Lo que le pasa a Bruno Mompeán con las matemáticas es algo parecido a lo que le ocurre al Real Madrid con la Champions League: no para de sumar títulos, pero en este caso, como mejor alumno de esa asignatura en el King’s College -uno de los centros educativos más prestigiosos de Murcia-. Curso tras curso, este adolescente, de 16 años, se lleva el premio de 'mates' porque tiene un talento tan grande que la mismísima Universidad de Oxford le ha concedido una plaza para cursar sus estudios, una noticia que ha colmado de felicidad a sus padres, pero también de preocupación porque no saben cómo financiar los 42.420 euros que cuesta la matrícula.
"Oxford aparece en todos los rankings como una de las cinco mejores universidades del mundo, en casa estamos muy contentos, pero somos una familia de clase media y no podemos asumir el coste de unos estudios de este tipo", reflexiona apesadumbrado José Antonio Mompeán, mientras conduce su coche para recoger a su hijo, Bruno, a las cinco de la tarde de este miércoles, en la parada de la Alberca, donde a diario le deja el autobús del King’s College. "Estamos llamando a fundaciones y tocando todas las puertas posibles para conseguir la financiación para mi hijo".
El coste de la matrícula resulta inviable para la economía de una familia que cada mes afronta las letras de una hipoteca y un préstamo del coche, de modo que Bruno también está ayudando a sus padres a buscar fondos poniendo en marcha una campaña de crowdfunding. "Mi sueño es estudiar un Grado de Matemáticas en Oxford", subraya el chaval a EL ESPAÑOL, nada más subirse al vehículo de su padre, para ir directo a su casa en Alcantarilla a estudiar los últimos exámenes de segundo de Bachillerato.
- ¿Qué le dirías a la gente para motivarla a que hiciese un donativo para ayudarte a pagar la matrícula de Oxford?
- Bruno: Creo que es muy importante apoyar el talento local y nacional y nos tenemos que apoyar entre nosotros. Todos nos sentimos muy orgullosos cuando algún español consigue algo importante en cualquier campo, pero para conseguirlo y que alguien pueda llegar a esa meta, hay que apoyarle. En mi caso, para tener esa oportunidad, necesito apoyo económico por razones que están fuera de mi control, como el Brexit, que ha encarecido la matrícula en Oxford de 9.000 a 37.000 libras. Económicamente es inasumible para mi familia, pero es una oportunidad que no puedo desaprovechar.
El tiempo juega en contra de Bruno porque el 8 de junio concluye el plazo para aceptar o rechazar la plaza que Oxford le ha concedido en el Grado de Matemáticas. De modo que sus familiares y amigos están moviendo la campaña de captación de donativos, por tierra, mar y aire, para que el adolescente logre el importe de la matrícula.
"A los 42.420 euros de matriculación hay que sumar el coste de la residencia donde se alojará, unos 12.500 euros, los gastos que tenga allí durante un año y los billetes de avión", según enumera su padre, José Antonio, profesor de inglés en la Universidad de Murcia, y que no deja de hacer números junto a su esposa, Veridiana Martínez, autónoma que imparte cursos en academias para que desempleados puedan obtener certificados de profesionalidad. El matrimonio no suelta la calculadora desde que el 10 de enero, su hijo recibió un correo en el que la Universidad de Oxford le comunicaba que le habían concedido una plaza para el curso 2023-2024.
- ¿Cómo reaccionaste al leer la respuesta de Oxford a tu solicitud?
- Bruno: Estaba sentando en clase de matemáticas cuando recibí el correo. Al principio, no me lo creía. Era una noticia muy impactante y estuve quince minutos en shock. Una vez que lo procesé me puse muy contento y no podía estar quieto. Todo el mundo me empezó a felicitar.
La historia de este chico se merece un final feliz y ese no es otro que obtener el dinero suficiente para financiar la plaza que ha logrado tras esforzarse mucho. Bruno ha tenido que superar el proceso de admisión de esta institución británica: uno de los más duros del mundo. Primero tuvo que pasar un examen que se hizo simultáneamente en dos sedes en España: Valencia y Madrid. Después de pasar la criba del British Council, este adolescente aprobó con nota tres exámenes en los que fue evaluado por tres tribunales distintos de Oxford -compuestos por dos examinadores cada uno-.
La plaza que ha logrado Bruno es una gesta académica porque de las 28.000 solicitudes que cada año tramitan estudiantes de todo el planeta, para formarse en la universidad más antigua del mundo angloparlante, solo se aceptan 3.000. Además, el Grado de Matemáticas de esta institución docente atesora uno de los porcentajes de admisión más bajos: solo aceptan a uno de cada diez aspirantes.
"En cada examen me pusieron tres problemas que debía resolver en 45 minutos", apunta Bruno, cuya manera de expresarse delata una madurez inusual para un adolescente. Tan inusual como las altas capacidades que empezó a mostrar con solo 6 añitos, cuando aprendió a hablar francés en tres meses, durante el curso en el que su padre, José Antonio, impartió clases en la Université Sorbonne Nouvelle. "Por mi trabajo, estuvimos viviendo un año en París, de forma que Bruno comenzó allí sus estudios de Primaria y los profesores nos llamaron para decirnos que aprendía muy rápido el idioma y les preocupaba que se aburriese en clase".
El contenido de la llamada sorprendió a José Antonio, tal y como él mismo reconoce: "Teníamos miedo de que en el colegio no se centrase porque era un niño muy movido. Pensábamos que tendría problemas de aprendizaje porque su hermano era más tranquilo, más reflexivo y leía mucho". Sin embargo, Bruno (Murcia, 2006) tenía una capacidad intelectual tan desbordante que lo adelantaron de primero a tercero de Primaria.
El expediente de este adolescente sociable, simpático y cariñoso, al que le pirra Netflix, el videojuego League of Legends y el anime, es una tarifa plana de matrículas de honor desde el colegio hasta el instituto donde siempre ha sido el alumno más pequeño de clase. Y la universidad no será una excepción. "Mi hijo empezará sus estudios universitarios con solo 16 años porque tiene una mente muy curiosa: todos los años recibe algún premio", destaca con orgullo de padre.
"No me extraña que le hayan escogido en Oxford porque tiene templanza para enfrentarse a los retos sin achicarse", subraya José Antonio, mientras su hijo, Bruno, coloca los libros en el escritorio de su cuarto y borra los números de la pizarra que preside la pared, donde a veces se enzarza en debates matemáticos con su hermano: Marco, estudiante de Informática en la Universidad de Murcia. Otro cerebrito que llegará muy lejos.
En el King's College han nombrado a Bruno embajador de matemáticas y sus compañeros lo han escogido como uno de los representantes de los estudiantes que ayudan a organizar actividades en este centro, inspirado en un currículum británico: prima el desarrollo personal del alumno, la excelencia académica y todas las asignaturas se imparten en inglés.
- ¿Alguna vez tus altas capacidades han sido un lastre a la hora de relacionarte con chicos de tu edad?
- Bruno: No ha sido algo a tener en cuenta en toda mi adolescencia. La gente no se ha metido conmigo por eso. No he sufrido acoso ni discriminación.
- ¿Para ti qué significan las matemáticas?
- Son mi pasión, me divierten, me entretienen y me motivan. Es un idioma fundamental porque las matemáticas están en todo y les dedico mucho tiempo porque son una parte muy importante de mí.
El tono de voz emocionado que emplea en su respuesta este zagal, delgado, de metro ochenta de altura, y pelo despeinado en plan surfero, pone de manifiesto el interés que le despierta una asignatura maldita para muchos estudiantes de su edad. "Mi matemático preferido es el suizo Leonhard Euler porque es como el Albert Einstein de las matemáticas, si no fuera por él, todo estaría atrasado un par de décadas".
- ¿De dónde te viene esa pasión por los números, los problemas, las ecuaciones, las raíces cuadradas…?
- Las matemáticas siempre han sido mi asignatura preferida. Aunque desde tercero de la ESO dejó de ser un trabajo de clase porque mi profesor Jonathan Wilmshurst me motivaba mucho y empecé a investigar. Comencé a hacer cursillos on line y a ver vídeos que me permitían progresar por mi cuenta porque hacía los exámenes de otros países y resolvía problemas sin tener que buscar la solución en YouTube. Eso me hacía sentir una sensación que no me daba ninguna otra ciencia: el hecho de poder avanzar, sin tener que recibir una explicación en el aula.
Bruno mantiene intacta su motivación por aprender. Prueba de ello es el título de su último libro de sobremesa: El universo de las matemáticas, de William Dunham. Lo lee solo por puro ocio, en su tiempo libre, siempre y cuando haya terminado de empollar temarios que le cuestan como los de biología. "Yo prefiero entender cómo funcionan las cosas, en vez de memorizar el nombre de un montón de cosas", según reflexiona, al tiempo que aclara que los fines de semana son solo para disfrutar junto a sus amigos: saliendo de marcha, viendo una película en el cine...
- Haciendo un paralelismo con el fútbol, eres como el Messi de los libros, la gente siempre espera que él haga un partido sobresaliente y marque, y contigo, imagino que siempre se espera un examen de 10. ¿Cómo se gestiona eso con solo 16 años?
- Bruno: Es una presión real. Lo quiera o no, la gente siempre espera que consiga una nota alta y si alguna vez tengo una nota mediocre, se nota la decepción de la gente, pero a pesar de eso, intento no pensar demasiado en ello. Sé que la gente tiene esas expectativas conmigo, pero lo que a mí me importa son las que yo tengo.
¿Eres un Pitágoras en potencia?
- Es pronto para decirlo, pero yo no me quejaría: estaría bastante bien. Soy consciente de los campos en los que puedo entrar. En la previsión de crisis económicas trabajan muchos matemáticos, analizando gráficos, cuando estábamos en plena pandemia, hacían estadísticas para prevenir olas de Covid, y todos los modelos de inteligencia artificial están basados en estadística. Soy consciente de todo esto, pero todavía soy muy joven y no lo decidiré hasta que termine la carrera.
- ¿Qué te dicen tus amigos?
- Están con el chiste de que soy el chico de Oxford.