporales o como un misterio que se va desvelando en un recorrido inverso.
Optemos aquí por lo lineal. Por lo decimonónico. Amy y Ano (usaremos los nombres de pila, obviando unos apellidos distintos que deberían ser el mismo) nacieron en el hospital de Kirtskhi, al oeste de Georgia, en 2002. Cada una fue a vivir a una ciudad de este país exsoviético. Con 12 años, Amy estaba viendo la tele en su casa. Estaba ubicada en una localidad del Mar Negro. En el programa de televisión Georgia Got's Talent, una chica igual que ella cantaba en el plató.
Se lo comentó a su (supuesta) madre, cuya respuesta fue simple: "Todas tenemos un doble", espetó. No se volvió a sacar el tema. Hasta unos años después. En 2021, con las tecnologías de por medio, se repitió la situación. Ano, de 19 años y con residencia en la capital, Tiflis, recibió un video de TikTok. Se lo mandaba una amiga. Era de una chica clavada a ella. Le pareció "genial y divertido" esa coincidencia.
Intentó localizarla. Y, a raíz de varias pesquisas entre grupos de redes, quedaron. El encuentro supuso un shock. "Fue como mirarse en un espejo, exactamente la misma cara, exactamente la misma voz. Yo soy ella y ella es yo", explica Amy en un reportaje y documental de la BBC, que ha desvelado el caso. Supo entonces que eran gemelas. "No me gustan los abrazos, pero la abracé", remermora Ano.
A partir de entonces, decidieron saber qué había pasado. Es cuando a la carambola se suman los factores sociopolíticos. Habían sido adoptadas, por separado, con pocas semanas de diferencia en 2002. Según indagaron con sus hasta entonces familias reales, el germen era similar. Incapaces de tener hijos, la madre de Amy cuenta que una amiga le dijo que había un bebé no deseado en el hospital local. Tendría que pagar a los médicos, pero podría llevársela a casa y criarla como si fuera suya.
En la familia de Ano ocurrió lo mismo. Ninguna de las familias adoptivas sabía que las niñas eran gemelas y, a pesar de haber pagado mucho dinero por adoptarlas, aseguran que no se habían dado cuenta de que era ilegal. Tal y como se menciona en la cadena británica, Georgia "atravesaba un periodo de agitación y, como el personal del hospital estaba implicado, pensaron que era algo legítimo".
De ahí pasaron al siguiente punto, más detectivesco. Amy encontró un grupo en Facebook dedicado a reunir a familias georgianas con niños de los que se sospechaba que habían sido adoptados ilegalmente al nacer y compartió su historia. Una joven alemana respondió diciendo que su madre había dado a luz a dos gemelas en la Maternidad de Kirtskhi en 2002 y que, a pesar de que le habían dicho que habían muerto, ahora tenía algunas dudas. Las pruebas de ADN revelaron que la chica del grupo de Facebook era su hermana y vivía con su madre biológica, Aza, en Alemania.
Más tarde descubrieron que su madre, Aza Shoni, había caído en coma tras su nacimiento en 2002, y su marido había vendido a las gemelas a distintas familias. El caso de Amy y Ano pone luz a la espeluznante situación del tráfico de bebés en Georgia. Aunque el gobierno ha endurecido las leyes para dificultar la adopción ilegal de bebés, es una práctica que sigue estando muy extendida. Así lo muestra la investigación que estas dos gemelas están llevando a cabo desde que supieron su situación.
Un desenlace agridulce
Y hay más: de esta truculenta historia falta el final. Podría considerarse más agridulce que feliz, pero cada uno puede juzgar. En el documental emitido por la BBC, se ve el desenclace esperado: madre e hijas se ven por primera vez. El reencuentro tuvo lugar en un hotel de Leipzig (Alemania). Aza, la progenitora, espera nerviosa en una habitación. Amy abre la puerta dubitativa y Ano la sigue, casi empujando a su hermana dentro de la habitación. Aza se abalanza sobre ellas y las abraza con fuerza, una gemela a cada lado. Pasan minutos de esta forma: encapsuladas entre sus extremidades, en silencio y con lágrimas asomando de las pupilas.
Ahora, según explican, siguen en contacto. La madre confirmó la versión mencionada: había estado enferma tras dar a luz y cayó en coma. Cuando despertó, el personal del hospital le dijo que poco después de nacer los bebés habían muerto. Conocer a Amy y Ano, confiesa, ha dado un nuevo sentido a su vida. A pesar de la distancia, siguen en contacto y sabiendo que lo que empezó como una mera casualidad se ha convertido en material de celuloide.