Cristina Rodríguez Cadenas trabajaba como funcionaria en la oficina de Correos y Telégrafos de Monforte, y murió hace un año de un cáncer del que habló tan sólo a dos personas. A una amiga catalana con la que mantenía contacto frecuente y a Isabel López, hija de un matrimonio que habían sido sus mejores amigos y con la que vivió hasta el final de su vida. "No le enseñó el pecho ni a su médico y a mí me hizo prometer que no lo diría. Seguramente no quería recibir tratamiento porque no quería sufrir como su madre o hacer a otros sufrir", explica Isabel al periódico El Progeso.
Ella y sus tres hermanas son las herederas y administradoras de la herencia de Cristina, encargadas de que se cumplieran sus últimas voluntades. De esta forma, cien mil euros de sus ahorros han sido donados a la Asociación Española contra el Cáncer de Lugo. "Tenía muy claro que quería que fueran destinados para investigación sobre cáncer. También legó otros cien mil euros a Mensajeros por la Paz del Padre Ángel", explica a El Progreso.
El día 2 de marzo será homenajeada Cristina en el acto que organiza la Asociación Española contra el Cáncer para dar a conocer sus ayudas a la investigación. "La Fundación Científica de la AECC es la que decide a qué proyecto se destina cualquier donación. "Estamos muy contentas de que no se trocease ese legado sino que se destine íntegro a proyecto sobre metástasis en cáncer de pulmón", explica a El Progreso Mariluz Abella, presidenta de la asociación en Lugo.
En el encuentro será recordada la figura de Cristina. "Era una mujer muy generosa, a la que le gustaba ayudar a los demás. Cuando en el confinamiento por la pandemia un circo se quedó detenido en una finca delante de su casa llamaba al supermercado para hacerles una compra y que se la enviasen...", cuenta Isabel López.
Esta ya vivía en A Coruña, y su padre con ella, cuando Cristina la llamó un día para decirle que estaba decidida a irse a una residencia. Estaba pendiente de una operación de cadera, por un dolor que la tenía bastante inmovilizada. Ese día, coincidió que la persona que le ayuda en casa había tenido un contratiempo y se retrasaba mucho. "Le dije que nada de eso, que se venía a mi casa hasta la operación y, cuando se recuperase, podía volver a Monforte si quería. No iba a permitir que la mejor amiga de mis padres se tuviera que ir a una residencia. Yo me acababa de quedar en el paro y pasaba más tiempo en casa, estaba en mejores condiciones para ayudarla", explica.por
Fue allí, en su domicilio, cuando vio cómo Cristina tenía el pecho y supo enseguida que era un cáncer. Sin diagnóstico, ambas lo sabían. Las madres de las dos habían muerto de esa enfermedad. "No quería que lo supiese nadie. Llevaba con síntomas desde hacía 7 años y para entonces ya estaba en muy mal estado. Pensábamos que tenía un problema de artrosis de cadera pero, en realidad, era metástasis ósea, tenía la pelvis destrozada", apunta a El Progreso.
Cristina se operó de la cadera y recuperó cierta movilidad. "No nos esperábamos que fuera a morir. El cáncer en la gente mayor avanza muy despacio", explica Isabel, que hoy acudirá con su hija y una de sus hermanas al homenaje de la mejor amiga de sus padres.