Solo quedan dos semanas para que Joaquín Ferrándiz, el asesino en serie más sanguinario de España, salga de prisión tras cumplir 25 años entre rejas, la máxima pena posible.
Conocido como el depredador de Castellón, ingresó en prisión en 1998 tras ser detenido por los asesinatos de cinco mujeres entre 1995 y 1996 en la Comunidad Valenciana: Sonia Rubio, Natalia Archelós, Mercedes Vélez, Francisca Salas y Amelia Sandra García.
Las persiguió y asesinó a sangre fría mientras vivía con su madre y llevaba una vida absolutamente normal como trabajador de una compañía de seguros. Joaquín Ferrándiz fue condenado en enero de 2000 por la Audiencia de Castellón a 69 años de cárcel por estos crímenes.
El 24 de noviembre de 1999 arrancaba el juicio tras su confesión el año anterior. "No violé a nadie. Eran mujeres y quería hacerles daño. De algún modo me satisfacía hacerlo, aunque me parezca increíble que esto pueda haber sucedido", declaró ante el juez.
La profesora de inglés Sonia Rubio fue la primera de sus víctimas y su asesinato conmocionó a la sociedad española. Ferrándiz cometió los crímenes mientras estaba en libertad condicional por una violación anterior.
Salvo Sonia Rubio y Sandra Amelia García, las otras tres víctimas eran prostitutas. De su muerte fue acusado inicialmente un camionero de 50 años, Claudio Alba, que pasó varios meses en la cárcel hasta que se descartó su participación en los hechos.
Su nombre vuelve a ocupar ahora los titulares de los medios de comunicación al estar a punto de conseguir la libertad. Y todas las heridas se han reabierto.
"Recuerdo perfectamente su rostro y cómo nos destrozó la vida a cinco familias. Me acuerdo todos los días de las víctimas y, por supuesto, de mi hermana. Los expertos tienen dudas y no saben si volverá a asesinar, pero yo creo que sería capaz de cometer más crímenes", cuenta Jaime García, hermano de Amelia Sandra, en una entrevista con EL ESPAÑOL.
Ferrándiz no podrá volver a Castellón, Benicàssim, Onda y Villareal, los lugares donde cometió los sangrientos asesinatos, hasta 2028. Pero su inminente puesta en libertad ha extendido el temor entre la población de Castellón y los familiares de las víctimas denuncian que su salida de prisión es una "injusticia" y la viven con "indignación".
"Yo no vivo en Castellón porque son demasiados recuerdos. Estoy en Valencia, así que por aquí me lo podría encontrar. No sé qué haría si le viera, me quedaría en blanco y no podría reaccionar", reconoce Jaime García.
Ante la llegada del día más temido, solo expresa un deseo. "Quiero que el día que salga se le vea la cara y que no esté tranquilo en ningún sitio, que todo el mundo lo reconozca. A mi hermana la mató después de cumplir otra condena por violación, así que hay que tener mucho cuidado con él".
El hermano de Amelia Sandra representa como nadie el sufrimiento de las familias. Su madre intentó suicidarse tras el crimen y poco después falleció atragantada con un hueso. Su padre no pudo con el sufrimiento que le generó la pérdida de su hija y empezó a beber hasta que falleció por cirrosis.
Tras la muerte de sus tíos, Jaime, que tenía 17 años cuando mataron a su hermana, se quedó absolutamente solo. Ahora reside en un piso tutelado de la Generalitat Valenciana.
Seductor y educado
Joaquín ha disfrutado el último año de tres permisos para ir acostumbrándose a su nueva vida en libertad y no ha protagonizado incidentes. En esos permisos fue acogido por una fundación en el municipio de Valdepeñas y desató el miedo entre los vecinos.
Sus crímenes serían hoy castigados con la prisión permanente revisable, pero la ley española no tiene carácter retroactivo a no ser que sea más beneficiosa para el reo.
Según el personal de prisiones, su comportamiento estos años ha sido bueno y el riesgo de reincidencia es bajo. Además, ya no le quedan apoyos familiares. Saldrá de la cárcel de máxima seguridad de Herrera de La Mancha, en Ciudad Real, con casi 60 años. Allí ha coincidido con asesinos como José Bretón y Miguel Carcaño.
"Claro que me creo que es un preso modelo, este tipo de gente no suele dar problemas en la cárcel. Seguro que es un tipo con un comportamiento perfecto", reconoce Jaime.
Ferrándiz es un hombre inteligente y educado, el típico criminal que llevaba una vida normal sin levantar la más mínima sospecha. Seductor y plenamente integrado en la sociedad, estaba tan bien considerado por sus familiares y amigos que ni si quiera se creyeron los hechos por los que fue condenado en 1989 a 14 años de prisión por una violación.
Su madre, ya fallecida, fue uno de sus mayores apoyos durante su primera condena. La mujer inició una campaña de recogida de firmas y llegó a conceder varias entrevistas pregonando la inocencia de su hijo. Denunció que se trataba de un error judicial y que su hijo no respondía al perfil de un violador. Chimo, como le conocía su entorno, solo cumplió 6 años de prisión de los 14 a los que fue condenado.
Los cinco crimenes se cometieron a mediados de los 90, poco después de salir a la luz el caso Alcàsser. Durante toda la investigación y el tiempo que estuvo sin identificar el asesino, en la mente de los familiares resonaron los nombres de Miriam, Toñi y Desirée.
"Mi hermana siempre me decía que no sabría qué hacer si le pasara algo así y al final le acabó pasando lo mismo", recuerda hoy Jaime García.
Ferrándiz ejecutó a sus víctimas con alevosía y sin ofrecerles posibilidad alguna de defensa, como ocurrió en Alcàsser. La sentencia de la Audiencia de Castellón concluye que empleó el mismo procedimiento para matar a las cinco mujeres.
Todas subieron a su vehículo voluntariamente mediante engaños. A continuación, cuando se mostraban confiadas, ataba las manos de sus víctimas para evitar que se resistieran mientras las estrangulaba.
"A todas les hacía lo mismo. El cuerpo de mi hermana apareció en un pozo en Onda con las manos atadas y sin huellas dactilares porque se las machacó. Fue muy cruel", recuerda Jaime García. Un agricultor encontró el cuerpo seis meses después de desaparecer en una discoteca.
"No me habían hecho nada personalmente, pero quería destruirlas. Esa capacidad era para mí algo irresistible", confesó Ferrándiz ante el juez tras ser arrestado.
"No me acuerdo"
El programa Hablando Claro, de RTVE, ha emitido en los últimos días los cortes de voz de una charla que Ferrándiz mantuvo en prisión con Carmen Balfagón, decana del Colegio de Criminólogos de Madrid.
En la conversación, Joaquín explica que durante un crimen "no se piensa". "La mente no da para más y yo creo que se puede tender a hacerlo más fácil (...) No me acuerdo ni qué cara tenía ninguna de ellas", respondió.
"No entiendo que diga que no recuerda sus caras. Yo recuerdo perfectamente la suya porque estuve en el juicio dos veces. Él ya había violado a una chica y ya ha pasado por lo que significa salir de prisión. Me parece sorprendente que diga que no recuerde sus caras", razona Jaime.
Ferrándiz quedará en libertad "entre el 20 y el 23 de julio" y los familiares de las víctimas viven con angustia las dos semanas que quedan para la fecha.
"Vivo todo esto con una gran presión y una indignación tremenda. Me preocupa que no se le pueda aplicar la permanente revisable a un criminal que va a salir y no va a tener ningún tipo de vigilancia. Puede cometer cualquier crimen otra vez".
La sentencia condenó a Ferrándiz al pago de 130 millones de pesetas en concepto de indemnización a los familiares de las víctimas. La Fiscalía pidió la responsabilidad civil subsidiaria del Estado porque los crímenes se cometieron cuando estaba en libertad condicional, pero el tribunal desestimó la petición.
Ferrándiz no abonó las indemnizaciones y, 25 años después, tendrá una nueva oportunidad de recuperar su vida... Sin que nadie pueda garantizar que no volverá a matar.