Así se fabrican los bulos antes del 23J: del voto por correo al 'pucherazo' o las llamadas a la abstención
Las narrativas desinformadoras en períodos electorales buscan sembrar sospechas sobre el propio proceso y deslegitimar el sistema democrático.
16 julio, 2023 02:43Vivimos sobreinformados y en un momento en el que los medios de comunicación tradicionales están perdiendo un alcance que, por lo pronto, sí consiguen determinadas cuentas en redes sociales. El rigor que se le exige al periodismo muta en las plataformas digitales, donde todo llega y a (casi) todo se le otorga credibilidad. Basta con que tengan apariencia veraz o parte de ella y con que sostengan lo que se quiere escuchar.
Las elecciones del próximo 23 de julio, como ocurrió en citas anteriores, se encuentran inmersas en una nebulosa de informaciones y datos que, en parte, tratan de deslegitimar el propio proceso electoral y crear desconfianza en el votante para que no acuda a las urnas. Algunos mensajes de dudosa credibilidad se viralizan en redes como Telegram, Twitter, Facebook o Tik Tok y acaban llegando al propio político que, en ocasiones, alude a esos mensajes en su discurso para llegar de una manera más directa al potencial elector.
En esta recta final de las generales vuelven narrativas que ya se advertían en anteriores procesos electorales. Es el caso, por ejemplo, de la conspiración en torno al voto por correo. Como explica Manuel Torres, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Pablo de Olavide (UPO) y miembro del Foro contra las Campañas de Desinformación en el ámbito de la Seguridad Nacional, “siempre parece que tienen una nueva vida” y “temas que parecen agotados o que estaban desaparecidos, al final no solo reaparecen, sino que se importan de otros lugares”.
Ocurrió, por ejemplo, con las dudas que llegó a sembrar el expresidente de Estados Unidos Donald Trump sobre el servicio postal de su país en los meses previos a las elecciones de 2016. Señaló el voto por correo como un método abonado para el fraude, algo que jamás se ha probado. Sin embargo, esta narrativa, y con la llegada de la pandemia en 2020, volvió a rescatarse y se utilizó como excusa para atacar al propio sistema.
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Esa falsa narrativa en torno al voto por correo también está en España y este año cobró fuerza en las semanas previas a las elecciones locales del 28M. Miles de solicitudes quedaron fuera de juego en Melilla y la Policía Nacional abrió una línea de investigación por un posible fraude electoral por la presunta compra de unos 10.000 votos por correo.
“Promueven esa idea de que el voto se puede comprar, que votar por correo implica menos garantías para que sea contabilizado”, cuenta Torres, y añade que “la cuestión es lanzar sospechas, no tanto demostrar o aportar pruebas, sino que quede ese poso [de desconfianza] entre los ciudadanos”.
El fantasma del 'pucherazo'
Ante una carrera electoral intensa de cara al 23J, vuelven a sonar las campanas del supuesto pucherazo por el voto por correo o el voto CERA (de los residentes en el extranjero). Hasta el punto de que Correos se vio obligado a lanzar un comunicado para calmar las aguas en el que defiende el proceso de voto por correo como “seguro y garantista”. Además, asevera disponer de todas las partidas presupuestarias necesarias para abonar los conceptos retributivos relacionados con el 23J.
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Como señala Torres, es habitual ver cómo dentro del contexto de una campaña electoral, hay actores que difunden contenidos falsos o manipulados con el propósito de alterar el voto. “Desmovilizar a una parte electoral o provocar un voto nulo con información engañosa, aunque es éticamente reprobable, forma parte del juego político”, apunta. El propósito de esos actores es sacar un beneficio propio.
Pero más allá de declaraciones políticas de uno u otro candidato, existen actores desinformadores, y muchas veces extranjeros, que “sí que van a deslegitimar el sistema democrático”, insiste Torres. No buscan tanto que gane uno u otro candidato, sino que la población llegue a la conclusión de que todo es un engaño y eso después pueda provocar inestabilidad, protestas y, en definitiva, una crisis.
Se sirven de situaciones como la mencionada con respecto a Melilla, por ejemplo, para ganar alcance. Este tipo de técnicas ya se utilizaban en la Guerra Fría, y “el peligro de todos esos mensajes es todo ese poso de desconfianza que van generando. A lo mejor no hace eclosión en las elecciones del 23J, pero pueden hacer su aparición en otras elecciones donde ese efecto corrosivo se va acumulando año tras año”.
Paloma Piqueiras, doctora en Comunicación y vicepresidenta de la Asociación de Comunicación Política (ACOP), cuenta a EL ESPAÑOL que aunque la desinformación es algo que ha estado a lo largo de toda la historia de la humanidad, lo cierto es que ahora conviven dos factores que la están convirtiendo en “una bomba asegurada”.
Para la experta, vivimos en un mundo atrapado en un círculo vicioso de desconfianza, tanto con los medios de comunicación como con las instituciones. A ello, se añade el ingrediente de Internet, que amplía la capacidad de difusión de la desinformación. De ello se sirven narrativas como la del voto por correo. Según Piqueiras, “no se instala un bulo concreto, sino una construcción de ideario y argumentario que lleva tiempo en funcionamiento”.
Suele ocurrir, como añade Torres, que este tipo de ideas “resultan muy potentes” cuando, por ejemplo, el resultado electoral te sorprende y lo que arrojan las urnas no tiene nada que ver con la imagen previa que te habías compuesto. “Es entonces cuando esas ideas empiezan a generar efectos” y cuando “lo que antes podían ser sospechas, empiezan a ser certezas”.
No hay más que recordar el caso de Estados Unidos. Además de las dudas sentadas sobre el voto por correo, se arrojaron sospechas sobre Indra, la compañía tecnológica que también participa en el proceso electoral de algunos estados del país norteamericano. “Al final lo que estaban haciendo es beber de esa narrativa que apareció en España”, cuenta Torres.
Esta es, de hecho, otra de las narrativas desinformadoras que han reaparecido antes del 23J, con la idea de que Indra participa en el recuento de votos y los manipula a instancias del Gobierno central. Una afirmación completamente falsa porque, según la Ley Orgánica del Régimen Electoral, del conteo se ocupan los tres ciudadanos elegidos por sorteo para cada mesa electoral. De lo que se encarga realmente Indra es de recopilar y difundir los datos provisionales que se comunican desde la Administración, pero, en ningún caso, son los datos oficiales.
Para Piqueiras, además de estas, se han sembrado dudas también con el voto CERA, con los bulos sobre el Falcon o la fecha de estas elecciones, en plena época vacacional. “Hemos escuchado cosas gravísimas, diciendo que era interesado para que hubiera menos votación”, cuenta la vicepresidenta de ACOP.
Llamadas a la abstención
Lo que en un principio son mensajes difundidos en redes sociales puede materializarse en manifestaciones o reuniones de determinados grupos de población que se sienten representados bajo un mismo lema. Algunos como los que, según publicaba El Confidencial, promueven distintos influencers u opinadores durante el próximo 23J. Cuando falte apenas una hora para el cierre de los colegios, pretenden reunirse en Plaza de España bajo consignas como “Yo no voto” o “Juntos por [la democracia real]”.
Como señala Torres, estas narrativas lo que vienen a reflejar es que si te abstienes, estás lanzando un mensaje al sistema, a los partidos para que modifiquen su actitud o para que sean más representativos de lo que son. “Es una forma de racionalizar una conducta que a lo mejor tú ya habías asumido: es decir, paso de votar”, apunta, y “te hace sentir un ciudadano más comprometido. No vas a hacer el esfuerzo de votar, pero por un motivo noble”.
“Jugar con la relevancia o no de la abstención en una sociedad cuyo caldo de cultivo es la desconfianza, el hartazgo y la absoluta distancia con los poderes políticos, en mi opinión, es peligroso”, reconoce Piqueiras. Sobre todo cuando la abstención ha ido marcando récords. En las municipales de este año, se alcanzó el máximo registrado hasta ahora: un 45,51%. Además, se puede observar cómo en 2019 el 33,77% de ciudadanos que se abstuvieron marcaron el mayor porcentaje registrado en unas generales.
Para Torres hay una cuestión importante, y es que a pesar de que existe más concienciación del impacto que puede tener la desinformación en la sociedad y de que se han adoptado medidas, crece por su propia inercia. De hecho, el último informe anual del Departamento de Seguridad Nacional (DSN) situaba la desinformación como la segunda amenaza que más iba a crecer en los próximos cinco años, solo después de la vulnerabilidad del ciberespacio.
“En el presente, la situación es peor que hace unos años”, lamenta Torres, pero puntualiza que si no se hubiesen hecho los esfuerzos realizados hasta ahora, “seguramente sería aún peor”, aunque es verdad que “no ha sido suficiente como para aislar esa influencia perniciosa en nuestro sistema electoral”.
Por este motivo, el experto cree que una de las grandes asignaturas pendientes es incluir en las normas de juego, si acaso en la ley electoral, una serie de disposiciones y medidas que prevengan y anticipen todos estos efectos que no existían cuando se creó, pero que forma parte de nuestro día a día.
Para él, ese debe ser “el gran consenso” que salga de la nueva situación política tras las elecciones: esa decisión “urgente” de todos los partidos de crear medidas de defensa del sistema. Y concluye: “Si no se hace con carácter anticipatorio, cuando el problema ya se ha materializado, ya no solo es tarde, sino que posiblemente luego el cambio ya no es posible. Puede ser que alguno de los principales beneficiarios de esos efectos de la desinformación, estén en el poder, o se beneficien de esa coyuntura y no tengan deseos de modificarlo”.