Hacer una oposición está a la orden del día. Intentar encontrar en la Administración pública el refugio laboral que la empresa privada no es capaz de ofrecer no pillará a nadie por sorpresa. Algo más reseñable son aquellas personas que lo consiguen en apenas unos meses. El cambio es tan radical y en tan poco tiempo que ni siquiera ellas fueron capaces de imaginárselo cuando empezaron a estudiar. Algunas porque su edad les impide competir con mano de obra más joven y otras tantas por la seguridad y el aumento de salario que supone, enfrentarse a esta carrera de fondo y completarla en ni siquiera un año es la mejor noticia que les podrían dar.
Ana García llevaba muchos años trabajando para asociaciones y entidades del tercer sector como trabajadora social en centros penitenciarios enfocada en salud mental. En diciembre de 2021 se encontró con la sorpresa que le cambiaría la vida: su empresa decidió reducir las horas y aumentar el número de usuarios a los que atender. Ella, que por aquel entonces tenía 30 años, reclamó junto a sus compañeros. Les acabaron despidiendo ese mismo diciembre. “Estaba harta del tercer sector y de la gestión del tejido asociativo en general, así que me decanté por prepararme las oposiciones”, comenta.
A partir de entonces, estudiaría mañana y tarde para conseguir un empleo fijo en la Administración pública, donde desempeñaría las mismas funciones que hasta entonces había llevado a cabo en la empresa privada. “Desde el principio decidí dedicarme al 100% a estudiar, así que hablé a un profesor que había tenido que me dijo que él preparaba a alumnos”, relata. Su jornada de estudio estaba entre las ocho y diez horas diarias.
Vida nueva tras un año de estudio
La cosa se puso algo más seria en junio, cuando se apuntó a una academia. “Mi oposición sale casi todos los años, aunque muy pocas plazas. Se adelantaron a lo que calculé y en lugar de salir el primer examen para diciembre, salió para septiembre”, añade. Y allá que fue García. Terminó aprobando esta prueba tipo test con un 6,5 de nota. En la segunda prueba, que tuvo lugar en noviembre, García cosechó la mejor nota de España. En diciembre se enfrentó al último examen, del que salió muy tranquila. En poco tiempo sabría que ella había logrado el segundo mejor puesto de todo el país, donde tan solo se ofertaban nueve.
En prácticamente un año, esta madrileña había logrado su plaza tan preciada en la Administración pública, en concreto en la prisión de Deusto, en Cantabria. “Nunca imaginé que tardaría tan poco tiempo en conseguirlo. Estoy donde quiero estar, porque también había plazas para Madrid y las deseché. Prefiero el norte”, reconoce esta joven. Con orgullo, García puede decir a sus 32 años que ahora sí han mejorado notablemente sus condiciones laborales con un sueldo de alrededor de 2.000 euros al mes, cuando antes jamás había superado los 1.200 euros con contratos parciales.
De pinturas a administrativa de la Xunta
Mar Diéguez es de A Coruña y también decidió opositar cuando le vio las orejas al lobo en la compañía de pinturas en las que prestaba sus servicios. “Estuve 22 años trabajando en la misma empresa y era cuestión de tiempo que cerrara, así que empecé a mirar los procesos abiertos para opositar”, comenta. Se apuntó en junio del año pasado, pero hasta noviembre no la despidieron. “Cuando llegó enero ya me acerqué a una academia y les dije que yo no había estudiado nada en todo ese tiempo, pero me tranquilizaron. Me dijeron que era bueno ir a algún examen como preparación”, se explaya.
No lo sabía, pero en un tiempo se convertiría en auxiliar administrativa de la Xunta. “En febrero me apunté a Emplea-te y empecé a ir a clase. También empecé a estudiar por mi cuenta y lo que hacían en clase en una semana, yo lo hacía en tres días”, rememora. Al final, se presentó al examen y salió mejor de lo esperado: había conseguido superar la prueba. Era julio y tenía tres meses para prepararse la siguiente sobre informática. Se enfrentó a ella el pasado 29 de septiembre.
De las 108 plazas ofertadas, Diéguez se encuentra en la posición 65 del listado no oficial que ya han confeccionado entre varias personas de la misma promoción. “Mis expectativas fueron cambiando a medida que iba estudiando. Al principio solo quería ponerme al día, luego meter más temas, después entrar en la lista de admitidos y en informática. Así hasta que me vi con posibilidades de conseguir la plaza”, se explaya.
Ella, que pensaba que como mucho podría quedarse de interina, por fin alcanzaba el sueño que le permitía vivir tranquila: “Con casi 52 años, ser funcionaria para mí es un regalo, es como si me hubiera tocado la lotería”. Por el momento, para culminar el proceso de selección tan solo queda realizar la prueba de gallego, aunque ella está exenta al tener certificado un nivel superior al que exige la Administración regional gallega.
“Este no era mi plan A, era mi plan B. Yo pensaba que estaría estudiando hasta que me saliera otra cosa, pero al final no ha sido así. Ya me preparo para subir más niveles en las categorías profesionales dentro de mi sector”, concluye Diéguez no sin antes remarcar que el secreto del éxito, además de fuertes dosis de suerte, está en no tirar la toalla ante los suspensos.
La bibliotecaria periodista
En cambio, estudiar una oposición no es algo que todo el mundo se pueda permitir. Eso lo sabe muy bien Clara Morales, quien llevaba trabajando como periodista ocho años hasta que decidió dejar su trabajo para invertir el tiempo en prepararse las oposiciones que la llevarían a ser la bibliotecaria en la Universidad Complutense de Madrid que es ahora.
“Las condiciones laborales no eran las mejores y veía que eso no iba a cambiar, así que decidí dejar de insistir en eso y asumí que debía tomar otro camino”, inicia su explicación esta joven. Entre todas las opciones que se abrían ante ella, eligió las oposiciones de bibliotecaria: “Me parecía un trabajo más ilusionante que otros que ofrece la Administración. Las bibliotecas siempre han sido un espacio muy importante para mí y me parecían unas pruebas más accesibles que otras”, continúa.
En octubre de 2021 dejó atrás la redacción en la que trabajaba para pasar a la acción, aunque esta decisión no sea algo que todo el mundo se pueda permitir: “Igual que me parece importante señalar que hay una gran parte de suerte en esto de aprobar en poco tiempo, también es importante saber las condiciones económicas en las que se hace”. En su caso, fue un poco de dinero que le legó su abuela lo que le permitió dejar su trabajo y dedicarse al estudio por completo.
También la suerte le acompañó. Suspendió el primer examen, en marzo de 2022, pero lo hizo tanta gente que tuvieron que bajar la nota de corte como medida de gracia. Además, el proceso fue muy rápido, ya que tardaron muy poco tiempo en realizar las siguientes pruebas, que terminaron en mayo del mismo año. “Hay gente que se tira esperando meses entre una prueba y otra, además de que también tuve suerte de incorporarme rápido”, explicita.
Morales entró como bibliotecaria en la Universidad Complutense de Madrid en octubre del año pasado. En poco más de medio año había superado las oposiciones y en un año completo había conseguido su puesto fijo en la institución pública. “Conseguir la plaza ha cambiado sustancialmente a mejor las condiciones laborales que tenía, ya no solo por la seguridad que te aporta, sino por la reducción de horas de trabajo y el aumento de salario que ha supuesto”, concluye la bibliotecaria universitaria.